jueves, marzo 28, 2024

De cómo lo que empieza mal aquí, peor termina allá Por si no lo sabía…

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Buenos días tengan las lectoras y lectores de este espacio, que cada martes hace el esfuerzo por llegar hasta sus ojos y entendederas con temas que a todos nos tocan, aunque sea de refilón. Quiero hoy dedicar este artículo a todos los compañeros periodistas que se pusieron de pie ayer en la Cámara de Diputados, dando la espalda a los representantes populares de Morena por la inacción en la defensa del periodismo nacional. Llevamos 30 periodistas asesinados en lo que va del sexenio y 7 en lo que van del año, o sea, en dos meses. Se dice, con razón, que aquí es más peligroso ejercer el periodismo que en Afganistán. Lo que ocurre es que la criminalidad está en guerra en contra de sus pares, pero también de quienes ejercen su derecho a trabajar en lo que más aman: informar, producir. Porque el periodismo en una pasión y hay que decirlo fuerte. Creo que la protesta se extendió a la Cámara de Senadores y estoy cierta que llegó hasta Palacio Nacional. Que nuestros colegas protesten siempre, pero contra todos los partidos, autoridades y guardias que han incumplido con su labor de calmar esta violencia desatada. Todo el que no hace su trabajo en México es corresponsable de lo que está ocurriendo. Pasando a otros temas, cómo se extrañan los tiempos en que los jóvenes acudían a las universidades para estudiar materias relacionadas con el servicio exterior: Relaciones Internacionales. Comercio Internacional; Derecho Internacional. ¡Qué tiempos aquéllos en los que la diplomacia no sólo era una carrera, sino un adjetivo que utilizábamos en la conciencia de que tal o cual persona era respetuosa o cauta al hablar y al actuar. Aconsejaba mi abuelita: “M`hija: si vas a decirlo, por favor sé diplomática.” Y claro que una se cuidaba mucho de meter la pata o lastimar a otros. Pero hoy, todo eso se perdió. Si alguno tenía el deber de ser diplomático al actuar, sin duda son y eran los ex y presidentes en turno. Por supuesto que “pifias” las hubo siempre, pero eran errores, deslices rarísimos , una falta en la que se notaba la ausencia del consejo oportuno del Canciller, quien es el que nutre de información a su jefe acerca de los protocolos que deben seguirse. Para enviar a un diplomático como representante a algún país amigo, se emplazaba ante los seleccionadores y peticionarios un abanico de personajes que presentaban las credenciales y los estudios indispensables para acudir a tal o cual país, porque estamos de acuerdo que no es lo mismo ser embajador de Ucrania que en Colombia o Timbuctú. Una vez abierto el abanico, el nombre del probable embajador se enviaba a la Cancillería extranjera para que diera o no su beneplácito. Son todos éstos actos de cortesía, porque es como si usted fuera a mandar a alguno de sus hijos a casa ajena; por lo menos hay que dejar que el anfitrión se manifieste a favor o en contra. Una vez aprobado el nombramiento, se hacía público tanto en México como en aquel país el arribo del nuevo representante de México, o Embajador. Ahora las cosas son al revés, quizá porque quien gobierna no toma en cuenta el beneplácito del país anfitrión. ¿Por qué suceden estas cosas? En primer término a una se le ocurre pensar en la ignorancia de las reglas diplomáticas, pero ahí está el Canciller Marcelo Ebrard. ¿Por qué no habla? ¿No le preguntan? ¿No quiere contradecir a su jefe? Quien decide enviar a alguien a una embajada, ¿cree que ésta es como quien llega con sus amigos a su casa de campo? El resultado de todo esto es la vergüenza ajena. Nos regresan a los personajes en entredicho, se niegan a recibirlos en pleno uso de sus derechos. Y aquí, en lugar de aceptar y aprender del error, encima se les califica de actuar como la “Santa Inquisición”. La última pifia fue la retórica de la pausa impuesta unilateralmente entre México y España-. Pura retórica política, nada más, porque aquí hay más de 6 mil quinientos negocios españoles y México/españoles funcionando y creando más de un millón de empleos para mexicanos. Hay mexicanos que no vivimos ni en el mil quinientos ni en 1810. ¡Abrazos, señor! Escribe Guadalupe Elizalde

Guadalupe Elizaldejfif phixr 2
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