Muy buenos días tengan quienes acuden cada semana a este espacio para brindarnos su pensar, una opinión y su tiempo. Con gran gusto saludo a quienes esperan estas fechas y celebran la Natividad. No importa qué creencias profesen, lo importante es saber que cada día es una oportunidad para renacer, en la conciencia de que podemos y deberíamos ser mejores. También es una oportunidad para compartir todo el bien recibido en este año que está por terminar; nos señala la fecha en que los ciclos empiezan y terminan, y la importancia que posee para nosotros el saber cómo y cuando cerrar cursos. Ignorar, es seguir cargando por décadas o acaso toda la vida los mismos sentimientos de cerrazón, resentimiento, odio o animadversión que guardamos contra alguna persona. Pero, ¿hemos pensado alguna vez que la gente no actúa, especial y precisamente, para dañarnos? ¡Claro!, existen personas que sí actúan directo en contra de una persona con mala fe. Pero en la mayoría de los casos, los hechos que nos suceden en el cotidiano son producto de incidentes que ocurren dentro de los seres humanos. Esto, en el caso del poder, resulta nefasto.
Vamos a poner como ejemplo un hecho ocurrido en 1984 en la Cdmx. Un presidente habla con un subalterno sobre la molestia que le causa lo escrito por un periodista que investigaba lo mismo a la ultraderecha mexicana, que al narcotráfico y las relaciones de algunos miembros de la temible DFS con la CIA. Este empleado guarda la esperanza de llegar a ser el próximo presidente, pues a su juicio lo tiene todo: el puesto, el partido, el control del país en tiempos de un primer mandatario que se achicó; relaciones con la agencia investigadora más oscura de la historia de México y, sobre todo, el poder, más la impunidad que da el poder total aquí en este gran país tan pésimamente gobernado.
El servilismo de los allegados a la autoridad presidencial suele ser tan interesado, como ciego. Algunos –con acceso a las armas- pueden interpretar esa opinión como un mandato. Es decir, que un mandatario difícilmente va a ordenar una ejecución directa (salvo en los países totalitarios), pero sí puede sugerir, invitar, crispar el ambiente, o victimizarse todos los días, de tal manera que siendo el artífice de algunos males nacionales, venga a terminar pareciendo la víctima.
Si en los tiempos del viejo PRI esto era real, en los que nos ha tocado vivir, con un líder de masas al que siguen millones de mexicanos ciegamente, el problema cobra dimensiones parecidas a las del pasado. Estoy casi segura de que Andrés Manuel con toda su carga de resentimiento variopinto, no acudiría a matones a sueldo para deshacerse de un periodista como Ciro Gómez Leyva u otros comunicadores. Pero el hecho de nombrarlos en un contexto negativo, uno y otro día, incluso apenas pasando el atentado que padeció el periodista, lo pone en riesgo y lo mismo sucede con los periodistas de todo el país. ¡Vaya!, hasta el propio Epigmenio Ibarra ha dicho: “nos quieren quitar la palabra a balazos” y conminó a sus compañeros “ultras” de la 4T que dejen de repetir que el incidente de Ciro Gómez Leyva fue un auto atentado.
Y aquí quería llegar: por oficio, me toda escuchar parte de las mañaneras mientras voy y vengo por la casa, o en el automóvil. Confieso que ya no lo escucho delante el televisor porque apenas puedo tolerar su gesticulación y señas a dedo alzado, sus muchas medias verdades y más mentiras. Desde que mostró su desprecio por la ley lo soporto menos, y cuido sus iniciativas para ver en qué momento su gobierno se salta las trancas legales. Espero, y así le pediré a Jesús en su pesebre, que la Suprema Corte frene la iniciativa que pretende acotar la acción efectiva del INE. A la Sagrada Familia rogaré por las nuestras, para que no caigan ante los embates criminales de la violencia desatada. Recordando el peregrinar de san José y la Santísima Virgen, pediré por los migrantes que están siendo reprimidos entre México y Estados Unidos.
Cierro esta año con el caso Perú. Desde el gobierno se ha pasado por alto que debemos respetar la libre determinación de los pueblos. ¿Ignora la autoridad que el derecho de asilo a un presidente depuesto, puede ofrecérsele hasta que está en suelo mexicano? La embajada de nuestro país en Perú aún no recibía al depuesto Pedro Castillo cuando desde Palacio Nacional ya se hablaba de darle cobijo legal. ¿En dónde iban a ofrecérselo? ¿En la calle donde policía y ciudadanía le atajó el paso? No dudo que Marcelo Ebrard –aún canciller- conozca las leyes de la diplomacia, pero obedece órdenes de quien, quizá, las desconoce.
Escribe: Guadalupe Elizalde