lunes, abril 29, 2024

LA MARCHA QUE SACÓ DE QUICIO AL PRESIDENTE   EL JICOTE

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Santa Anna no andaba mal cuando exigía que le llamaran: “Alteza serenísima”. Efectivamente, como decían los griegos, la primera virtud del hombre debe ser: “El control de sí mismo”. Si además se actúa con serenidad, ese equilibrio profundo que nace de la información, la tolerancia y la comprensión de lo que nos rodea, es una garantía de un buen gobierno. Ejemplo de todo lo contrario ha sido López Obrador, que ante la manifestación, actuó como un “Presidente alteradísimo”; una alteza perturbada.

Ante la realidad de que en la formación de la opinión nacional no es él la única voz, ni es el monopolista de las calles, le hizo perder el control de sí mismo. Ya fuera de quicio el Ejecutivo actuó en contra de sí mismo; cada ocasión que lanzaba un ataque contra la manifestación parecía que su verdadera intención era suicidarse. Pasemos a probarlo.

López Obrador fue el principal promotor de la manifestación. La hazaña histórica de reunir tanta gente y tan diversa, sin ningún regateo, a él le corresponde. Todos los días recordaba la convocatoria y si hubiera cobrado por semejante difusión, los organizadores estarían en la quiebra.

No conforme con ello y por si hubiera alguna duda de su estrategia para no perder ninguna oportunidad de meterse autogoles, les dijo todo tipo de ofensas a los manifestantes: “clasistas, racistas, rateros, deshonestos, cretinos y corruptazos”. De seguir así las “Mañaneras” iban a tener que cambiar al horario de la noche, “sólo para adultos”. Daba la impresión que consideraba que si no los azuzaba lo suficiente, había la posibilidad de que alguna gente no fuera a caminar bajo el sol y se quedara en casa gozando su dominguito. Hasta los queretanos demostraron que no solo caminan en peregrinaciones religiosas sino que salen a las calles por motivos cívico terrenales. Todo gracias al Señor Presidente.

Como remate de su papel involuntario y hasta chusco de villano, promotor de la manifestación, López Obrador decidió boicotearla. Claudia Sheinbaum, que impresiona por su anti carisma, declaró en pleno domingo contingencia ambiental. No amedrentó sino que estimuló. Ganas no le faltaron al Ejecutivo de llamar al Fiscal para que sacara fotografías de cada participante y los amenazara con abrirles un expediente si seguían marchando. A esos niveles de ira llegó el Presidente.

 La pérdida de la razón es contagiosa, Martin Batres, consideró que el número de participantes había sido entre diez mil o doce mil, lo que obligó al mismo Presidente a corregirlo. El rumor es que Martin Batres dijo esa cifra tan absurda, porque vale más la lealtad que la capacidad y hace méritos para que lo nombren Secretario de Educación.

Chistoretes aparte, es necesario ver hacia al futuro y exhibir lo que parece aún más preocupante: las elecciones del 2024. Es evidente que López Obrador no reconocerá los resultados de las votaciones si no le son favorables. Su desesperación ya no la disimula y convoca a otra marcha, la llamada “Marcha de los ardidos”. Posteriormente intentará meter la mano en el nombramiento de los nuevos cuatro consejeros del INE. Como me decía un joven, el Presidente no solamente quiere cambiar las reglas del juego cuando el juego ya comenzó, faulea a los que no lo aceptan y desacredita a los otros jugadores; además quiere poner al árbitro, por si las dudas, quiere controlar el VAR. ¿Y después?

Después, de acuerdo con todas estas acciones y reacciones que le han provocado la manifestación, el 2024 actuará bajo la actitud de “Todo vale”. Serán elecciones de Estado, donde pondrá al servicio de sus candidatos todos los recursos materiales y humanos de su administración. Si pierde va a arrebatar, Se conocerán las verdaderas razones de la militarización del país y tendrá como as bajo la mano a quienes desde hace tiempo les reparte abrazos.  Nada deseo más que equivocarme. Mientras tanto estemos listos para denunciar sus posibles movimientos cargados de astucia. Como bien decía Hobbes sobre la astucia; “Esa torcedura de la inteligencia con tal de imponer su voluntad”.

Escribe: Edmundo González Llaca

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