martes, abril 30, 2024

#verdadesqueacomodaneincomodandelorena Los olvidados del nuevo siglo

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Caminando por el centro de la ciudad de México se encuentra el umbral entre dos mundos, el México antiguo, ese que conserva sus construcciones coloniales, el majestuoso Palacio de Gobierno, la Catedral, la Plaza de la Constitución, los vestigios del Templo mayor, Bellas Artes, La alameda, Santo Domingo y muchas calles más que reflejan la belleza de su arquitectura, en contraste, también se pueden observar construcciones modernas, que hablan de la transición, del cambio, del progreso, inevitable y necesario. La calle de Madero, que comunica directamente del centro a la Torre Latinoamericana es una de las más transitadas de la urbe, si caminas por ahí, te puedes tropezar con personas de diversas nacionalidades, hablando en distintos idiomas, admirando los antiquísimos edificios que ahora albergan cadenas de restaurantes de franquicias extranjeras, grandes tiendas de ropa de diseñadores exclusivos, que hablan de la opulencia y poder económico de quienes ingresan a realizar compras, muestra también el encuentro de dos mundos tan iguales y tan diferentes. El palacio de Bellas Artes alberga en su interior grandes obras, de muralistas que dejaron su legado para la posteridad, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y otros más, están presentes, así como la historia atrapada en su diseño y construcción, sin embargo, este recinto es de México, pero no es para los mexicanos, así como el centro de esta hermosa ciudad, admirada por miles de turistas, que deambulan por sus antiguas calles admirando de las fachadas lo que las distingue de otras construcciones del mundo, verdaderas obras de arte son los templos alrededor, quien entra en ellos ya sea por la fe o por la curiosidad, queda atrapado en las imágenes, en las pinturas, en todos los detalles que cada una posee y que son grandiosas obras del arte sacro. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, por la plancha del zócalo encontramos la otra cara de la moneda, el contraste entre personas de un nivel cultural y socio económico alto, visitantes, que eligen como destino turístico este lugar y los habitantes que han llegado, no como turistas, sino como vendedores de todo tipo de artesanías, curiosidades y del ingenio tan particular de los mexicanos, rostros que muestran la miseria, la tristeza, el hambre, el olvido de su propia raza, la indiferencia de quienes apenas voltean a verlos ya sea porque se acercaron a vender algo, a pedir una limosna o porque algo de ellos llamó su atención, sea su vestimenta, su idioma, su habilidad para realizar algo extraordinario. Es común encontrar artistas desconocidos que con manos hábiles crean con un pedazo de papel aluminio figuras variadas, los que tocan un violín, un acordeón, una guitarra con gran ejecución, aquellos niños que cantan sin ganas, como autómatas esperando recibir unas monedas, mujeres que esconden el rostro tras el rebozo, que permanecen con la mirada abajo, mirando al piso, con voz apenas audible piden ayuda para comer algo, las niñas que cargan un pequeño que seguirá sus pasos, los olvidados del nuevo siglo, los que permanecen atados al pasado, los museos, los restaurantes, las grandes tiendas, no son para ellos, este México no les pertenece, sin embargo se aferran a sus raíces, a sus creencias, a su identidad. Se apartan de los visitantes observan curiosos los grandes aparadores, tímidos no se acercan, los ojos reflejan la tristeza de sentirse extraños en su propia tierra, ésta, que por derecho divino les pertenece. En la calle de Madero encontré a una mujer de avanzada edad ofreciendo ramitos de violetas, un pequeño a su lado ofrecía mazapanes, apenas hablaban español, llamó mi atención la mujer, sentada afuera de la iglesia permanecía ajena al constante ir y venir de las personas que semejaban un enorme hormiguero, pocos volteaban a ver los ramitos blancos y olorosos de las violetas, con vergüenza decía lleva las flores, huelen bonito, rocé su mano y sentí como esa mano llena de trabajos antiquísimos es cálida, es humana como la mía, el niño miraba de reojo mi risa, al fin, ganó la inocencia, me mostró una gran sonrisa, no se sintió juzgado, ni despreciado, compré el ramito, agradecida me miró, tomó la moneda, se persignó con ella, era ya tarde, seguro que no se habían detenido a comprarle. Hablamos tanto de los Derechos Humanos, de la igualdad, de la inclusión y se queda solo en papeles y palabras, el México de los extranjeros no es el mismo para los mexicanos, el nuevo siglo no ha llegado a cambiar nada, han sido despojados, los han dejado en el olvido, sin oportunidades para integrarlos a la nueva era, son la historia viva de una nación, hoy, esa nación ha dejado que mueran lentamente sus tradiciones, sus raíces, su idioma, su raza. Esos olvidados del nuevo siglo caminan junto a nosotros, a veces invisibles, a veces queriendo cambiar, de ellos es la libertad, la tierra, la vida, no los ignores, hagamos que se sientan orgullosos de ser las semillas que germinaron una nueva generación que evolucionó y que se olvida de la igualdad por hablar, vestir y vivir diferente de ellos. Maestra Lorena Reséndiz

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