Un golpe seco. Lentes tirados en el pavimento. Un charco turbio que adquiere un color púrpura. La puerta del auto se abre, una pierna femenina en media negra; la zapatilla plateada de tacón de aguja desciende hasta el asfalto, la luz de los faros ilumina la escena: una suave lluvia se evidencia en el haz amarillo . . .voz quejumbrosa emitida por el bulto humano, pide ayuda . . .la mujer mete la mano en su saco, extrae unas tijeras, el brillo metálico refulge como una luciérnaga que baja rápidamente hacia el cuerpo aún caliente, todavía con vida, se pierde el metal en la carne hasta llegar al corazón . . .la mujer voltea a ambos lados para asegurarse no haber sido vista en su acto de piedad . . .ha exterminado de un tajo el dolor del herido y ahora terminará con la evidencia acusatoria, nadie la vio, sólo la lluvia que empieza a aumentar su insistencia . . .pisotea los lentes, esconde las tijeras ensangrentadas, regresa al auto . . .cierra la puerta . . .las llantas rechinan enfilándose hacia el muerto, pasa sobre el cuerpo que cruje como nuez ante el martillo . . .regresa sobre él hasta volverlo una masa sanguinolenta . . .se detiene . . .abre la cajuela . . .extrae un galón de gasolina . . .baña el cuerpo o lo que queda con el líquido, extrae un zippo . . .lo enciende . . .prende un cigarro y lo arroja sobre el cuerpo, empieza a hacer combustión . . .a pesar de la ligera lluvia . . .sube al auto . . .se aleja . . .sonríe mientras en el espejo retrovisor el bulto de fuego se refleja . . .al día siguiente se despierta relajada y recuerda el incidente . . .por fin . . .por fin logró deshacerse de su aburrido esposo.
Escribe: Fernando Roque Soto Martínez
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