viernes, marzo 29, 2024

#MotelGarage El otro ogro

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No hay que caer en la jodida costumbre de algunos intelectuales que aman a la humanidad pero desprecian a la gente.
Eduardo Galeano
Esta es una historia de la que nadie escribió. Enrique Krauze estaba aquí. Pero como si no estuviera. Nadie escribió al día siguiente de él. Nadie se dio cuenta que por aquí estuvo. Llegue a Plaza de Armas donde perduran los amigos periodistas, comunicadores, inteligencia militar, información política de la policía ministerial, sección segunda, información política de la policía estatal.
Muchos informadores.
Había salido de la oficina donde llegaba muy temprano y me lanzaba al río tumultuoso de la información local y nacional para empaparme de las noticias a cada brazada en medios impresos. Camine. Salí a monitorear la plaza. Era una bella mañana queretana. La lluvia de la noche colgaba, todavía , de las ramas de los ancianos árboles de la Plaza de Armas. Las gotas , gordas y trémulas brillaban como un diamante. Ocho de la mañana. No hay nada mejor que un buen desayuno para dar inicio a un día perfecto. Minutos después de las ocho de la mañana quien llegó a la esquina del restaurante Chucho el Roto era nada menos que Enrique Krauze. Primera confesión. Confieso que aquella aparición me asombró. Llame a la base. El personal de guardia en base me tomó la llamada. Le manifesté que en plaza de Armas estaba el escritor y ensayista. Segunda confesión. El muy pendejo de la base me cuestiono “ quién es esa persona?” Yo también cuestioné que no lo supiera. “ Es cierto, no lo sé”, esgrimió. No le conteste. Lo mande a la chingada. Le corté el reporte. Me encabrone. Dios mío! no era la primera vez que el compañero de guardia demostraba su desconocimiento. Trate de calmarme un poquito. Trate de acordarme de Séneca , y. de cambiar yo, ya que no puedo cambiar al compañero de base. Pero también pensaba que no tenía ninguna necesidad de soportar a ese compañero de base que no había leído ni medio libro en su vida. Dice una anécdota que ante el cuestionamiento filosófico al español Marcelino Menéndez Pelayo de una entrevista : “ Don Marcelino, que es la muerte?” , el escritor, firme, sin dudar, le respondió: “ La muerte…es el momento en que dejamos de leer”. En México te leen la mano, el tarot , el café, los caracoles, el huevo, las cartas…pero jamás un libro. Tercera confesión. La presencia del ensayista me generó escepticismo. Siempre he tenido un toque de escepticismo.
Huele a tierra fresca. En los restaurantes Chucho el Roto y el 1810, estaban programas ruedas de prensa. Como siempre o casi siente. Era miércoles de ruedas de prensa. Más en éste que en aquel. En éste las ruedas de prensa de Partido Acción Nacional , Partido de la revolución democrática , Antorcha Campesina, etc, en aquel, ruedas de prenda del Partido Revolucionario Institucional. Entre otras ruedas de prensa.
En la platica los periodistas o comunicadores. Nadie se dio cuenta de la presencia del escritor, ensayista y empresario de la televisora de producción Clio. Coherentes en el mundo que vivimos nadie sabía que ahí en la esquina del restaurante Chucho el Roto, el lugar de mayor tradición culinaria en el centro histórico de Querétaro, estaba Enrique Krauze. Sólo estaban en la platica porque aún no iniciaban las ruedas de prensa.
Llame al secretario particular del secretario de gobierno. Le pase el reporte. Ya más tranquilo. Mucho muy tranquilo. Se sorprendió que una hora ante estuviera allí el de “por una democracia sin adjetivos”. Una hora antes estaba allí un individuo que dirige la revista Letras Libres ( en la cual el contenido sustancial no es cultural, sino político), y que tenía una cita con el secretario de gobierno en el hotel suites de lujo Hotel Mesón de Santa Rosa, un edificio de estilo colonial que data del siglo XVII. Me solicitó que estuviera al tanto. Allí permaneció el ensayista y uno de los feroces defensores de la derecha. Desde mi posición, tenia al intelectual a la vista y a los periodistas presentes en uno y otro restaurante. No exagero. Allí espero inmutable el hombre de luces y sombras. Allí espero. Allí esperaba el individuo que encubre su personalidad bajo un disfraz de liberal, partidario del pluralismo ideológico, prolífico y pendenciero sin que nadie lo saludara o reconociera. Era una equis en la Plaza de Armas. Allí estaba como un mortal cualquiera. Espero. Espero. Pasaban los minutos. En una de esas caminó. Nada hay tan inmutable por muy bueno que, en un momento dado, nos lo parezca. Caminaba el que las clases dominantes reconocen como el “ intelectual orgánico “ para encontrase con el secretario de gobierno. Y con la reverencia del funcionario público de pase usted se encaminaron al mesón de Santa Rosa.
Acto seguido pase a monitorear otro asunto más extremo. Lo que hago de manera repetida, automática y con mucho gusto. Augusto Sebastián [email protected]

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