martes, abril 23, 2024

#MotelGarage Entre hombres lobo y lamebotas

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En el aire había aparecido el hacha. Mi celular marcaba las catorce horas. Entraba la primavera. Los infelices la alzaban y caía en un vaivén desenfrenado en dirección al área de transición entre el cráneo —por arriba—, el tronco y las extremidades superiores —por debajo—tan fácilmente de partir como un melón sin otra protección que una piel relativamente gruesa de grasa. Estaban descargado el hacha sobre mi persona. Los infelices encima del hombre más feliz de la burocracia. La acción típica de los muertos de hambre. Ellos no soñaban como yo. No sueñan. Son infelices. Yo soñaba como nunca con una negrita cubana culona. Con mucha alegría, de veinte años. La cubana de mis amores. Una negrita cubana. Cuba, que Isla tan hermosa! Su olor. El olor de las negras son el afrodisiaco número uno en el mundo. Horas y horas sin despegarnos. Sudando. Su cuerpo duro, el bollo apretado, el olor a sudor, su boca grande, los ojos oscuros, electricidad en la piel. Una diosa.
Me estaba descargando el hacha el director, mejor conocido como el hombre lobo, quien dijo que era por indicaciones superiores. Me quede inmóvil por unos segundos. Ese hijo de puta tenia ojos de serpiente venenosa. Me quede de a seis solo por unos segundos. Su hachazo no me duele en nada. Hace rato que ando por la vida por donde me place. Cagandome de la vida. ¿Por qué?, pregunte. Que porque me andaba promoviendo. Es normal, continuo, en la administración es normal. Esa fue la respuesta de un infeliz hombre lobo ojos de serpiente venenosa.
Salí de esa oficina. Me encontré con el priista Rogelio Ruiz Lamebotas. Su lamebotas . Y del superior de aquel.
¿Normal?, me pregunto, no tiene nada de normal, sino que es el triste resultado de haberme desenvuelto en un estado lamentable, entre lamebotas y hombres lobos que no valen la pena. Descubrí que en esa administración pública al que tiene criterio propio, sobre todo yo que tengo demasiados criterios propios, hay que dejarle caer el hacha. Si fuera lamebotas mi vida sería monótona, gris, lenta y arrastrada. Lo único que puedo hacer y he hecho es construir mi propio espacio. Nunca puedo esperar es que alguien me de la libertad. La libertad entendida como aquella que se asume como una vida de riesgos, apuestas y desafíos.
En el mundo hay toda clase de gente, hay quien madruga, los que se esfuerzan, los que lo intentan una y otra vez, los lamebotas, los trabajadores, los que estudian, los deportistas, los cumplidos, los puntuales, los impuntuales, los que mienten compulsivamente, los que buscan ganar el premio a la excelencia, los que creen en la santidad, los que se hacen pendejos, los peleoneros, en fin. Muchas clases. Pero lo que menos hay en este mundo es gente libre. Gente que viva en libertad. Esto es, gente con propio criterio, gente que piensa por sí mismo, gente que toma el destino en sus propias manos, y demás.
La gente con sentido de independencia, de autonomía, es y será siempre inapropiado. Inapropiado es una delas manifestaciones de la libertad. Precisamente porque piensa, porque decide por si mismo,
Salí a la calle. Me reí hasta cagarme. Había motivos para la risa. Perdí de vista definitivamente al hombre lobo, al Lamebotas y al superior. Puse los pies en Cuba. Soy un adicto a Cuba. Lo sé. Igual que existen los lamebotas, los adictos al café, al cigarro Marlboro, a la cerveza, a la mota, a la cocaina, al cristal, a los golpes, etcétera, yo soy adicto a Cuba. Es un vicio. Cuba es un vicio. Soy vicioso a Cuba. Adoro a Cuba. Es inevitable.
Todo quedaba atrás. Aquello merecía un vaso de ron habana siete años, un puro cohiba y una negrita muy joven culona, desenfrenada y lujuriosa.
Augusto Sebastián [email protected]

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