Buenos días tengan las y los lectores este miércoles. Todavía resuenan en nuestros aparatos caseros, en las redes y entre las pláticas de café los ecos del debate, y resultó que éste fue menos interesante que el posdebate. Éste ha dado para que propios y ajenos se explayen, digan, construyan y viertan toda clase de hipótesis sobre el formato, los tiempos: un reloj que le robaba los segundos por no sé qué maldad intrínseca. Lo curioso es que los gorriones de Morena se referían al “triunfo de Claudia Sheinbaum” argumentando su aplomo (capacidad de no reacción), la postura seria (rígida) de la contrincante de Xóchitl Gálvez y Máynez, de quien todavía no nos aprendemos en nombre, pese a toda la propaganda desplegada por MC.
Los debates tienen su historia y muy seria. Tenemos los debates que organizaba el padre de la Filosofía, Sócrates, con los que enseñaba al que se acercara al Ágora, la plaza abierta en Grecia, los secretos de los grandes temas y el bien pensar, claro, de acuerdo con los intereses prevalecientes. Yo creo que desde ahí se fincaron los “principios”, es decir, lo inamovible en la persona para poder llevar una vida digna en sociedad, que era un valor importantísimo en aquella cultura. En la formación de cada persona se finca el comportamiento social que pasa por el orden familiar, en la cual se afianzaban las costumbres y valores. La palabra principio es latina y quiere decir, lo que primero se toma; es decir, lo que primero acude a la persona (a su mente) antes de actuar.
Y aquí quería llegar: no sólo con palabras se comunican los seres humanos; importa la imagen, el movimiento del cuerpo, la postura y sobre todo, las manos. Comencemos por un análisis somero de Máynez. Él era el tercer lugar, muy alejado de las 2 mujeres que encabezan las preferencias electorales. Este personaje le hizo un favor a ambas candidatas, porque no sonríe (eso tendrían que decirle sus asesores); su sonrisa, por su disposición anatómica, semeja un rictus. Como es exagerado, para colmo tiene que arrugar los ojos y el efecto llega hasta las cejas. De aquí que fuera el primero en ganarse crueles memes, todos referidos a su expresión. Es una verdadera pena que entre mis encuestados (telefónicamente y por WhatsApp) lo que más se recuerda es que se refirió a sus contrincantes como “las representantes del pasado, o de la vieja política” y que sacó un letrero en el que se leía la palabra “gracias”. ¿Su principio? Decir poco, dejar pequeñas huellas en la audiencia, sin importar lo que decía. ¡Lo logró!
¿Qué se vio de Xóchitl? En lo gestual vimos a una persona nerviosa. Así y todo, su mirada nos transmitía que estaba tratando de encancharse en un formato que la tomó por sorpresa (ya lo explicó). Observamos a una mujer cuyo interior emotivo hacía esfuerzos para salir y sacarla a ella de ese escollo. Se dio cuenta de que no podía reclamarle a Claudia Sheinbaum todas las quejas de la agenda, por ende, sus manos, de suyo expresivas, se movilizaron más en un intento inconsciente de expresarse por todo el discurso faltante. Una vez situada en mitad de la cancha, volvió a ser medianamente ella y pudo colocar estocadas que cayeron en su sitio, pero no hirieron seriamente a la candidata morenista. De Xóchitl aprendimos que es una personalidad que se perturba ante lo nuevo, pero se recompone y su personalidad prevalece sobre la postura; es decir. el movimiento de las manos abiertas y hacia el frente significa apertura, que no se oculta, y entrega. Es sumamente inquieta y le es difícil estar quieta. ¿Su principio? La palabra, conectar con su audiencia. ¿Lo logró? A medias.
Claudia Sheinbaum es la parte más ardua de este debate por su postura de ganadora en las encuestas. Esto le da al ser humano un margen de confianza extra al que ya le proporcionó ser la corcholata favorita del partido en el gobierno y todo lo que esto proporciona, además del caudal de votantes con el que contó el presidente en turno. Su temperamento lo trae puesto; el cuerpo y labios delgados denotan un carácter frío y es mucho más racionalidad que emoción. Esto no quiere decir que no se altere, pero lo hace sólo frente a retos que ella misma se ha impuesto, de ahí que eligiera ser parte activa en la huelga del CEU, en donde la resistencia les da casi una disciplina militar (marcha, pliegos petitorios, grupos de presión). Como no volteó a ver a nadie, tiene un toque de soberbia subrayado por la ceja alzada, que en María Félix utilizaba cono gesto cinematográfica. Los brazos, en los mítines parecen desprenderse de su cuerpo. En el debate, esta característica no se vio porque estuvo rígida en su papel de “futura presidente” (de “ente”, ser, persona viva) y sentada. Concentrada en su personalidad ultra “intelectualizante”. Se despegó de su discurso para poder actuar así, es cierto, pero le era fácil porque en Morena todo se maneja como mantras que se repiten. Pero, ojo, soltó una frase, como al paso, que no sé si se registró por la audiencia: “Voy a cambiar la Constitución”. ¿Para qué? ¿Cuál es su principio? ¿Por qué inventó cifras y no respondió a ataques? Porque su “prici prendere” (principio) es el poder y todo se vale para alcanzarlo y conservarlo.
Escribe: Guadalupe Elizalde
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