Saludo a las lectoras y lectores de este espacio, pues es un verdadero privilegio estar ante ustedes en el intento de informar y proponer lo mejor que podamos para este nuestro amado país. Más de 120 mil muertes en lo que va de la administración de la llamada 4T, claman justicia. Nos hemos convertido en un espacio republicano desconocido, y duelen los menores que comienzan a vivir en él con el temor de no alcanzar la edad a la que hemos llegado todos los adultos mayores y, no tanto, que estamos cuidándolos, educándolos y viéndolos crecer. Platico con y procuro encontrarme en ciertas comunidades que están cercanas a acostumbrarse a vivir en medio de la violencia ; nadie está a gusto, pero preocupa el desánimo que los invade ante la fuerza que desde el exterior los doblega. Pongamos como ejemplo a Celaya. Esta ciudad tiene que soportar un cobro de piso que va de los 5 mil a los 8 mil pesos, si quieren vender en espacios públicos como mercados. De no aceptar las condiciones que le impone el crimen, tendrán que atenerse a perder todo en un incendio o hasta la vida, propia o de un familiar. Creo que problema similar soportaban los indígenas de San Cristóbal de las Casas, cuando el grupo organizado de los “motonetos” se quiso hacer con el mercado. Ejemplos sobran. Lo que quiero hacer notar es que los golpeados son los más pobres. Guerrero: el crimen organizado se apodera del comercio del pollo, y hay que comprarles a ellos o no vender. En Michoacán, el crimen empujó a los legítimos propietarios de pueblos enteros que ahora están abandonados (igual que en Zacatecas) con todo perdido. Se metieron con los cultivadores de aguacate y de limones sólo por mencionar dos cultivos. Aquí la cadena va extendiéndose hasta llegar al consumidor que, de por sí, ya padecía el encarecimiento de los productos de consumo diarios como frutas y verduras, porque comer carne por lo menos 3 veces a la semana es ya privilegio de pocos. Agregue usted la inflación, la insuficiencia de productos ausentes del país por la guerra que Rusia contra Ucrania, el incremento en los precios y la carestía, bien porque las comunidades productoras han sido desplazadas de sus hogares y tierras, o porque no les permiten vender, o porque los alimentos no llegan a su destino debido a los asaltos en carreteras. Hay tramos en las vías del país en donde usted no ve una sola patrulla de caminos, como si fuera campo abierto o zona libre para que los criminales hagan lo que les viene en gana. Y si a esto suma usted la toma de casetas en la autopista del Sol, pues se explicará las carambolas que han ocurrido en los últimos 3 días. Todo parece estar inmerso en un enorme caos. La pregunta es: ¿este desconcierto es provocado o consecuencia de la permisividad? Y , ¿por qué no? Vayamos a la Sierra Tarahumara donde sobreviven los rarámuris. Las montañas atraviesan los estados de Chihuahua, el suroeste de Sonora y el noroeste de Durango; el famoso triángulo dorado que tantas desgracias ha traído desde que el control de drogas (impuesto a México por EEUU desde el final de la II Guerra Mundial) se salió de madre e inundó el mundo con drogas que cobran miles de vidas cada año. Aún recuerdo aquellas fotografías de los “tohui” que parecían sacadas de los campos de concentración alemanes; niños indígenas en un estado de pobreza e inanición que daban horror. Esto debió haber sucedido en los 80s y de inmediato el gobierno mexicano puso manos a la obra para corregir la ruta, con la ayuda incondicional de los Jesuitas. Hoy, el crimen organizado recluta a los menores indígenas y pone en sus manos armas de alto poder. Han roto en parte sus tradiciones merced el vicio o, introduciéndolos al mundo del becerro de oro donde el dinero les da un falso poder, porque ninguno que esté esclavizado a una dependencia o a un grupo más violento que lo sostiene puede llamarse libre. Esta cadena que he tratado de dibujar en unas pocas líneas nos tiene atados a TOD@S; ni los altísimos maleantes que están en el pico de la pirámide son libres, porque carecen de rostro (no de nombre). Se han adueñado hasta del tiempo. Cuentan los sacerdotes que hay caminos que a cierta hora ya no pueden transitarse porque “esas horas son de ellos”, de un crimen que trasiega de noche. Tan preso del destino está el chofer que abandonó un tráiler con más de 60 seres humanos en una zona de San Antonio, como los sobrevivientes. Los únicos libres en México son los muertos. Se han desmontado de lo temporal que apresa y ahoga. Ningún amo es más opresor que el poder, el poder absoluto del que lo puede todo, del que no hace absolutamente nada. Escribe: Guadalupe Elizalde
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