Hoy es cinco de enero de dos mil veintitrés, durante el trayecto de regreso a casa, después de una jornada de capacitación, observaba regalos por doquier, bolsas de dulces, pelotas, bicicletas, patines y muchos juguetes más.¡ Hoy llegan los Reyes Magos!, es un día maravilloso, porque hace algunos años recibí como regalo un muñeco de verdad, de carne y hueso, que llenó mi vida de alegría, pero también de miedos, no sabía si tendría la capacidad de saber cuidarlo, de guiarlo y de ser la mejor persona para su vida, sin embargo, cuando me llamó por primera vez “mamá” valió la pena todo lo vivido.
Llegué a la casa, aún está el árbol de navidad que me recibe jubiloso, afuera, la luna llena luce majestuosa en el impecable cielo de colores, sin embargo, el silencio también me da la bienvenida, de pronto, recordé que tengo que poner al pie del árbol un zapato, sí, mi zapato, porque este año voy a pedirles algo, hace muchísimos años que ya no les he escrito, y por eso no me han traído nada, sé que hay más niños en el mundo y que los regalos son para ellos, los adultos, aún cuando guardamos a nuestro niño interno, ya no alcanzamos juguetes. También debo poner un vaso con leche y unas galletas para los tres, agua y un poco de lechuga para el camello, el elefante y el camello. Ya que dejé todo listo, escribiré la carta para Melchor, ¿Por qué a él? Pues porque mis hijos cuando eran niños, el rey preferido era Melchor. Espero que tengan tiempo y que se acuerden donde vivo, dejaré algunas señales en la azotea, quizá un camino de galletas y lechuga, porque como en casa ya no hay niños, podría ser que pasen de largo y yo quiero que lean esta carta que dice así:
Querido Melchor:
Espero te acuerdes de mí, durante muchos años te escribieron mis hijos pidiendo que trajeras sus juguetes el día seis, y siempre fuiste muy generoso y bondadoso, algunas veces, no trajiste lo que pedían y te equivocaste, trajiste otros juguetes que no te pidieron, pero dejabas una nota diciendo que con tantos niños que te escribían, de pronto te hacías bolas y te confundías, pero siempre dejaste regalos que disfrutaron muchísimo. Hoy mis hijos ya crecieron y no están conmigo, por ello, hoy me atrevo a escribirte y pedirte varias cosas, espero leas mi carta y me concedas lo que aquí te pido.
Quiero una muñeca Barbie, cuando era niña te la pedí muchas veces, pero me traías en vez de muñeca, trastecitos que al principio no me gustaban, pero después que mamá jugaba conmigo a la comidita, eran los favoritos.
Quiero una bicicleta, no tuve una, porque papá decía que yo era muy traviesa y seguro acabaría con ella y conmigo. No sé si aprenda, ya estoy bastante grandecita, pero quiero intentarlo.
También, quiero que me traigas un trenecito, con muchos vagones y villas para tirarme de panza y verlo caminar.
Quiero que me traigas, en una cajita mágica, la voz de mi madre, su aroma, el sabor de sus besos, la caricia de sus manos, uno de esos maravillosos cuentos que me contaba, y las canciones que me cantaba para dormir. De papá te pido que me traigas su mirada dura y amorosa, sus manos fuertes que no me dejaron caer, quizá alguno de sus regaños, algunas veces me hacen falta para portarme bien. También quiero la risa y la emoción de mis hijos cuando despertaban y corrían a enseñarme lo que habías dejado para ellos, quiero sus gritos, sus llantos, sus berrinches, el desorden y el bullicio que había en casa, los paseos en el parque, las peleas, las paredes pintadas con colores, los dulces escondidos bajo la almohada, las pelotas que rompían “sin querer” los floreros, y la comida que el perro disfrutaba bajo la mesa, porque el pobre pedía de comer.
Hoy no dormiré temprano, estaré esperando tu llegada, quizá me salga cuando escuche el ruido de tu caballo, no quiero que se te olvide que estoy aquí, en esta casa que dejaste de visitar porque los niños se hicieron jóvenes, porque se olvidaron de pedir a los Reyes Magos que vinieran a visitarlos. Me gustaría que me regalaras un poquito de tiempo para platicar conmigo, sí, ya sé que tienes prisa, que muchos niños estarán esperando que llegues a dejarles regalos, pero unos minutos te pido para mí, quiero contarte muchas cosas, pero ya lo pensé, déjame tu dirección para escribirte, seguro tienes WhatsApp, Correo o Messenger, podemos chatear cuando ya estés descansado de la jornada agotadora de esta noche. Un último favor, aunque mis hijos ya se hicieron grandes, no dejes de visitarlos, a veces no se atreven a pedirte un regalo, pero sé, qué si lo hacen, no te vas a negar. También, no te olvides de aquellos niños que no te dieron la dirección y no sabes como llegar a su casa, eres mago, podrás encontrar el modo de hacerles llegar un regalito.
Atentamente.
Yo.
Escribe: Lorena Reséndiz