jueves, noviembre 21, 2024

Algo qué hay que aprender MotelGarage

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Salí del hotel. Ni muy aprisa ni muy lento. Ya llevaba media botella de ron dentro del rollizo cuerpo. Habana 7 años. 15 cucs. Salí medio aturdido. Las vi. Nos vimos. Bailaban como solo ellas. Desprejuiciadas. Sin miedo alguno. Ya las había visto cuando ingrese al hotel Habana Libre. Bailaron en cuanto me vieron. En cuanto las vi. Rondaban el hotel. Llegue a bañarme. Y a retirar cucs. Además de bañarme también me perfume de Cartier. 50 cucs. Cuatro cubanas. De los 16 a los 18 años. Todas mulatas. Me lanzaron sus sonrisas. Eso era candela. El paraíso terrenal. La visión del pecado a mi vista lujuriosa, con sus hermosas y redondas tetas, mostrando vientre y ombligo. Cintura estrecha, culo redondo y firme en licras bien apretadas. Bailan. Ofrecen bajita la voz baratijas. Bajita la voz para no ser molestadas por la policia que de vez en cuando voltea a verlas. Policía del Estado. El Estado sigue siendo el mismo, fuerte, omnipresente y controlador. Ellas siguen con su fiesta. Mueven el culo cómo solo ellas. Y al pasar los yumas les ofrecen licras, ron, cigarros, puros. Lo que sea. Tienen que buscarse unos pesos. Unos cucs. No por nada sus rondas por el hotel. Seguían bailando. Moviendo el culo. El adagio popular enseña que el que no muestra no vende, pero esa máxima en Cuba hay que complementarla. Y las cuatro mulatas lo saben y ejecutan a la perfección. El desafío es saber comunicar eficazmente. Luego entonces por eso están allí bailando. Nada más de verlas la pinga se me puso zaraza. Cuatro cubanas. Jovencitas. Jovencitas que a mi pinga engordan, estira y coge volumen nada más de verlas. Nada más de ver que sus licras mostraban todo, hasta los labios pequeños de la vagina. Todo eso estaba a mi vista.
Cuatro cubanas que son candela. Bailando lentamente sabedoras de su belleza y de su provocación. Ninguna habla del pasado prometido. Quizá porque el presente está más presente que nunca. Cada día hay que dar la batalla por la supervivencia. Hay que salir a buscar los convertibles de cada día. Derrochando sensualidad y alegria con una pieza de salsa o reguetton de fondo para poder sobrevivir ante la escasez de empleo, y los bajos sueldos del existente. Ante el hambre. Bisnes y trapicheo por aquí y por allá, un día sí y otro también, con quien se deje, sean yumas o cubanos, hombres o mujeres, viejos o jóvenes. Cuatro cubanas con ese olor a sudor íntimo y erotico de las mulatas que estaban allí luchando por la vida porque la muerte es segura. Cuatro cubanas de la República socialista de America. Tienen muy claro lo que quieren: hacer dinero.
Cubanas a quienes les hace falta convertibles y tienen que inventar. No quieren saber nada de pesos cubanos. Quieren convertibles. Los famosos CUC, que son los que permiten entrar al mercado de bienes y servicios. No quieren saber nada de pesos cubanos, esos que ganan sus padres y sus tíos, y que solo sirven para comprar algunas baratijas. Pa’lante como sea. Caminamos. Íbamos a ir a templar. Al paraíso directo, sin escala técnica. Íbamos bailando, riendo y disfrutando de la vida. Y eso es algo qué hay que aprenderles.
Escribe:Augusto Sebastián [email protected]
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