miércoles, abril 24, 2024

#MotelGarage Ay Oshun! Ay Oshun!

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Rente un auto. 35 CUCS diarios por quince días . Automático. Me gusta la comodidad. Si te gusta la precisión quizá lo tuyo sea el auto manual. A mi me gusta la comodidad por eso prefiero el carro automático, ya que el esfuerzo es menor y se requiere menos ejecuciones de controles. Como no es necesario manipular más mecanismos, te concentras solo en la dirección del volante.
Aquí estoy. Otra vez en Cuba. Las cosas han cambiado un poco. Yo me siento bien en Cuba. Soy muy cubano. Aquí moriré. Mis sentimientos están para Cuba. Esta isla es un paraíso. Pienso que cuando uno tiene un sentimiento corre el riesgo de hacerse títere, de hacer y moverse hacia donde el sentimiento le plazca. No hay nada más arrullador que el ruido sedoso de un coche recién salido de la concesionaria, me dijo la cubana que trabaja en esa agencia arrendadora de autos.
Tenía tiempo que yo quería conocer toda la isla. En carro. No en bus. Me encanta manejar. Tome rumbo a la Habana Vieja. Pienso que no debería ser ariesgado. No lo fuecarui buscando. Hay como una belleza implícita, intrínseca. A pesar de qué hay escombros por doquier y casas a punto de caer o de plano en el suelo. Me imaginaba dando botella y hablando con la gente. De pinga. Con un vaso de ron al lado. De nuevo a tomar. La botella está por allí. Están por allí. Botellas completas y otras incompletas. Ron habana añejo siete años, hielo y refrescos de cola. También cuatro cartones de cerveza cristal. Enfiestado ando. Yo siempre enfiestado. En Cuba siempre se anda en fiesta. Cuba es la gran fiesta. La industria del alcohol es muy rentable en Cuba. También otros vicios. Los alrededores son excitantes. Hay jineteras, prostitutas, homosexuales, borrachos, viejos que se agarran a sus pequeñas vidas cada vez más salobres y el sexo a destajo en el lado pobre de La Habana bajo los designios de la revolución de los barbudos. Hay que buscarse la vida. Hay que salir a buscar comida. Se ha apretado más el bloqueo sobre Cuba por lo mismo , lo que queda para sobrevivir o mal vivir es templar. Todo mundo templa o lo que es lo mismo todo mundo tiene relaciones sexuales. La idea es que la gente hambrienta y enfadada, se lance a la calle masivamente y derroquen al gobierno. Lo cierto es que ha puesto las cosas difíciles. Cada vez más difíciles. Pero los cubanos que tienen la sangre muy caliente y unos deseos de gozar incorruptibles no se han lanzado a la calle a derrocar al gobierno. Se han lanzado a la calle a templar. Mi pie va del freno al acelerador con sencillez. No tengo ninguna prisa. No soy el de hace veinte años cuando pisaba el acelerador. Hace veinte años me comportaba con más ímpetu, desespero y energía. Era joven. Los jóvenes lo quieren todo ahora mismo. Después con los años ya no hay tanto ímpetu. Me administro más. Administró mis desmadres. Todo va más despacio. Estoy en ese punto de mi vida donde no tengo necesidad de apresurarme. Hace veinte años mi vida fue muy enfermiza y casi sobrenatural. No entro en detalles. Hoy sería incapaz de semejante proeza. Me administro mucho. En todo. Me cuido de no caer en excesos como en aquellos tiempos atroces.
Me encanta este auto arrendado. Me encanta esta Cuba. Esa que no sale en los folletos de Cubanacan pero yace allí. Se respira lujuria. Está en el aire. Es evidente. Todo acá es música, ron y sexo.
Hacia un sol terrible, calor y humedad sofocantes. Le vi mientras caen gotas viscosas de sudor desde mi frente. Era una negra muy bonita. Marialbis su nombre. Muy atractiva. Sonriente. Muy ejecutiva. Más o menos de mi estatura. La casa humilde que habita en La Habana , es compartida por ocho primos, tres hermanos y su padre trabajador ferroviario y su madre trabajadora independiente. Uno de sus primos travieso y malandrín, cuando tenía diez años cogio un palo y, aguzada la punta, le hincó el culo a una mula. El animal respondió con furibunda patada que le dio de lleno en el limón. Así se quedó ciego. La clausura de los ojos fue la apertura de los oídos porque terco como la mula que lo dejó ciego, es un virtuoso de la guitarra que toca en hoteles de Varadero, me narraba con un ritmo. Si en la narración no hay ritmo, no hay sentido. Si no hay un sentido del ritmo en la narración no es narración. Me quede iluminado. Ahí mismo quedé como iluminado por la daga irresistible de su belleza. Porque la vi. Nadie como ella. Vi otras tratando de sobrevivir como todos allí en ese barrió, de ir adelante y no morirse de hambre.
Se sirvió un traguito de ron y miraba la vista del Varadero Internacional con esos ojos de chispa que tiene ella mientras manifestó que había nacido con ache que porque le estaba dando botella y le dio un trago a su vaso mientras le baje con un tironcito la blusa, sin tirantes y ya tú sabes…
Estaba muy húmeda y con una ansiedad desesperante. Yo también. Besaba como nadie se lo imagina. Nos secreteamos al oído todo tipo de cochinadas. El alcohol trastorna las neuronas.
Ya estábamos en Varadero.
Además no era un vaso de ron, era una botella entera de Habana Siete.
Y otra más que andaba por allí en el carro.
Augusto Sebastian Garcia Ramirez [email protected]

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