jueves, noviembre 21, 2024

Doce campanadas; un adios #verdadesqueacomodaneincomodandelorena

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*E*sta noche, al sonar las doce campanadas del reloj trescientos sesenta y cinco días pasarán a formar parte de la historia, algunas personas celebrarán con júbilo desmedido este acontecimiento, abrazos, felicitaciones, risas, muchos con abundancia en la mesa, mareados por el alcohol, quizá otros festejando en otro lugar distante de su hogar, habrá familias enteras que festejarán estar unidos, otros llorarán por los ausentes, algunos en soledad por el amor perdido, otros en los brazos de la persona amada, y más de uno abrazando el vacío, la soledad, pensando en quién no puede estar a su lado, cada quién tendrá un motivo y una razón para despedir este año en alegría, tristeza o falsedad.
El maquillaje decembrino, no soportamos estar junto a alguien que nos ha causado algún daño, quien solo finge y guarda las apariencias, porque termina una año y hay que perdonar, forzadas sonrisas, convivencia por conveniencia y así podemos enumerar todo lo que se vive en este día en que despedimos el último día del último mes. Es una tradición hacer rituales, usar calzones rojos para el amor, amarillos para el dinero, salir corriendo con las maletas para que no te falten los viajes, comer lentejas para la abundancia, barrer la casa, el borrego de la suerte, comer doce uvas al escuchar las doce campanadas y por cada una pedir un deseo, escuchar la misa de medianoche, lo importante es celebrar, sin embargo para mí, esta noche será diferente y desearía que para muchas más personas también lo sea.
Esta noche no sacaré las maletas, no seguiré los mitos y tradiciones, esta vez quiero guardar silencio por todos aquellos que no llegaron a esta fecha, por todos aquellos que cerraron los ojos para siempre, por sus familias, por los desaparecidos, por los que tienen hambre, por quienes en un hospital se va escapando la vida, por sus familias, elevaré sin saber rezar, en una plática con el Supremo Creador una oración por todos esos seres que alejados de su patria deambulan por las calles, con la esperanza de encontrar la paz, una vida mejor, la oportunidad de vivir, por aquellos que tienen un ser querido desaparecido, por los que están perdidos en la drogadicción, matándose lentamente y matando día a día a sus familias, a sus padres, a sus hijos, por los perritos de la calle que no pueden hablar, pero sus ojos reclaman un hogar, una caricia, un alimento y solo reciben al igual que muchas personas, el desdén, el desprecio, la indiferencia.
No puedo cambiar el mundo, si puedo cambiar ahora que tengo vida, darme cuenta de lo frágil y efímera que es la existencia, nos olvidamos de vivir, hacemos planes con la seguridad de cumplirlos y nada más falso, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos, he conocido a tanta gente que acumula riquezas, bienes, fama, poder, egolatría y a la muerte no le importa la posición social, la riqueza acumulada, las propiedades, la fama, para ella, al que se lleva es uno más, y se quedan todo lo comprado, atesorado, acuñado, no disfrutado para bien o desgracia de quien se cree merecedor de lo que no le costó obtener, surgen odios, disputas, peleas encarnecidas por la ambición y se olvidan de aquel que se fue, se separan los hermanos, las familias, los esposos, los amigos.
Que esta cena de año nuevo, sea el motivo para tomarse unos minutos, dar gracias por llegar con vida a este último día del año y que te propongas cambiar aquellas actitudes que te han alejado de los demás, si tienes que ofrecer un disculpa, llamar a alguien, buscar a quien por orgullo no te atreves, hazlo ahora, no esperes a reunirte en un funeral para buscar a quien deseas ver, ofrecer tu amistad, un perdón, una visita, un te amo, quizá sea muy tarde y se queden atoradas las palabras, o no te escuche quien ansiaba estar contigo, verte, darte un abrazo, llenar sus ojos de ti.
Somos humanos, llenos de errores pero también con el libre albedrío de ser mejores, de reconstruirnos las veces que sean necesarias. Una pandemia nos alejó de los seres amados, nos encerró y cubrió la boca, quiso ahogar las palabras, sin embargo la voluntad de vivir es mayor, no desgastes tu ser inútilmente, supera tus miedos, cree en todo lo maravilloso que eres, en las metas que tienes por cumplir, sueña, abre tus alas, ama con todo tu ser, entrega de ti lo mejor, no seas débil, sé fuerte, sé firme, sé generoso, no permitas que abusen de ti, que nadie se sienta con el derecho de hacerte a un lado, de ofenderte, de lastimarte, cuando entiendas que llegaste a esta constelación por mandato divino, sabrás que eres la persona más especial de este mundo, ilumina tu ser y podrás ser luz para los demás, no intentes ser ejemplo, no des consejos a quien no te los pida, sé una guía, despréndete de aquellas cosas que pesan, que no son tuyas, vive cada instante como si fuese el último, arriésgate a dar ese paso por el cual has dudado, perder o ganar es experiencia, aprendizaje, poder.
Deseo que este treinta y uno de diciembre de dos mil veintiuno mires al cielo, agradezcas el haber llegado, cierres un capítulo y abras un nuevo diario en el cual registres cada día del nuevo año una experiencia exitosa y que los fracasos sean retos a superar, al sonar las doce campanadas dile al universo cuanto te amas y dilo a los demás, feliz año nuevo a ti, a todos los que leen cada viernes un poco de mi pluma, de mis palabras, de mis pensamientos.
Maestra Lorena Resendiz

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