miércoles, mayo 1, 2024

Un primero de enero en el Período Especial    MotelGarage

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Cardenas, Matanzas. Comíamos. Invite al familion a comer. Estábamos rodeados de pinturas, fotografías y otras curiosidades como por ejemplo una manta con el rostro de los héroes que habían permanecido cantidad de años injustamente encarcelados en los Estados Unidos. Los Cinco ya volvieron, decía. Como prometió Fidel bajo un retrato de José Marti: Volverán.

Una de las pinturas mostraba a San Lázaro, entre velas y grandes charcos de cera, caminando ayudado por un par de muletas mientras un perro le lamía las llagas de las piernas. Días atrás se había festejado a San Lázaro. 14 días habían pasado. Había sido el 17 de diciembre. Ese día se hace una peregrinación hasta El Rincón, cerca de San Antonio de los Baños. Se le enciende una vela para pedirle un deseo. Pero no se le dice a nadie. Si no, no se cumple.

El familion estaba completo. Y si no, poco faltaba. Y si faltaba, se completó el número con un vecino que aterrizó en la casa o porque le hacía camino, porque me echaba de menos o porque escucho que yo estaba por la casa de Marialbis.   Cuatro amigos más en la comida del primero del año. No nos fue difícil convencerlos de que nos acompañaran. Estaban allí con nosotros. No recuerdo hasta cuando . Llegamos todos por diversos medios. Unos a pie. Otros en bici taxi. Otros en almendreros esparciendo acordes de reggaetón por la avenida y su gran nube de humo negro. Otros a bordo de un Lada. En fin. Sin problema a festejar otro primero de año. Éramos más de treinta sentados a comer. Nos reíamos a tambor batiente.

Festejábamos. Cada quien en nuestro libre albedrío. Del primer día del año y la desventura familiar. En las mesas había cervezas Cristal, bucanero, y ron Habana siete años y platos con crujientes chicharrones asados ideales aperitivos para acompañar el ron y abrir el apetito y dos puercos asados. Un buen asado cubano no es magro ni bajo en calorías. El puerco asado es a la mesa, como la música a la fiesta. Todos tenían una manera bien particular de alejarse de los temas consabidos del Período Especial.   En el aparato de sonido del restaurante alguien cantaba y el familion continuaba con la letra “ una nube de aromas, lo mismo en los barrios ricos, que en las más humildes lomas”, en clara alusión al puerco asado.

Ese restaurante me era familiar. Su historia me era conocida. Si no de todos de algunos si lo era y con ello me di a la idea de que los cubanos tienen una vocación muy definida para el caos y el desenfreno sexual. Allí ellos como ellas se empataban con algún turista y se iban al final del lugar, a los almacenes de rezago, a templar. A ese lugar le llamaban el Templadero. A donde accedí no en una ocasión ni en dos, porque el Templadero no es para gente correcta, timorata y aburrida. El Templadero donde prevalece el sexo y son transgredidas las normas socio éticas.

Y era el cuento. Y la risa. El cuento y la risa. La risa del cuento. Toda la historia. La preparación del puerco. Las viandas el mojo de la yuca, el congri y la ensalada. La llamada telefónica a mi celular. Ay, mi vida. Ay, Agutico. Ay mi amor. Me dijo con esa expresión de pena. Ay mi vida a mi madre le robaron el puerco asado. Todo una vida creando ese marrrano para que brincaran la cerca y se lo robaran. Esa expresión de pena era para hacerme  del conocimiento. La disculpa. Mi risa en respuesta. Y mi respuesta a situación. Les pedí que reservaran en un restaurante campestre. Sin problema. Si me reí por la historia que mi bailarina profesional me contaba en el  mas sepulcral de los silencios a viva voz que les habían robado el puerco que estaba para asar. Más esa historia no iba acabar conmigo ni con mi familia temporal. Ni mucho menos con mi mulata tirándole a negra, Marialbis.

Dos ninjas la noche pasada habían robado el puerco que se preparaba para el primero de enero. Dos ninjas así les habían llamado. Dos rateros que aprovecharon que la familia estaba en tragos y brincaron la cerca de la casa y cargaron  sobre la espalda, a ratos uno, de rato el otro, soportando el peso del cerdo de más de 160 libras. Un cerdo que estaba en pua. Levantaron el cerdo en pua y volaron en la oscuridad. Era de noche. Estaban en tragos en el interior de la casa. El puerco estaba en

púas. Solo así. El carbón que utilizaron no encendía. Allí dejaron al animal  puerco. Para cuando mi suegra se dio cuenta ya era demasiado tarde, o así para gritar tan fuerte que todo Cardenas debe haberla oído. Luego por eso. Lo demás fue muy fácil. El plato nacional por excelencia paso a otras manos. Hace unos años a mi suegra temporal le robaron la olla  de presión pitando y todo.

Llegue sin problema. En el aeropuerto me recibían Marialbis, mi cuñado y mi suegra. De ella me gusta su modo de mirar. Me gustaba  tal como era. Bonita, con cuerpo espectacular cimentado por años de bailarina profesional, y cara de buena gente. Como siempre. Mi bailarina cubana. Mi mujer más hermosa del mundo. Cuando la vi por primera vez me puse luego luego para ella. Ella lo sabía. E inmediatamente se ponía muy orgullosa. Muy oronda. Orgullosa y oronda. Me recibieron como siempre. Sin problema. Con ventura frente a la vida. Así es la vida en Cuba. La Cuba de mis amores. La Cuba de los cubanos despreocupados. Aquí la gente comparte, es solidaria, comparte lo poco que tienen, conviven, se mezclan, hacen fiesta diario; parece sencillo, pero es algo que se ha perdido en muchas partes.

Los demás ya lo saben.

Los ninjas lo hicieron de manera callada. Por eso le salió el tiro. La crisis económica por la que atraviesa el pais no está ausente. No por otra cosa. Fue un bocado de gloria.

Que lindo eres, me dijo al oído Marialbis feliz, coqueta, despreocupada en un juego mecánico de causa y efecto despreocupada cuando caminamos al Templadero.

Escribe: Augusto Sebastian

[email protected]

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