lunes, abril 29, 2024

De cómo los que no leen repiten la historia     Por si usted no sabía…

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Buen miércoles a las y los lectores que tienen a bien no sólo leer esta columna, sino que la alimentan con sus comentarios y conocimientos, ayudándome a entender que no hay un punto de vista, sino que la verdad se conforma con muchas razones que la mente humana logra aprehender, y emprende para hacer de la vida en sociedad algo más rico y útil para nuestra evolución como sociedad. 

  Por las habladas del secretario de Gobernación, Adán Augusto López –quien debería ser menos “listo” y más culto-, volví por enésima vez a la consulta de la biografía política del General Lázaro Cárdenas quien dio fin a los regímenes militares, harto México de las guerras que éstos mantenían en sus ansias por mantenerse en el poder. Porque el camino al mando es una lucha constante, y los militares son especialistas en lidias, espionaje y estrategias que son enfocadas y planeadas como se hace en una guerra. Pobre que estaba México en aquellos años ¡y sin poder garantizar la paz! Además, el país hacía malabares en un ladrillo tras la expropiación petrolera; los EEUU se negaban a comprar el petróleo mexicano mientras no se pagara la deuda a las compañías expropiadas; tampoco se compraba la plata nacional y, para colmo, la rebelión Cedillista (general Saturnino Cedillo) –se dijo- estaba siendo alimentada con dinero y armas desde Alemania, a quien se le hacía tarde apropiarse del combustible que podría servirle en la guerra. Época de luchas fascistas, con el generalísimo Franco en el poder español y la naciente derecha partidista mexicana, Juan Andreu Almazán no garantizaba la paz, de ninguna manera. Era un tipo rico pero no héroe, como Cedillo, ni amaba la patria hasta la muerte. Sopesó alzarse contra el General Lázaro Cárdenas, pero prefirió, muy listo él, pelearse con Manuel Ávila Camacho, de quien afirmaba que era el candidato perdedor y él una especie de “presidente legítimo”. ¡Qué coincidencias tiene nuestra historia!

  El embajador estadunidense, Daniels, y el presidente Roosevelt no estaban dispuestos a soportar un nuevo levantamiento en su frontera sur, pues les convenía tener en México a un vecino creciente, próspero, económicamente activo, más igualitario, independiente, democrático y en paz, aunque para esto la dependencia económica con el vecino del norte fuera creciente y principalísima, como lo es hoy. Hay que recordar que el gobierno del norte era demócrata y por esa razón el general Ávila Camacho, candidato, y el mismo gobierno del general Lázaro Cárdenas fueron bajando el volumen al tono extremo de sus discursos, hasta que Ávila Camacho declaró abiertamente “ser creyente”.

  Fue así que el general Juan Isidro Andreu Almazán, ex soldado zapatista, empresario y general, prefirió el retiro para seguir gozando del favor de sus negocios, pues para ser guerrillero, desde los 20 años vivió padeciendo esta suerte. Por su corta edad le llamaron “el General Niño”. Entonces, un poco por la presión de los EEUU y las necesidades arriba enumeradas de la rudimentaria Nación Mexicana, el general Ávila Camacho llegó a la Presidencia de la República después del general Lázaro Cárdenas del Río.

  Quien no conoce la historia, la repite; y si hago énfasis en los grados militares de los personajes aquí nombrados, es porque tanto el señor Presidente como su hebilla, el secretario de Gobernación se han dedicado a decir que los militares no tienen aspiraciones políticas, comentarios que no vienen al caso a menos que él tenga “otros datos”, o a explicación no pedida… Pero Adán Augusto López está peor, porque ahora ha dejado su puesto de conciliador entre los estados de la República y el poder Ejecutivo para hacer dos trabajos para el que no está contratado: ser vocero de la Defensa Nacional, e ir a sembrar la crítica y el menosprecio entre los gobiernos locales. Que alguien le explique, por favor, que ellos, la 4T, gobiernan a todos los mexicanos y no sólo para los gobernadores emanados de Morena, de quienes hablan maravillas. Sin embargo, los propios números del gobierno muestran que los estados con mayor número de actos violentos son los emanados de ese partido y de las políticas de la 4T.

  Tras estos avatares, tener un camino arduo hacia la democracia, tras pasar del control absoluto de un gobierno centralista a una herramienta democrática construida por todos y por las convicciones políticas de un expresidente, Ernesto Zedillo, por fin construimos en México un órgano electoral de vigilancia ciudadana que ahora el presidente López Obrador quiere destruir para construir otro “a modo”. O sea, propone una vuelta al pasado en el molde del peor PRI.

Escribe: Guadalupe Elizalde

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