sábado, noviembre 23, 2024

…Cristo MotelGarage

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Por salud mental estaba en la Cuba de mis amores. Otra vez. Nunca pensé que las cubanas fueran tan deliciosas. Si quisiera contar como cinge con Tania, tendría que ser uno de esos escritores que escriben libros chonchos con un montón de páginas. Lo que les puedo contar es que después de que cingamos no sé cuántas veces me quede acostado en la cama, ella con la cabeza sobre mi pecho, feliz como nunca. Fue hermoso, absolutamente inexplicable. Allí fue cuando me conto que tenía una bebé de cinco años. Un hermoso bebé me dijo. Estábamos en una casa particular. Habana Vieja. Muy vieja casa. Casa vieja. Vieja de vieja. Casa vieja de una vieja rubia y sonriente al parecer desordenada de amor. Cuando llegamos a su casa Tania toco por la ventana y le gritoneo ándale, la de dios es Cristo, ábreme, es Cristo. La vieja se asomó por entre las persianas de la ventana para luego cerrar e inmediatamente abrir la puerta para nosotros entrar detrás hasta un cuarto. Una señora de rostro azaroso. La señora tenía unos brazos como jamones y sus manos eran gruesas y fuertes. No era muy vieja. Podía tener entre cuarenta y cinco o tal entre cuarenta y cinco y cincuenta y cinco. La vida azarosa difumina muchas cosas, añade arrugas. Pasamos de largo una habitación dedicada a la sala. La televisión está encendida, sin volumen. El cuarto se encuentra en penumbra, apenas iluminado por la pálida luz que emana de la pantalla. Un viejo veía la televisión. No tiene camisa. Está tan flaco que los huesos de sus costillas resaltan sobre su piel. Sin duda es el padre de la vieja rubia.
Yo estaba feliz.
Ella estaba feliz porque se llevaba 50 cucs para su bebé.
Yo estaba sin 50 cucs.
Ella estaba feliz con 50 cucs.
Yo estaba feliz sin pedo alguno.
Ella estaba feliz sin pedo alguno.
Estábamos felices como nunca.
Gracias mi amor, me dijo.
Gracias mi amor, le dije.
Pero estoy contando esta historia feliz empezando por el final. Una historia debe contarse desde el principio.
Yo a Tania no le conté de mis pedos. Sábato escribió que el mundo es horrible es una verdad que no necesita demostración. Mi pedo era que en México habían ejecutado a un amigo. A un amigo y a cinco de sus trabajadores. Los ejecutaron mientras trabajaban. La hora elegida fue en la madrugada. En la madrugada trabajaban. Trabajaban contra reloj. Los confundieron con narcotraficantes. La información sobre sus muertes fue escasa. El mismo boletín de prensa repetido con algunas variantes en los cinco diarios. Los periodistas y los medios al servicio del poder en turno. Los periodistas unos boletineros. Porque eso son. Salvo algunos periodistas contados. El absurdo de cada día en el México violento y democrático. El crimen organizado. Por ahí, algún periodista ahondaba que los seis trabajaban haciendo una cocina integral en una residencia del fraccionamiento residencial Milenio a altas horas de la madrugada y que fue cuando les rafaguearon. La residencia era propiedad de la madre de un alto líder del crimen organizado. Una residencia construida con materiales de primera. Una verdadera residencia, rodeada por una sólida barda color arena. Hubo un pitazo. Y pues se enteraron los que ocupan la plaza y por eso fue que pagaron justos por pecadores en la madrugada de ese día. Nadie respondió a las ráfagas de cuerno de chivo que se prolongaron por varios minutos. Esa sorda batalla por el control de la plaza para el tránsito de la droga venida del sur con destino al norte, quien sabe entre que carteles. Esa batalla del negocio. Esa batalla del bisne. Del poder. También saco otros datos particulares.
Seis ejecutados decían más o menos tres diarios. Masacrados, encabezo otro acompañado de fotos amarillistas. Querían establecerse en el estado, tituló otro periódico. Seis crímenes impunes al que se sumaban la impunidad editorial. Supongo que es una forma de curarse en salud, de demostrar que no ocultan nada. Nada más. Lo de siempre.
Cuando leía la nota sentí algo muy raro. Un mal presentimiento. Yo tenía un amigo que se dedicaba a la construcción de cocinas integrales. En esas estaba cuando a la oficina entro Rosaura. La esposa de David. Ahí fue cuando entendí él porque del presentimiento. Llego vestida de negro. El negro de luto. De tristeza. De vacío. Parecía no existir. En cuanto me vio me abrazo. En cuanto la vi la abrace.
Nos abrazamos. Ella no dijo nada. Yo tampoco le dije nada. No había necesidad. La estaba pasando mal. No me quedo ninguna duda. Empezó a llorar. Y un hombre no puede hacer nada frente a las lágrimas de una mujer joven, bonita y de rostro confiable. Es de esa clase de cosas que siempre me pueden. La abrace más fuerte. Más fuerte. Fuerte.
Por eso me fui pensativo a la Cuba de mis amores. Por eso valía la pena viajar a la isla tropical y caliente. Caliente y tropical isla.
Por eso llegue pensativo a la Cuba de mis amores. Pero no le conté nada a Tania. Ella no estaba para mis broncas.
A Tania solo le mostré 50 cucs. Tania es una mulata de piel canela, mate, con el cabello muy largo y ensortijado, ojos turbios, labios suaves, cuerpo breve, muy delgada, sin apenas pecho. Llevaba un conjunto de cuello a pies que era como una segunda piel de lo ajustado que le venía. No era como para negarse. La vi acercarse a mí, entreabrir sus grandes y luego: Mexicano, yo soy de tu tipo, me dijo como un ciclón cuando yo caminaba por Centro Habana con una botella de habana siete años. Ya era de noche bien cerrada y había refrescado. Una señora vendía cajas de cartón con arroz, frijoles, lomo ahumado y boniato frito. A veinte pesos. Yo ya traía mi tono. Pero con todo y tono entendí que ella dijo que yo era el hombre de su tipo. Y brinco de gusto. Efectivamente yo era su hombre. Ella era de mi tipo de mujer. Era no solo preciosa , sino un pedazo de niña con todo lo de una mujer. Mulata de piel canela. Las mulatas enloquecen. Soy mi locura. Saque la cartera a la vista de sus ojos. Le había dado la botella para que la sostuviera. Una botella de 15 cucs. El sueldo promedio en Cuba es de 30 cucs mensuales.
Abrí la cartera. Mentira. No la abrí. La cartera no cerraba. Estaba choncha. Muy choncha. Y ahí fue cuando ella dijo: ¡Ándate, eres Cristo, la de dios, eres Cristo, ándate!
Lo demás ustedes ya lo saben. Augusto Sebastián [email protected]

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