jueves, mayo 2, 2024

LOS GUSTOS DEL PATRON #MotelGarage

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Apúrenle cabrones. Apúrenle. No se hagan pendejos. Así con esas palabrotas el jefe conminaba a sus guarros a que acataran la orden. A mi compadre le gustan ese tipo de morras y ni modo que qué. Apúrenle pendejos. Allí estaba ese cabrón con su conocido tono autoritario quien disfrutaba del dinero del narco como si fuese maná caído del cielo. Allí estaba el gordo que sudaba a cántaros descamisado dando órdenes como si trajera piedras atoradas en el pescuezo mientras daba otro tragote a una Coca Cola ligh de lata, se limpió la jeta con el antebrazo, mala costumbre soltar: apúrenle cabrones volvió a dar órdenes un narcotraficante en ascenso con ínfulas del Chapo Guzmán apodado el Gordo como si trajera piedras atoradas en el pescuezo, pero nadie se ríe de ese defecto porque ya saben que se los carga la chingada si se burlan del gordo. Un cabrón que ha metido al gabacho un chingomadral de fentanilo y que cuando canta canta de la chingada, pero no tan de la chingada como ese Vicente Fernández o ese tal Chalino que de verdad cantan de la puritita chingada porque como estos nadie canta tan de la chingada.

Allí en el cuarto cercano estaba una morra sentada con las piernas tan juntas cuyos rezos y lágrimas no surtieron efecto. Esta muerta del susto. Se mordía los labios mientras rezaba de forma desordenada un rezo que no podía recordar completamente. Nunca se hubiera imaginado que su fiesta terminara así. Le temblaban las manos. Estaba muy nerviosa. Muy morra. Una morra que no terminaba de aparentar si lo que tenía era frio, miedo, cansancio o todo a la vez. 15 años ni más ni menos. 12 de enero. El vestido –un jolgorio azul y malva de tul, pedrería y satén, con una diadema de brillantes – ocupa todo el suelo disponible en la pequeña habitación, su cabello corto y negro, sus manos tan blancas con uñas recién cortadas y esmaltadas de color caramelo, párpados rosados como de princesa japonesa. Sus padres le bautizaron y registraron con ese nombre por el día en que nació: 11 de enero. Las que llevan por nombre Alejandra son personas que rechazan la lucha y ante buscar la armonía y la paz. Las Alejandras son mujeres luchadoras, valientes, que afrontan la vida de frente y no temen nada. Los retos difíciles son sus preferidos, pero sin dar rodeos ni juegos sucios. Y es que este nombre también implica dulzura, confianza y lealtad. Además, son muy familiares, aunque, cuidado, que cuando se enfadan pueden convertirse en personas caprichosas y algo orgullosas, llegando a ser muy autoritaria.

Alejandra está en esa frágil edad en la que los ositos conviven con el rímel. Era su fiesta de quince años. ¡Qué cosa más linda, la flor de la juventud! Había sido una semana de gran movimiento, entusiasmo, energía, tensión y alegría. Al fin llegó el 11 de enero, la fecha exacta del cumpleaños. Ella es linda, curiosamente linda. De senos blancos y aplanados como huevos fritos. El rito de paso de niña a mujer fundamental en la cultura popular latina. Festejaba. Festejaban. Ella entro triunfal al salón de fiestas con ese majestuoso vestido que todos quedaran boqui abiertos con la entrada de la quinceañera junto a sus chambelanes.

Fue este el momento ideal para colocar esa canción de entrada espectacular que tanto le gusta y eligió para que todos le vieran entrar majestuosamente a su gran fiesta de quinceaños. Ella se veía fenomenal.

Pero que lucía un tanto seria, tal vez porque presentía algo. Tenía un mal presentimiento. Los invitados iban a degustar barbacoa, mole con carne de cerdo, arroz, pastel, cerveza, tequila, torres 10 etc. Tres bandas animaban la fiesta sobre un entarimado cada una en su respectivo tiempo.

La jornada empezó con una misa, un acto reservado para la familia y amigos escolares y de la colonia. Era un día precioso. Había un cielo azul lavado, Para después trasladarse al salón de fiestas donde más de uno tragaba como puerco y bebe como si el alcohol se fuera a acabar. Y zas. De pronto un comando entro a la fiesta soltando ráfagas al techo con sus AK 47 quien sabe porque chingados mejor conocido como cuerno de chivo del local de fiestas familiares. Un chingomadral de balazos con un arma que en la guerra es la más utilizada. Un arma de guerra que tiene una estructura tan sencilla que los niños soviéticos aprendían a armarlo y desarmarlo en la escuela. No chingaderas. No podría ser de otro modo. Llegaron en camionetas suburban y Tahoe negras, sin placas ni insignias y con los vidrios levantados para llevarse a la festejada porque era de los gustos de un cabrón del crimen organizado. Fue la última vez que la vieron su padre, madre y tres hermanos. Entonces el miedo se apoderó de la quinceañera. Todo había sucedido tan rápido.
Escribe: Augusto Sebastián

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