El cielo está poblado de nubes grises, la lluvia cae como pequeñas paracaidistas que sin miedo se lanzan al vacío, pequeños charcos reflejan el gris del cielo, el frío me recuerda que está por comenzar el invierno y me recuerda que no me gusta el clima gélido, amo los días soleados, esos en los que el calor arruina mi maquillaje, hace transpirar mi cuerpo, también disfrutar la sombra de los árboles, las caminatas en el parque, mirar el sol ocultarse para ceder su paso a la noche. No hay nada más bello que los días llenos de luz y calor.
Hoy que me detuve a mirar como el azul del cielo está cubierto de variedad de grises, pensé en lo afortunada que soy de estar con vida, cuántos desearon seguir viviendo y no fue posible, se acabaron para muchos seres los días soleados, las tardes de lluvia, las noches adornadas con las fases de las lunas, el manto estrellado que no tiene fin. Sentí júbilo, estoy viva, puedo sentir mi corazón latiendo, puedo llenar mis ojos de la naturaleza con todos los colores del verde, puedo oler a que huele la mañana, el aroma del café, los recuerdos, los amores, los fracasos, también saborear el sabor de los recuerdos, de las ausencias, de lo que pudimos haber hecho, de los pecados y la gloria.
La vida es lo mejor que tenemos, ¿Por qué no amar los días de frio, de lluvia, de soledad? Somos instantes, momentos, historias que contamos, que vivimos, que dejamos pasar. Nos resistimos a los cambios, a romper los miedos, las viejas costumbres, nos pesa “El qué dirán” seguimos atados a manuales, a lo que dicta la sociedad, a veces es más fácil vivir en la mentira, no salir de la zona del “todo está bien” y nos volvemos rutinarios, predecibles, sin sueños, solo pensamos en lo material, en lo que puedo atesorar, en que valgo por lo que tengo y no por lo que soy, nos olvidamos poco a poco de abrazarnos a la vida, darle las gracias por tener una cama, el calor de la casa, un plato de comida y poder despertar.
Nos volvemos adictos a fingir, porque nos cuesta decir cómo nos sentimos, nadie dice cuan enojado está, cuánta tristeza carga, cuanto resentimiento se traga y solo sabe disimular, decir un “te amo” cuesta, pero es mucho más difícil decir “ya no te amo” y nos volvemos costumbres, lazos imaginarios imposibles de romper, y la vida ya no es vida, el cielo se vuelve infierno y recorremos el mismo camino, tan conocido y tan incierto, tropezamos con la misma piedra y ella misma nos sirve de proyectil. Entonces creemos que todo sale mal, que estamos pagando un pecado, que es la mala suerte, o el destino que trazado está.
Hoy quiero llenar mis ojos de todo lo que es la vida, llenar mis pulmones de aire, que no se escape nada, que mi memoria guarde todo aquello que siento, no importa si hace calor, si hace frío, si la lluvia acaricia la tierra, solo vive el día de hoy como si fuera un regalo y sorpréndete con todo lo que hoy puedes vivir.
Escribe: Lorena Reséndiz Mendoza