¡ Zas ¡ otro balonazo en la pared de la casa de Martín, trata de concentrarse y otra vez ese maldito ruido.-Lárguense a jugar a otro maldito lado-fue su grito imperioso, y como respuesta obtuvo una retahíla de insultos y burlas de los niños.-¡ DÉJENME TRABAJAR EN PAZ ¡ y obtuvo como respuesta otro sonoro balonazo en su puerta. Se colocó los tapones para los oídos que tenía preparados. Pero aún el ruido traspasaba esas ingénuas protecciones. Salió enfurecido, se encontró al padre de Juanito, el capitán de la pandilla que solía molestarlo, se hicieron de palabras, Martín se contuvo y se volvió a encerrar en su casa, mientras trataba de concentrarse puso música a todo volúmen. Eso era todos los días, Martín tenía los nervios destrozados, acudió al sicoanalista, quién le recomendó salir temporalmente de la ciudad, . . . solicitó permiso en su trabajo, empacó y marchó al campo. Llegó por la tarde a la cabaña que había alquilado, se relajó y trató de dormir una siesta cuando el ruido insistente de una sierra eléctrica reavivó su martirio, se colocó sus tapones contra el ruido y regresó a la ciudad decidido a traer los tapones todo el tiempo, esa sería la solución, iría a la tienda, al trabajo, a los restaurantes con estos puestos para protegerse del maldito ruido y para protestar contra esa maraña de sonidos obsesivos que se habían adueñado del mundo, de su mundo.
Manejó toda la noche, llegando a la ciudad al amanecer; aparcó su camioneta en el estacionamiento; ya la gente empezaba a irse al trabajo; iba a cruzar la acera para llegar a su casa, descubrió al maldito padre de Juanito haciéndole señas con la mano, seguro estaría insultándolo, no le hizo caso, cruzó . . .un enorme camión que se le venía encima fue lo último que vió antes de morir aplastado . . .pues sus magníficos tapones le habían impedido escuchar al padre de Juanito, quién le estaba gritando que no cruzara en ese momento . . .pero por fin se cumplió su deseo: ya no escucharía más el molesto ruido.
Escribe: Fernando Roque Soto Martínez
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