jueves, noviembre 21, 2024

De cómo nos toca demostrar de qué estamos hechos Por si no sabía…

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Querida/o lector/a, con enorme gusto los saludo y espero que estén gozando de plena salud. Esta generación, para la cual no hay edad definitoria, estará inscrita en la historia como aquélla que sobrevivió a la primera gran pandemia moderna, cuyas características se dibujan apenas en el horizonte de la investigación y de la experiencia. ¿Es el Covid_19 un virus creado por el mismo ser humano? Pareciera dotado de inteligencia: muta en cepas que atacan de distinta manera a los más jóvenes; no interesa si estamos o no vacunados, hay recaídas. Los mayores o quienes padecemos de enfermedades crónicas somos las víctimas potenciales del virus, y esta nueva cepa (Delta) deja secuelas que pueden aparecer tiempo después en órganos específicos.
Por esto y más, creo que debemos dar gracias quienes hemos sobrevivido al Covid-19. Somos una generación de ganadores, bien porque la pandemia nos tocó asintomática; porque teniendo síntomas pudimos pasarla en casa aislados; o porque entrando al hospital, el cuerpo médico, más las oraciones de quienes nos aman, hicieron posible que saliéramos de ahí con vida. Cuando una servidora hace un espacio de seria intromisión y repaso la cantidad de amigos y/o conocidos que se ha llevado esta pandemia de mi vida, además del dolor, paso a traer a la mente a todos aquellos apóstoles de la salud que se han quedado en el camino en el intento de salvar a los enfermos; a los afanadores de los hospitales, a quienes trabajan en admisión, en la morgue, en los crematorios… Hay una larga cadena de sacrificados después de que alguno ha sucumbido ante la pandemia.
Y, ¿los vivos? Detrás de cada uno de nosotros existen personas trabajando para que nuestro acontecer sea más o menos normal: piense en el señor de la farmacia, en quien atiende la pollería, la miscelánea; en quien le lleva sus compras a la casa, la comida. Y más allá: en los reporteros que buscan notas en las calles para que usted esté informado/a, en las y los locutores que detrás de un micrófono pasan horas investigando para mantenerlo interesado/a en los diarios sucesos. Hay personas cuyo voluntariado ha sido ir a visitar a los enfermos de los diferentes hospitales que se han mantenido en aislamiento. Llevan trajes especiales y prestan sus teléfonos celulares para ligar a la familia, a veces distante, con el enfermo que no puede visitarse; en otras ocasiones leen a los enfermos, charlan o sólo oran con ellos en silencio. Cadena humana muchas veces desconocida que ha hecho posible esta cierta “humanidad caritativa” en la que hemos transcurrido por lo menos un año y medio.
Estamos por entrar a una etapa muy delicada, que a su vez debe contar con todos nosotros para ser exitosa. Quienes hemos sido atendidos ahora debemos atender. En primer lugar a nuestra familia, pero con otros ojos. Tenemos que hacer lo imposible por no relajar las medidas: el uso de cubrebocas, aseo de manos y la sana distancia. Tomar la temperatura de nuestros seres queridos y, quien pueda, vigilar la oxigenación de la familia, misma que no debe bajar de 90.
Vamos a hacer el gran esfuerzo de abrir las escuelas y, como dice el dicho, habrá sapos y pedradas porque así es la vida y así la humanidad. Existen escuelas donde se sanitizará con polvos y vapores; en las cuales la revisión es personal: temperatura automática, gel, pisos y pupitres aseados con líquidos maravillosos. Pero nuestras escuelas mayoritariamente son de otro tipo: las madres, abuelas, tías y padres de familia se aglomeran en la entrada para empujar al niño cuando la maestra grita su nombre; y a la salida, la aglomeración se repite.
Los niños, al fin niños, se abrazarán, jugarán, al correr se retirarán la mascarilla para poder respirar, estornudarán y toserán olvidando cubrirse, porque son niños. Maestras y maestros están cubiertos con una sola vacuna cuyo tiempo de eficacia se ignora, solos, ante un grupo que sí se enferma, sí puede morir y es, en su mayoría, asintomático.
Por eso mi llamado es a estos elegidos que somos todos los que ahora vivimos y tenemos la responsabilidad de cuidar que el virus y su cepa conocida no entre a las escuelas, que apenas se defenderán con un gel de un litro (para todos), una bolsa de jabón Roma y una botella de cloro. Y , querida/o lector/a, ignoro si estos implementos se les entregarán a los maestros cada quincena, cada mes o… ¿Quién estará listo para tomar su papel de gran héroe o heroína en esta nueva fase de la pandemia? ¿Estaremos a la altura de quienes han luchado por, cerca y a favor de nosotros?
Guadalupe Elizalde

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