jueves, noviembre 21, 2024

La escuela y su atención a las emociones #Ideasque acomodaneincomodandeLorena

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Volver a tocar el tema de la más reciente historia de terror en una escuela primaria Robb, en Uvalde, Texas duele, duele porque diecinueve niños y dos maestras no regresarán a las aulas, no se escuchará más sus pasos, su risa, su cátedra en la escuela. Una mañana que parecía ser normal, de pronto se convirtió en un escenario de terror, niños corriendo, buscando refugio, pedir que callaran ante tanta brutalidad para evitar ser encontrados por las balas que inmisericordes les arrebataban la vida, parecía más que imposible.
Soy docente, tengo bajo mi responsabilidad a ciento veintiséis niños, la escuela forma parte de su vida, su segundo hogar, ahí en esos muros donde pasan tantas horas, donde es el espacio que les pertenece, son felices, sueñan, aspiran con un mundo mejor, nadie concibe que pueda convertirse en un escenario de pesadilla. Hoy me tomé el tiempo de observarlos durante el recreo, miré sus juegos, escuché sus pláticas, sus alianzas, esa felicidad que se siente en el aire escolar, aún sin importar los problemas que directa o indirectamente les afectan, son niños, y como tal la vida para ellos está en sus libros, en sus tareas, en sus trabajos, en ese patio escolar que amoroso los abraza.
Conozco bien a mis alumnos, sé en qué situación se encuentra cada uno, sé de su historia, desde niños abandonados a su suerte, los que han sido violentados de muchas maneras, algunos físicamente, emocionalmente, sexualmente, psicológicamente, los que viven en condiciones de marginación y pobreza, los que están indefensos y no pueden defenderse, los que tienen hambre, los que no entienden por qué les tocó nacer en ese lugar y con esa familia y también la indiferencia de un sistema educativo obsoleto, que no le interesa la educación y la formación de los alumnos, ni de las instituciones llamadas escuelas. El sistema educativo avanza como una nave sin un buen capitán que le dirija, tal parece que lo único que importa es demostrar que la pandemia no afectó en nada el aprendizaje, la consigna es llenar al docente de reglamentos, órdenes, documentos, consignas, “ningún alumno puede repetir el año” que los docentes hagan proyectos, que atiendan la parte emocional del alumno y de sus familias, que diseñen estrategias para que ningún alumno deserte, que pasen todos, tengan empatía repiten sin cesar, tomen cursos, diplomados, obvio es su obligación capacitarse, yo, sistema puedo decir que todo está bien, que la pandemia nos hizo los mandados y los docentes son súper héroes que hicieron todo lo que el sistema educativo puso a su disposición por enderezar este barco que amenazaba con naufragar.
Esta tragedia ocurrida en el país vecino nos debe poner en alerta, y fijar la atención en lo más importante LA SALUD EMOCIONAL DE LOS NIÑOS, al sistema educativo le interesa que los aprendizajes sigan su peregrinar, sin embargo no existen las condiciones, ni el personal, ni el presupuesto que atiendan las emociones de los alumnos, se le da la encomienda al docente, para eso le pagan, para ser todólogo, y muchas veces el mismo docente está librando sus propias batallas mentales, los mismos padres de familia están viviendo sus problemas que van desde adicciones, violencia, desigualdad social, abandono, depresión, falta de empleo, tristeza, soledad y etc. etc. En las aulas encontramos señales de alerta temprana en alumnos que muestran comportamientos inusuales, diferentes Barreras de Aprendizaje, para los cuales no hay una institución que dé respuesta inmediata, alumnos mal diagnosticados, para los cuales existen citas a psicólogos a cuenta gotas, esporádicas, y también la falta de información hacia los padres, conozco padres de familia que desconocen cuál es el padecimiento de su hijo y lo quieren arreglar a golpes, castigos, o esperar que con el tiempo y cuando el alumno crezca, eso pasará.
No sé qué pasaba por la cabeza de este chico para tomar la decisión de apostarse en la escuela y disparar sin remordimiento, si sé que pasa en mi escuela, en mi aula, con mis alumnos, cuando hay pobreza, hambre, abandono, golpes, tristeza, miedo, la mente comienza a jugar, y eso, el docente no puede hacer más de lo que esté en su conocimiento, en sus manos, hay cosas que van más allá de lo que un sistema educativo que no acaba de entender que es educar no es responsabilidad total del docente. Las escuelas necesitan inversión, no solo en infraestructura, tan precaria y dispersa, no señores, la escuela necesita profesionales en la salud mental, que puedan atender esas conductas que son una señal de alarma en los alumnos, más ahora que una pandemia los dejó casi dos años fuera de las aulas, no esperemos a que un alumno de esos que hemos detectado con problemas de conducta, de Barreras de Aprendizaje, con problemas mentales, de violencia, de rencor, repita la historia de este joven que perdió la vida, no sin antes él solo, cortar de tajo la vida de diecinueve seres humanos que ninguna culpa tenían de sus problemas. ¿Qué hizo la sociedad? ¿Qué hicieron sus maestros? ¿Qué hicieron sus padres? Para que este hombre, tan joven perdiera la razón y cometiera esa barbarie. No debemos pensar que aquí no sucederá, si en la escuela veo alumnos con cierta dosis de agresividad, de apatía, de intolerancia, de violencia.
Como docente invito a todos aquellos que tienen hijos en la escuela, antes de llevarlos a las aulas, revisen su corazón, su mente, brinden seguridad, apoyo, amor, interés por la vida de su hijo, y a la menor señal de alerta buscar la ayuda necesaria. Hoy diecinueve personas no están más con los suyos, dentro de unos días serán una estadística más, para sus familias una pesadilla de la cual jamás despertarán.
Escribe: Lorena Reséndiz
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