jueves, noviembre 21, 2024

#MotelGarage DE AYER Y HOY

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Baste el informe de este desordenado banquete para conocer el estado lamentable de las cosas. (Torres de Villarroel. Visiones y visitas con D. Francisco de Quevedo)
Iniciaron con la colocación, a la vera de un accidentado camino, de un encino de no más de un metro de altura que consta en convenio que estuvo 400 por ciento más elevado que otro árbol, en los que el manejo discrecional de dinero no tiene, citando a los clásicos, sino una sola regla: Que no quede huella, que no y que no, que no quede huella, pero ni pedo, lo importante era echar a andar un programa de preservación de la naturaleza, evento donde todo transcurrió muy rápido pero el presidente se la estaba haciendo una pinche eternidad, palabras del uno, del otro, lectura de un poema, de otro, agradecimientos a los unos, a los otros y al presidente municipal por su incalculable acción por el programa de preservación de la naturaleza, luego entonces para cerrar con broche de oro, el presidente municipal fue invitado por el presentador del evento con voz distinta y una solemnidad a prueba de ridículos a que tomara la palabra.
El presidente municipal subió al estrado, iba a decir por sus pistolas, pero es más veraz que diga ni tardo ni perezoso porque ya se le hacía una eternidad, se inclinó ante su público, saludo hacia todos los rincones del lugar y frente al nutrido público pueblerino y escolar sacó una lista de personas a las que les expresó su agradecimiento, entre ellas a su madre, debe ser para compensar todos los que saca la oposición, donde de preferencia se ocupan de su madre, desde el fondo de su corazón, como heroína de alguna de esas películas de Ismael Rodríguez, envuelta en rebozo, llanto y en culpa.
Luce una gruesa cadena de oro alrededor del cuello, viste una camisa a cuadros rojo y blanco, donde luce sin bronca alguna el rostro sonriente del cantante de crudos narcocorridos, que refleja asesinatos, peleas y exaltación a las armas, el Komander, que pareciera haberlo poseído de tanto mirar los videos en el celular inteligente de ese su cantante favorito, actuando en centenares de conciertos, le aprendió sus gestos y la particular dicción.
Por eso, encarna al Komander a la perfección, créanlo, pues al momento de tomar la palabra se transforma y entonces uno escucha y ve al mismísimo cantante de narcocorridos aquí, frente a frente y ya no se diga si trae unos guiscachos encima.
Justifico el gasto que bien lo merece la sociedad que le dio la confianza al gobernante en turno que no es otro que ya había sido delegado en la más jodida delegación municipal donde se vive de los más jodido pero que con su apoyo sacara adelante porque deben mirar al horizonte, soñar con otras cosas, otro municipio, otra vida… y que estaba muy satisfecho de hacer lo que es una gran obra porque la única forma de hacer una gran obra es amar lo que se hace… custodiado por unos cuates que vestían como los Almada o como el Sergio Goyri quienes le juraron lealtad a prueba de balas, pero vale la pena el esfuerzo porque en ese pueblo bicicletero el miedo no anda en burro, andan bien montados en camionetotas bien perronas grandes y negras, de esas de lujo de vidrios polarizados que dejan tras de sí estela de polvo que se empeña en quedar suspendido en el quieto aire de ese pueblo tan jodido.
Aquel árbol fue el motivo mañanero para aventarse el primer trago, al fin y al cabo vino tinto. No otro. Porque no es lo mismo lo que es, y lo que se dice que es, verdad, argumentó el munícipe de un municipio no muy lejos de donde usted o ustedes sus mercedes viven, mientras conminaba a sus amigos empresarios, el secretario de obras públicas, secretario de educación, secretario de finanzas, secretario de proyectos e innovación quien fue de la idea de aquel árbol con la idea de fomentar la cultura de la preservación ecológica, su posición privilegiada en el gabinete municipal le ayudo a convencer a otros secres, pero principalmente al presidente municipal que hizo suya la idea cuando escucho que era un proyecto innovador porque podía pasar a la historia de ese municipio que no pasaba de dos mil adultos y cinco mil menores de edad, como el mejor presidente que haya tenido ese municipio, y coadyuvantes sin faltar aquel que nunca falta de una sensibilidad muy especial, en su triunfo electoral, porque sin su varo, no hubiera ganado y porque solo así se hacen bisnes en la admón.
Cuando fue destapado como candidato, se verifico una gran comilona, en una propiedad, dicen, del empresariado de ese municipio. Luego no pregunten cómo se hacen los méritos suficientes para alcanzar una exitosa carrera política. En razón de su devoción al servicio público y a su convicción de que la administración pública debe entenderse como un apostolado, sus promotores empresarios se convirtieron, de inmediato, en sociocómplices.
Estaban en la sala más chida de la presidencia municipal porque no había otro lugar con espacio suficiente para tantos. Y mando llamar a todos los síndicos. Los que hablan todo el tiempo de sí mismos. Porque también de ellos era el festejo democrático. Y les invito otro trago para ponerse al tiro a sus cuates quien no se conformarían con una piscacha de obras, o más bien para sacarse la cruda que el susodicho funcionario traía porque era evidente que apestaba a alcohol por guey quien le manda, total, aunque lo disimulaba con loción, pero estaba más que visto que no andaba crudo, sino pedo todavía ese que ganó democráticamente en las urnas, porque no hubo transas y compra de votos para su triunfo, no, no es cierto, ni maíz, palomas, fue un triunfo de la ciudadanía, decía quién gustaba de vestir trajes de la tienda Milano, donde se viste el paisano, dicen los envidiosos y ardidos esos que nunca faltan, que ven en los que están en el poder, así sea municipal, a puro cabrón transa, y que le han sumado que el que no transa no avanza a tal grado.
Tomo otro. Invito otros. Adiós a la razón. Adiós a la cordura. Ya no se sabe quién es quién. Ya no se sabe quién es tímido, quien mañoso, quien mustio, quien hijo de la chingada.
Ya quedaban muy pocas botellas de vino tinto y los invitados seguían ordenando más. Y más. Eso lo estaba metiendo en problemas y tuvo que pensar en el plan B.
Había que tomar al toro por los cuernos para mostrar su democrática actitud hacia el pueblo.
Tomo el teléfono para marcar a la nada menos muy redituable dirección de inspección.
Giró instrucciones al panzón y cagón director de inspecciones quien con sobresalto suspendió su tarea, avergonzado de haber sido sacado de un sueño bien chingón porque su trabajo es muy duro, por el que pasaba porque el presidente le estaba marcando y que le solicitaba muy acá el estado que guardaban los decomisos de alcohol mientras anotaba en el escritorio con el dispositivo, generalmente de forma alargada, usado con el propósito de escribir o dibujar, principalmente sobre papel, pero aquí el presidente tomaba dato y seña de lo decomisado y lo plasmaba en el escritorio con el instrumento con la que muchas veces la secre se pica la cabeza, en el mejor de los casos, porque lo mejor que hace la secre es sacarse la cerilla de los oídos con la pluma amarilla bic, previo a sacar el contenedor de tinta del envase amarillo y el extremo de la punta, llevarlo al oído para extraer inconmovible el tapón de cerumen que quien sabe cuántos días le lleva allí porque la muy cabrona seguido a seguido se hace la pendeja de que no escucha cuando le solicitan un favor sus compañeras o cuando recibe una llamada equis pero que si está bien puesta para atender al jefe cuando esté así la requiere y de quien solo ha recibido con todo la caballerosa intención de abrirle la portezuela cuando la lleva a su casa con furiosa velocidad por la accidentada vereda , por donde desaparecen dando tumbos y levantando cauda de tierra finamente pulverizada sin ningún motivo porque la señorita secre vive a la vuelta de la presidencia, pero que si bien es la encargada de regar el chisme por aquí y por allá para luego decir esta boca no es mía porque es bien mosquita muerta, dicen que dicen de la secretaria particular de cabello teñido de rubio quien no quiebra un plato, pero ¿quién les cree a los mexicanos? ¿Lo que dicen hoy tiene mínima credibilidad mañana? , pero que además de estar mostrando sus piernas todas moreteadas se agacho para mostrar un par de buenas razones al presidente municipal electo cuando fue a presentarle sus cartas referenciales y que justo en ese momento el presidente municipal le dijo que era suya la plaza secretarial porque el método funcionaba a la susodicha quien le obsequio una sonrisa coqueta además de otras cosas que ustedes se han de imaginar, porque sí que bien rompe una cazuela bajita la mano, se rumora a las afueras de la presidencia municipal donde todavía anda el caballo blanco con el hocico sangrando.
Cuando se conocieron el presidente y la hoy secretaria, él salió muy amablemente a recibirla a la sala de espera e invito a que pasara a la oficina presidencial no sin antes echarle una mirada de galán presidencial porque mexicanas y mexicanas seguimos siendo cariñosos y fértiles.
Y le invito a sentarse sintiéndose dueño y señor de esa oficina y las otras y más allá que todas suman la presidencia municipal y el municipio donde no existe el pasto, ni los jardines, el agua es muy difícil y sus gentes, recorriendo la silla para atrás. Y ella muy esparcía por la oficina esa cachondez dejándose apachar porque la pocilga en que dormía y la hija de su hermana la pérdida, lentamente iba desapareciendo de su mente…
Y aquel no corrió pero si apuro el paso a cerrar la ventana donde veía las afueras del pueblucho gobernado, los cerros, la tierra reseca, los espinillos, ese sol candente en medio del azul inmenso, ese brillo enceguecedor, que parecía haberse acostumbrado a la ausencia de nubes. Luego corrió perdón apuro el paso y no porque tuviera gente en la sala de espera y que esperara una pronta respuesta a peticiones o demandas sociales o compromisos de la administración pasada, se lanzó a sentarse en su lugar porque le urgía atender a la en aquel entonces prospecto de secretaria y zas se sentó justo en el momento preciso que la postulante se acomodaba en la silla y fue en ese momento que el presidente municipal se agacho a amarrarse el zapato diciéndole no sé qué cosas, no porque estuviera desanudado el cordón; si no porque no le gusta sentir apretados los nudos de los zapatos; y fue en ese preciso momento de reconocimiento a aquellas piernas que le nublaron la mirada, piernas que se dividen para vencerse, pensó, y reparo que la secretaria tenía sus pies obedeciendo a pie juntillas uno sobre el piso mientras que, con el otro en el aire, jugaba con calzarse y descalzarse el zapato usando sólo los dedos de los pies como ya era su costumbre.
Pero el asunto no quedo allí, ese presidente mirón descubrió una costura descosida descomunal y un pálido muslo liso y robusto intentando asolearse, los tobillos delgados, pero no tanto que se pudiesen abrazar con una sola mano.
Luego entonces el presidente se levantó para sentarse bien en la silla giratoria con prepotencia y aprovecho para tocarse la entrepierna por encima del pantalón de piel. Sentía deseos. Estaba caliente. Calenturiento, en un sentido vulgar. Pues a darle que es mole de olla.
Pero les contaba que el más chiludo de ese municipio rodeado de montañas desnudas de árboles pidió dato y seña de lo confiscado con aire de senador romano al director de inspección, que se lo llevarán a esa oficina. Funcionario municipal que en el pecho porta la identificación que lo acredita como director de licencias, la acreditación que le abre todas las puertas de todos los antros, antros por haber, cantinas, tiendas, misceláneas, etc., donde de vez en cuando los dueños de antros palidecen, se cagan del susto, les baja la regla a ellas, los maricones se mean a chorritos, perros desde los patios o azoteas le ladran a su paso por semejante operativo chingaquedito.
Oficina a la que llegaron les decía, ya con unos tragos encima y el presidente mucho más, porque andaba pedo a esas alturas del día laboral, cuando el asistente personal abrió la puerta de esa sala principal, con su aire de perdonavidas dejó pasar delante algunos directores, coordinadores y a sus amigos empresarios que se dispusieron a buscar asiento.
Inmediatamismo fue la instrucción. Había sido.
Quiso decir inmediatamente o lo que lo mismo sin interposición de cosa alguna, pero el muy borracho presidente se le cuatrapeo la idea y a la palabra que manifiesta ser acatada luego, al instante, le sumó la palabra mismo cuyo significado es muy parecido o casi igual, para dar entonces con aquella palabra inmediatamismo, de la cual el escuchante entendió inmediatamente mismo que debía llevar lo decomisado y que guardaba celosamente en la bodega bajo llave de hasta ocho candados porque solo así se podría guarecer de los ratas que nunca faltan pero que es una situación improbable tratándose de susodicho lugar pero que si han sido víctimas de la delincuencia, aun a pesar del Se prohíbe la entrada a toda persona ajena a este lugar bastaban para contener a ratas de dos patas tras las cajas de vinos, chelas y botanas.
Entonces agarro el diablo y se llevó de lo mejor porque al presidente, quien había sido su mejor amigo en la primaria y en la secundaria, no puede andar chupando de esas cosas que a uno dejan todo ciego y pendejo.
Monto cajas y cajas de guíscacho, con tres hospitalarias bolsas de cacahuates salados y papitas respectivamente mientras se ajustaba las gafas y las llevo al lugar indicado en cumplimiento de su deber tomando por el camino más corto porque el Presidente le había hablado al chile, efectivamente, así había recibido la instrucción, fuera de broma a esas alturas de tan pedo que andaba cuando debía usar la “e” usaba la “a” y cuando quería decir algo con “g” terminaba diciéndolo con “b”, con la b de borracho, es que los borrachos y los niños siempre dicen la pura neta.
Solo seis cajas. No más. Tal vez si fuera necesario refaccionarse, regresaba. Y es que se dio un buen consejo: guarda pan para mayo, matojo para tu caballo.
Previo a llegar al lugar indicado se detuvo a contar las cajas del guiscacho para verificar que no se le había caído una en el trayecto, o para cerciorarse de no haber sido víctima de robo, en estos tiempos, ¿quién no es desconfiado? Vivimos en estado de alarma permanente, donde el Presidente municipal no era ningún niño, pero si un cabrón muy borracho, pero eso sí muy honrado, escucho el jefe de la dirección de inspección municipal, que dijo a los presentes en la sala principal llamada como aquel que promovió la constitución que nos rige, y zas que le pregunta, ¿a poco no soy honrado, Aniceto? con voz áspera y conminatoria porque le estaba invitando una copa de vino tinto sin más protocolos y solemnidades más que levantar la copa e invitar a los demás a tomar mientras unos cantaban cucurrucucu paloma no llores y otros el cielito lindo con su engolada voz acompañados de tambor y platillos golpeados con demasiado énfasis pues como el jefe es el jefe de ese pueblo bicicletero cuyas casas están banderitas, guirnaldas y cenefas de papel de China con los rostros de los Niños Héroes, no pudo decirle que no, y mucho menos si el jefe jefe se encontraba con sus cuates empresarios que lo habían apoyado desinteresadamente antes y durante la campaña política con toda la parafernalia que ustedes los lectores y yo sabemos que se cuecen en nuestra democracia, donde a la prole hay que regalarle playeras, paraguas, plumas y gorras mientras tocan unos pinches grupos bien gacho canciones bien chacalozas.
Aniceto escucho su nombre de la boca del presidente con absoluta naturalidad en voz alta para que sus convidados lo escucharan. Convidados y presidente municipal que no volverán temprano a sus casas. Contra el discurso presidencial, la concurrencia luce más interesada en cotorrear que en escuchar discursos presidenciales. Algo común. Escuchar su nombre de la boca del presidente era una experiencia liberadora que lo elevaba al cielo. El presidente respiro profundo al verle. Fumo y lo miro orgulloso.
Allí justamente cuando se entra a esa sala lo primero que ve uno, si uno es buen observador, está la foto del presidente municipal y sus convidados, velando por la estabilidad social, económica, jurídica, publica de la sociedad de ese municipio.
Aniceto, el director de inspección municipal también respiro profundo. Estaba entregando buenas cuentas. Sonrió igual que su jefe.
El presidente volvió a fumar. No había poder humano que parara la fiesta que más que fiesta era una fiestesotota. El humo ascendió lánguidamente hacia el techo y el presidente lo contempla triunfal. Triunfo al que se suma Aniceto. Sea como fuere les une una poderosa amistad.
– Moción de orden, por favor. Quiero presentarles a Aniceto, mi amigo – El presidente municipal alzo la voz y alzo la copa con la mitad de la barrigota metida dentro de una camisa muy chingona y la otra mitad, peluda y grasienta, a la vista pública.
Cuando el presidente le llama por su nombre la cosa cambia. Hasta le gusta su nombre. Por su nombre solo lo llama su señora esposa y el presidente, en importancia y por derecho de antigüedad, en primero el presidente municipal su amigo y ya después quien ustedes leyeron arriba. En esos momentos se acuerda de que son amigos desde atrás tiempo. Que llevan más de 15 años juntos en la política, codo a codo, hombro con hombro. Solo al presidente le permitía que lo llamara por su nombre, no a otro, ni a otros, hasta que apareció la mujer de sus quincenas.
– Tú eres mi mejor especialista en esto, Aniceto, eres el mejor, pero sobre todas las cosas habidas y por haber, eres mi amigo.
A Aniceto le gusta cómo sale su nombre de la boca del presidente. Lo embriaga. Es como un reconocimiento a su trabajo. Era porque lo quería. Le llena de orgullo. Se emociona. Allí siente que su trabajo es muy importante. Como si en su vida no hubiera otra cosa que decomisar vinos, licores, caguamas, y esas chingaderas que a uno dejan ciegos y pendejos. Cuando escucha el nombre de la boca del presidente siente que había nacido para hacer eso que no cualquiera lo hace.
Le gusta recordar el primer operativo. Su mente voló a las tantas veces mientras extraía con parsimonia un cigarro rojo para encenderlo sin prisa. En realidad no supo cuántas.
Inmediatamismo después de la toma de protesta de su amigo el presidente municipal, el amigo probo y luchador infatigable dio su primer gran chingadazo. De aquí soy, se dijo con toda la soberana actitud. Ese es su trabajo. Era su gran oportunidad. Y para tal efecto tuvo que desanudarse la corbata, aspecto clave en ese mundo cuando de cumplir trabajo se trata.
Le gusta hacerlo. El peral sabe de las peras que maduran en sus ramas y Aniceto, sabe de los perales de la administración pública municipal. No por nada disfruta su chamba sin descanso. Para él es un placer. Porque ser director de decomisos no es ninguna vergüenza. Es un trabajo decente. Como cualquier otro. No es malo ni condenable. Malo sería permitir la proliferación de lugares de mala muerte. Todavía más cuando en casos especiales que el presidente lo demanda. Lo disfruta. Pertenece a ese mundo. ¡En ningún otro sitio más! Porque es el mejor.
Aniceto sabe lo que es el poder porque le han pedido el paro de que no se lleve todo. Que se haga de la vista gorda. Que con cuanto se caen para librarla. Que se aliviane. Que no sea malito. Que se los deje pasar.
Aniceto desalojo con parsimonia una voluta de humo, sabe lo que es el triunfo porque más de alguna vez han llorado algunos afectados delante de él.
Aniceto, allí inmutable como una estatua, sabe lo que es arriesgar su vida en misiones peligrosas y difíciles, mientras alzaba la copa vacía pidiendo reposición.
Aniceto es el hombre clave es esa administración. Soy el hombre clave, se dijo con cavernosa voz encendiendo un cigarrillo, recordando que la suerte y el olfato lo habían salvado ya en más de una ocasión.
Aniceto, inmerso en una humareda que podía cortarse con tijeras, sabe de la miseria humana porque más de alguna doñita le ha coqueteado a ese que es más cabrón que bonito que pare el decomiso.
Aniceto, con el cigarro colgado en los labios, conoce el éxito porque a aquellos que lo veían con malos ojos les ha hecho morder el polvo de la derrota.
Aniceto, tras triturar la colilla en el piso del salón, conoce la gloria porque se siente protegido por la ley y la justicia.
Aniceto sabe lo que es la amistad, porque les cayó la boca a aquellos que le llegaron a decir que era un carga maletín. Recuerda que cuando eran bien chavos, el hoy presidente municipal le comento que algún día iba a llegar a ser presidente municipal, y se lo dijo al chile o sea, muy decidido. El Aniceto no dudo que así fuera. Vio a su amigo como un presidente municipal hecho y derecho.
Al lado del mero mero chingón municipal se encontraba un sujeto panzón, que no están ustedes para saberlo pero era su primo, porque como una mazorca de maíz que la vida va desgranando, poco a poco sus familiares de parte de su esposa quien es la presidenta del desarrollo de la familia y suya fueron entrando a la administración pública, en extremo moreno y con recuerdos de un extremo devastador acné en el rostro quien veía a todos con cara de mandarlos a la chingada. Vestía traje y corbata oscuros y empuñaba un rifle cuerno de chivo o AK 47, por todos muy conocido, quien minutos antes le había pasado báscula con expedita eficacia, sin pronunciar ninguna palabra, porque es de pocas palabras, como debe ser y hacerse porque prevalece la ley del más fuerte y la vida no vale nada.
Está bien que se la jale, pero que no se columpie, dijo uno de los presentes quien paso por la verificación de sujeto panzón.
Oiga, le pregunto muy seria al presidentucho municipal una nueva prima que había salido de quién sabe dónde, y ese día entro a trabajar, y a quien había saludado en el cachete con un beso, cuando se moría de ganas de romperle la boca de un beso, si me juzgan por ser familiar tuyo, no te preocupes prima, ¡pues nomás me los manda a la chingada y ya!
Nada que un favor a familiar de parte de padre o de madre del presidente municipal era negado si la petición tenía lógica, y si no, pues no había problema. Se buscaba solución. Había solución.
La prima recién aparecida en la administración pública municipal, nunca de los nunca se había presentado con el hoy presidente municipal, su próxima a un presidente municipal fue cuando ganó el concurso a la flor más bella del ejido, era evidente porque nunca le había pedido un favor, vaya ni siquiera se conocían, se habían escuchado rumores familiares de sus respectivas existencias, el presidente había escuchado de una prima que había sido la flor más bella del ejido y la prima más bella del ejido había escuchado que tenía un primo que había sido dirigente del partido en la comunidad, pero hasta esa fiesta se conocieron, el cargo que ahora ocupaba era una buena oportunidad de algo que no se presenta a menudo, luego entonces se lanzó a conocerlo. Y a pedirle chamba. Nada pendeja.
Fue un encuentro emotivo. Le dio otro beso nada pendejo. Y ella correspondió. Y él le dio otro. Y ella correspondiente. Como si la vida fuera una canción de Juan Gabriel.
Nada pendejos.
Además que yo te puedo servir para muchas cosas, se dijeron mutuamente al oído. Y se cagaron de la risa.
Y el gordo director de inspección se empinó la primera copa mientras reprimió las carcajadas que amenazaban con escapársele en torrente derivado de aquel que estaba al lado del mero mero municipal. Muy tranquilo tomo el primer sorbo. Con mucha solemnidad. Lo mejor es no jalarle la cola al Diablo.
Que por dentro hubiera preferido una caguama para que más que la verdad, no por nada semejante panza pero también por tragón, porque lo suyo lo suyo es empinarse cada ocho días y fiestas de guardar pura caguama escuchando narcocorridos de gente chingona que es buscada por las agencias gringas de narcóticos, que ya no le hacen nada lo que es nada porque bien se puede chupar dos cartones de caguama y no hace ningún relajo, consta en comentarios de la esposa ligeramente rellenita y muy sexi quien gusta vestir faldas cortas y quien entre broma y broma dice que su marido caguamero y panzón necesita urgentemente a alguien que sepa brujería para hacerle un amarre…pero de tripas porque dice que ya no debe seguir caguameando ni tragando tacos, tortas y tamales así, que las vecinas por fastidiar dicen que se desabrocha muy fácilmente, porque la ley nunca se equivoca y familiares, de esas que parecen un durazno maduro pero firme al que provoca meterle el diente, dice el compadre bajita la voz a otro que los acompaña, mientras el panzón funcionario se empina la caguama, porque si bien que le trae ganas el pinche compadre a la gordita que no está de mal ver que hasta antes de arrejuntarse con el susodicho funcionario que llegaba cayéndose de borracho al restaurante bar de la carretera donde trabajaba de mesera donde aquel un día se levantó con el pie derecho porque después de tantas súplicas y suplicas porque lo traía loco de remate donde se imaginaba el tono del tibio jadeo y los besos de esa mesera: mua, mua…
Un buen día le dijo que si al borracho funcionario público municipal quien en verdad era un genio, captó de inmediato el tiempo del verbo y, en sus adentros, se dijo: ¡Ya chingué!, honroso de apropiarse de una mercancía por estar prohibida o por comerciar con ella de manera ilegal, y este acepto de mil amores porque ya andaba que se le cocían las habas por esa meserita de mente abierta que robaba tiempo al tiempo para poder atenderlo todo y a todos con una habilidad extraordinaria, y quería vivir con ella, hallando solo gestos de desaprobación en algunos clientes asiduos a ese pinchurriento lugar mientras otros mantenían conversaciones llenas de algarabía.
Aquel día se pusieron una peda con el alcohol decomisado allí en ese bar, para pasar a ponerle Jorge al niño con contundencia demencial, el triunfo primero, y su contundencia, luego, cuyo dueño les mentó la madre a ese par de novios con enfático ademan del brazo y porque no decirlo, también mentalmente.
Ella aquel día había pasado tantas horas con tantos clientes bailando que sus zapatos acabaron perdiendo el uno un taco y el otro la suela.
Durante segundos paralizantes no supo qué hacer cuando ingreso a la sala principal. Lo más sensato era poner patitas en la calle pronto y rápido pero su sentido del deber le exigía quedarse allí, y entonces agarro el celular para marcar a su querida esposa.
Muy serio marco a su esposa ex mesera quien en ese preciso momento lanzaba grititos que lo mismo podrían interpretarse de dolor que de placer. Para él es guapa, no guapa de esas que tienes cerca y suspiras, guapa de aquellas otras que tienes lejos y te falta el aire.
Sin ella no es nadie. Sólo de recordarla se le acelera el corazón. –Hace una pausa para reprimir sus emociones: –Todo era maravilloso: Ella es su seguridad, su estabilidad, es su consuelo y soporte, todo el refugio que uno espera luego del regreso de una gran batalla en el trabajo decomisando guiskis, chelas, rones, tonayan y demás tipos y marcas.
Y le explico a su mujer, cuidándose de no ser escuchado por los presentes compañeros, que tenía que quedarse en la oficina por instrucción presidencial, y su abnegada esposa lo escuchaba con el Jesús en la boca, envuelta en una bata de franela cochanbrosa, porque la mera verdad es que de ese taponcito que tenía como marido y director competente en el decomiso de alcohol, y hasta botanas, solo superficiales estocadas recibía que le hacía solo cosquillitas. ¿Qué tiene de malo que la ex mesera se aviente un palo como antes? ¡Nada! Es su gusto y punto. Hay que respetarla. No podemos pretender que esa ex mesera no sea la misma de antes. Así que con tu permisito, me vas dejando el campito, pensó el compadre del Aniceto funcionario municipal quien estaba dándole duro y macizo a esa ex mesera cuyas caderas marcaban el paso de que lo ancho sigue teniendo su chiste.
La ex mesera dijo con una voz perturbada que no se preocupara a su esposo

Y el Aniceto se tomó la copa imperturbable. Con aplomo. Su esposa le había dicho cosas hermosas.
Muy serio. Ahora ya no había que darle más vueltas al asunto, estaba en una reunión. Emocionado se cercioro de que el saco estuviera abotonado correctamente, el nudo de la corbata descansara en su lugar. Y dio otro sorbo.
Ya luego se volvió a empinar la copa.
Sintió cómo bajaba hasta el estómago, donde hacía unos minutos se estaban procesando unas gorditas que había comprado con la señora de la esquina donde nadie lo vio, y si alguien lo vio, no les pareció extraño que saliera de la oficina para ir a comer unas gorditas de migajas con chicharrón prensado en salsa verde, u otras de nopalitos y cilantro desbordantes de escarolas de lechuga, porque es lo que ha hecho por mucho tiempo junto a la iglesia de San Judas Tadeo, santito de las causas desesperadas porque no tiene de malo creer o no creer en Dios, lo ridícula es creer superioridad por estar en cualquiera de las dos orillas, a donde llegó muerto de cansancio, quien al dar el primer dientazo a la primera gordita sintió que alcanzaba las alturas celestiales porque de verdad, la puritita verdad, traía una hambre del demonio y le valió reverenda madre que el viejito, quien desconfía de todo el mundo, hasta de su viejita, que estaba sentado en un sofá y cuyas manos descansaban en la empuñadura de un bastón se le quedara viendo.
A partir de ese momento solo era cosa de esperar otro milagro.
La quincena.
Lo bueno es que él había llegado antes de cualquier otro parroquiano, cuando aún quedaban muchos guisos en esos sartenes ennegrecidos por el uso para escoger donde una anciana de cabellos blanquísimos, atados con un lazo verde, orgullosa de sus habilidades para cocinar le mostró y ofreció las gorditas y este funcionario mientras se comía la cuarta gordita le preguntaba el secreto para hacer las salsas y los guisados.
Pero el Presidente se dio cuenta y sin pelos en la lengua solicitando una moción de orden a los asistentes, le dijo al director que no se hiciera como ustedes ya lo saben, y zas le dio otra al que tenía a su lado y ese se la dio al otro y este otro al otro hasta llegar a manos del director porque así había sido la instrucción presidencial con la mano de que le hicieran llegar otra copa de vino tinto al funcionario municipal que había llegado sudando la gota gorda con seis cajas de guiscacho a la oficina donde departían el primer círculo de la administración y alegres compadres empresarios, sin dejar de mencionar a la secretaria dientes de defensa delantera y ojos pispiretos a quien ya le brillaban porque sumisa obedecía una copa tras copa porque al fin y al cabo una no es ninguna decía a quien el director de inspección no jallo en su lugar secretarial porque estaba acompañando al jefe, vestía blusa roja, falda gris con cuadros blancos, con la bastilla arriba de la rodilla enseñando unos muslos moreteados al secretario general ( chingaquedito con los subalternos sindicalizados), del sindicato municipal quien ojos ávidos, con sonrisita de maniático sexual, cara de sátiro que no puede con ella y su cabeza revoloteándome porque si se duerme le pasa lo que al camarón que se durmió, mientras veía semejantes moretones que le mostraba esa secretaría que ya también traía sus cubas encima donde compartían el presidente municipal, cabildo, amigos empresarios y concurrentes en ceremonia fastuosa en el salón principal municipal mientras el presidente decía y decía tantitas cosas mientras se limpiaba muy acá según los cánones pueblerinos, el sudor de la frente con un pañuelo blanco, mientras así nomás por no dejar, por el rabillo del ojo izquierdo veía como el Secretario general veía esos moretonzotes que le mostraba su secretaría particular, que se había retirado de la bolsita superior del traje de aquella tienda que ustedes ya conocen, tantas cosas como si anduviera en campaña, ora con la mano izquierda, ora con la mano derecha, después ambas y así y así y así y así prometía y prometía a un millón de revoluciones por décimas de segundo a los allí asistentes que había ganado concursos de oratoria en la primaria de ese pinchurriento municipio pero que se la había creído tanto y tanto que para luego es tarde se lanzó a la política sabedor de sus dotes orales y quien invitaba e invitaba a los allí presente a chupar con todas las de la ley porque el mundo se iba a acabar mientras dos que tres ya bailaban en cámara lenta como si trajeran a su dama, viejecita querida o noviecita, dejando atrás esas ideas que de morros les decían de que si se portaban mal vendría la bruja por la noche, volando montada en su escoba. Les decían sus padres que la malvada bruja entraría fortuita por una rendija de la ventana y les llevaría como castigo de su mal comportamiento.
A esas alturas aquello era un verdadero desmadre, eso sí democrático, que no quede la menor duda. Su cotorreo iba de El Chapo al Chapo. Del CJNJ al CJNJ. De Escobar a Escobar. De los de la última letra a los de la última letra. Aquí no había Villa, ni Zapata. No parecen necesarios en este desmadre histórico revolucionario que allí se verificaba.
Para aclarar, y para acallar malos comentarios, ciertamente en la casa del presidente municipal hay una foto de ese político portando un AK 47 pero la explicación es sencilla: trabajando como una mula, cuando fue a visitar a la zona militar, le estaban enseñando las armas y, curioso, pregunto tanto por los famosos cuernos de chivo. Se la mostraron y fue retratado por su coordinador de comunicación social con ella. Lo demás ya es parte de esa cadena de mentiras tejidas alrededor de un hecho cierto, una foto de un ser incapaz de matar una mosca, de hacer algo tan deleznable.
Todo lo que inventan sin piedad los chismosos es producto de lo que logra la voz populi, que no es otra cosa que una cadena de envidia que provoca que lo que uno dice, el otro lo copie y lo agrega una pisquita y el tercero diga que alguien lo vio, y después sin ninguna comprobación justa y real, ¡ya todo el mundo de ese pueblito lo da como un hecho veraz!
A esas alturas de la fenomenal peda ya había varios pedos. Tan pedos andaban que se sacaban un montón de selfies. Inolvidables fotos para el face. Sacarlos de ahí fue verdaderamente una tarea de titanes. Del presidente municipal ni se diga, ese ya andaba pedo desde un día anterior. Entre los pedos ya estaba también el abogado municipal. Quien ya había formulado, vía su secretaria, para no esperar a curarse la cura, como abogado de oficio, un documento a todos los enfiestados, incluyéndose el, para defenderse de algún señalamiento.
El director de licencias ya estaba pedo. No era el único. Tal vez fue la personalidad de Aniceto o la fraternidad que suele darse en esa sórdida sala, pero Aniceto ya en plena confesión y con un sentimiento de satisfacción le recordaba al gordo escolta a quien le ardían los ojos porque la sala parecía disiparse detrás de una densa nube de humo de cigarros marlboro rojos, light u otros, que conoció a muchas mujeres, en las que se hundió en la desesperanza. Que muchas le daban el consuelo de su conversación amena; unas pocas, la inocencia que lo desarmaba y le hacía verse como un canalla; otras, ensordecedores silencios o viajes interminables hacia lo banal e intrascendente; y algunas, encierro total, pero al fin conoció a la ex mesera a quien el escolta también llego a conocer y quien cuando escucho santo y seña de la mujer del funcionario municipal se puso a estornudar de mentiritas y hasta disimulo una ronquera, porque la verdad era que este había conocido a esa ex mesera y hasta en varias ocasiones le había llegado a prometer trabajo en la presidencia municipal, cuando esta le había metido la mano por adentro del pantalón y así mismo se lo llevaba hasta uno de los privados de esa cantina de carretera y cerró la puerta con seguro, escuchándose el clic y otra promesa más, luego entonces la ex mesera le daba unos descuentos especiales y otras cosas más en santa paz mientras en la televisión se proyectaban películas porno.
Un instante más tarde estaba el Secretario general del sindicato casi encima de la secretaria particular intentando desvestirla, le dice que no tiene idea de lo caliente que está, pero ella se lo quitó cuando vio que el mero chingón de la presidencia no dejaba de verla.
Y para luego es tarde se lo quito porque ella no es, como afirman quienes con ligereza la señalan, de la calle porque ella sí bien que atiende los más relevantes asuntos de trabajo que le confiere el Presidente municipal con la correspondiente prestación de servicios a cambio.
Camino a la puerta argumentando que es claustrofóbica y que si no consigue salir le va a empezar a faltar el aire, y aprovecho y se abrazó del presidente municipal quien se dejó llevar empujando contra viento y marea a una mujer vestida con ropa ligera quien hablaba hasta por los codos, sin pedir disculpas, que por supuesto que lo volvería a hacer.
Él le ofreció una botella de guiscacho a su princesa secretaria y se le acercó tanto tanto para ir justo al centro de gravedad de sus labios quien lo recibió con una sonrisa, presintiendo lo que seguiría, porque ella tiene cara de princesa, pero toma como albañil recién pagado. Ese punto exacto que mantiene la vida en pie. Por necesidad, por comodidad, también quizá por algo de amor.
Ella aceptó gustosa con una mirada cachonda. Lo que seguía prometía ser perfecto.
Las seis cajas de guiski, valieron para una pura y dos con sal, ni pedo. Lo único válido es lo que ya ocurrió y, si me permiten mezclar mis metáforas, palo dado ni Dios lo quita.
Nada de eso pudo suceder sin dejar huellas legales en documentos oficiales porque algún cabezón se le cayó guiscacho en documentos importantes. Y quien sabe que más, porque por ahí paso de todo. No había a quien recordarle su diez de mayo porque ninguno al día siguiente se acordaba de lo que había cometido en esa tremenda reunión oficial sin descanso. Ninguno ni siquiera llego a recordar de manera inexacta las chingaderas que hizo.
Le abrió la puerta de la camionetota. Tomaron camino. Para allá del municipio. Con la misma velocidad con la que se hace algo ilegal dejando tras de sí estela de polvo pasando encima de un pinche árbol cuyo costo estuvo 400 por ciento más elevado.
Ni pedo.
Iniciaron con la colocación, a la vera de un accidentado camino… Augusto Sebastian [email protected]

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