domingo, noviembre 24, 2024

“Que no me alcance la vieja”

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Hace tiempo que una vieja viene tras de mí, por más que trato de escapar, y que no me alcance, es bastante necia, me sigue los pasos y en el primer momento en que me descuide, estará sobre mí. Me mira, la miro, me guiña un ojo divertida cuando intento trepar por la escalera, mueve la cabeza y me dice: déjate de cosas, te duele la rodilla, además tienes flebitis, también te cruje y rechina. Si quiero salir corriendo se aparece y advierte, mejor vete calmada, a veces te falta el aire y te llega el sofoco, ya no estás para carreras ni para ir a las olimpiadas, ten cuidado donde pisas y sé precavida cuando caminas.
Si me como un chocolate, me dice socarrona, mejor come lechuga, berros y espinacas, no te has visto que estás gorda y ya no enflacas con nada, te sube el colesterol, quizá te llenes de azúcar, te fallará un poco la vista y perderás los dientes. Me ha dicho que no tome leche, ni coma con mucha grasa, que evite los embutidos, el pan y las galletitas, mi estómago se hace grande y me gruñirán las tripas. Cuando tomo mi café me hace cara de asombro, dice que me da el insomnio y mi carácter la irrita, más que la menopausia. Me dice que coma menos y en la cena me limite, que me olvide de la cerveza, el tequila y el mezcal, solo una copita de vino tinto es mejor para mi edad.
He comprado muchas cremas, algunas bastante caras y la muy cretina me dice, que le invierta a las Afores, las arrugas no se quitan ni se pueden rellenar, la edad no es reversible, que sea realista y no sueñe, mi mocedad es historia, no hay magia que me quite los años acumulados en mi pobre humanidad. A veces me duele la mano, otras la oreja y un pie, mis ojos ya necesitan anteojos, de cerca no puedo ver, de lejos ya veo borroso y el oído me falla también, la ciática también me aqueja, se me sube la presión, otras veces siento que me falla el corazón, me duele una costilla, me faltan algunos dientes, me dan calambres en las noches, y el pelo también se cae, mis pechos ya no están firmes y ni que decir de mis piernas, mis manos ya tienen manchas y se me olvidan las cosas. Esta vieja es una lata, me sigue por donde voy, pero yo soy más ladina y tengo un plan bien definido, antes que ella me atrape haré lo que tengo pendiente.
Me compraré una moto y me iré a vagar por la vida, quizá también acampe en el bosque, o me tire en paracaídas, comeré muchos helados y bailaré en la lluvia, treparé por algún cerro, recorreré viejos caminos, hallaré nuevos amigos, quizá encuentre un amor, o en el mar me desnude de mis miedos, de la ropa, de mi historia, de recuerdos y de los daños. Comeré lo que me gusta y no me importa si engordo, si no me queda la ropa, si mis arrugas me asustan, si el pelo ya no me crece, si me crujen las rodillas y se me arruina la piel, si me da la taquicardia, si se sube la presión, si las piernas se acalambran y se me caen los dientes, aunque me duelan las costillas y se me encorve la espalda, si el estomago hace ruido y el café me quita el sueño, si el tinnitus hace ruido, ya no me preocupare, y si el corazón se para, pues ni modo, qué he de hacer.
Esta vieja es caraja, y me quiere aquietar, encerrarme en la casa, a tejer y a rezar, a vivir sin emociones, a lamentar mis dolores y mirar por la ventana como la vida se va. Esta vieja tiene nombre, me lo dijo sin dudar, soy tus años, soy tu edad, soy la vieja que te quiere alcanzar.
Escribe: Lorena Reséndiz Mendoza

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