Muy buen miércoles tengan l@s lector@s. Deseo que gocen de excelente salud y no como nosotros aquí en casa donde el Covid, Sars Cov I o II, Omicrón u otra variedad de tantas mezcolanzas que no conocemos, viene dándole con tubo a la familia. Ya no puede una ni llevar a los niños a primeras comuniones porque los nietos se infectan. Nos echamos de todo, nos lavamos las manos, usamos cubrebocas, gafas ¡y nada! Mi abuelita nos trae a todos a punta de jaculatorias, muy a tono con el llamado de la Iglesia Católica. Obvio, ella no pudo ir a Cuernavaca tras la convocatoria del Obispo Ramón Castro y Castro, pero hizo su marcha aquí en la cuadra con un cartel en el que quiso pedir por todo al mismo tiempo: defendió a los virus como seres vivos que actúan obedeciendo a su naturaleza, y exigió celeridad en la aplicación de las vacunas a los niños expuestos, como todos, a variantes que son cada vez más desconocidas. También pidió para que durante la vacunación no lleguen sicarios a ajustar cuentas con algún paisano, u otro periodista que esté en la fila aguardando con sus hijos. Quise decirle que su humor negro no abona a la paz, pero no lo es: mi abuelita así piensa. Lo suyo es involuntario. Por cierto, esta semana hemos visto magníficas corridas de toros, no de las tradicionales que ya prohibieron en CDMX, sino de las figurativas, donde suele decirse que tal torero le dio “pase por chicuelinas” al magnífico animal. Entiéndase que hablo de dos o más sujetos políticos, o no, uno más animal que el otro. ¿Me cree? Pues figúrese que en Campeche prepararon un equipo de grabación para tomar el momento en que un grupo de policías abatían la puerta de una de las residencias del ausente Alito, presidente del PRI. En una carrera digna de una graciosa huida llegó hasta Ginebra ante la ONU para denunciar que es un perseguido político; que será más fácil que lo maten a sucumbir ante las presiones de este gobierno que desea instaurar una dictadura en México. Ahora resulta con que el toro es torero. Él, quien fiero desafió a sus pares del PRI, ahora se martiriza ante la ciudadanía. Por su parte, el torero mayor dijo que no eran modos de tratar a Alejandro Moreno, que eso no era digno de un país democrático (¿qué tiene que ver la D con la U?). Bien escuchado, lo que el Presidente de la República rechazó fue hacer públicos el violento abatimiento de la puerta y el lujoso baño de la residencia. Pregunta mi abuelita que “si ése lo van a rifar ella sí quiere boletos. Porque, como sea, el tricolor sí entrega los premios de sus rifas, públicamente”. Pero ojo, la mejor de todas las lides se está desarrollando entre la presidencia y algunas organizaciones de culto, léase Iglesias. Tras los acontecimientos de la semana anterior y en curso, cuando acaecieron los topetazos entre el hombre del capote, los Jesuitas, la Comunidad Judía y el clero Católico, quedaron abiertos tres avisperos que sólo a alguien con muy poco quehacer se le ocurriría apalear. Sin embargo, esto nos permitió ser testigos de movimientos casi imperceptibles que serán muy importantes en el futuro, si el rescatado subsecretario de Gobernación, César Yáñez conoce cómo tejer fino en medias raídas, porque así se las dejaron… Que no se equivoquen, estimados lectores. De varias voces salió la crítica para cambiar la estrategia de seguridad. Por ejemplo, del general Mauricio Ávila Medina, a quien mi abuelita le tiene prendido el Cirio Pascual a toda hora; Monreal y legisladores de Morena pidieron a un enojadísimo Presidente que repensara sus estrategias, pero nada lograron… Hasta que la Iglesia comenzó a encuestar a mexicanos que reprobaron la maniobra presidencial en cuanto al control de la violencia; aunque López Obrador cae bien a una mayoría de personas, está reprobado en sus estrategias en este y otros rubros como economía, empleo, un AIFA sin vigilancia migratoria, o mega proyectos faraónicos que para nada han ayudado (Dos Bocas carece de vías férreas para sacar el combustible que todavía no se fabrica). Y eso sí le preocupó al primer mandatario. Ayer mismo le pareció muy bien el llamado de la Iglesia a inaugurar un diálogo social amplio para enderezar el problema de las masacres en México. Es decir, le llegó “el tiempo de Dios” como diría el doctor Alcocer. No obstante, el diálogo nacional implica que todas las partes sean capaces de escuchar, y lo que van a oír quienes gobiernan no serán amabilidades. Con perdón de la concurrencia, todos sabemos que un llamado a rezar como Nación implica una profunda toma de conciencia de la sociedad, y de ahí se derivarán acciones necesarias. El perdón es un acto moral, pero este mundo y sus crímenes corresponden al César. Cuidado con la hora de Dios. Escribe: Guadalupe Elizalde
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