Estimados lectores: los saludo con gusto en esta nueva semana, deseándoles lo mejor en medio de estos días calamitosos, cuando nos debatimos entre lluvias, inundaciones, ríos fuera de madre y curvas del Covid (fase Delta) que no cesan de elevarse y dejar su secuelas de muerte, sintomatología desconocida y variopinta. Yo deseo de todo corazón que un día regrese el Fondo de Desastres que obligaba al gobierno federal, cualquiera que fuera su color e ideología, a guardar una partida para apoyar la reconstrucción de todo aquello que la furia natural destruye; y que regresen los derechos a la Salud, con médicos y medicamentos para todos.
Como mi trabajo es desentrañar los hechos para ustedes y estudiar, como forma de mejor informarles, púseme a escuchar el Informe presidencial con toda apertura y paciencia. Sin embargo, cuando comencé a oír las cifras récord que festejaba el señor presidente, con todo respeto sea dicho, me di por vencida. ¿Cómo alguien en su posición va a alegrarse porque las remesas de los paisanos se elevaron como nunca? ¿Cómo regocijarse de que la mano de obra mexicana se va del país porque no existen las condiciones para desarrollarse laboralmente en México? El dinero que los trabajadores mexicanos envían a sus familias se elevó porque las condiciones del país son malas: no hay trabajo, los negocitos cerraron; lo que era un ingreso fijo en un hogar mexicano trabajado por una mujer, no cuenta más porque no existe ya la guardería donde cuidaban a los pequeños.
Luego mencionó la no caída de la Bolsa de Valores, como si eso dependiera de acciones propias. ¡Por favor!, la Bolsa de Valores mexicana depende de la misma de Estados Unidos y de otras empresas internacionales cuya importancia trasciende hacia el mundo. O sea, no es una acción meritoria del ejecutivo. Y para colmo, la curva del Covid ni los infectados han disminuido (1,177 muertes el día de hoy, un nuevo pico).
Hasta el día de hoy se contabilizan 98 mil 500 homicidios en los primero 34 meses de su gobierno, cifra que rebasa los primeros 34 de Felipe Calderón y hasta del ex presidente Peña Nieto. La única cifra que sí ha descendido son los secuestros; sólo espero que no sea porque estamos encerrados… Con tanta decepción a cuestas acudí a uno de los clásicos, Montesquieu, en su texto del *Espíritu de las leyes* donde nos dice: “La libertad política consiste en la seguridad o, por lo menos, en la opinión de la propia seguridad. Cuando no está segura la inocencia de los ciudadanos, tampoco lo está la libertad”.
El ideólogo de la Revolución Francesa y uno de los precursores del liberalismo y quien planteó claramente la división de poderes, explicó que en nombre de la libertad se han armado guerras y revoluciones, pues en cuanto este valor se interpone a las *miras ambiciosas* de quien detenta el poder y a quien se le dio la fuerza pública, para garantizar las libertades civiles de la ciudadanía, se viola el juramento hecho.
El filósofo advirtió que cuando “los salteadores y asesinos hallan un apoyo en la autoridad; cuando los libelistas despedazan la reputación del honrado ciudadano… Cuando no existe la seguridad individual y el gobierno es apático (o está) coludido con semejantes agresores (…) quedaron socavadas las bases de la autoridad”…”Abandonar los principios de Justicia por buscar el apoyo en la facción dominante, es perderse, es cometer un crimen sobre atroz. ¡Infeliz pueblo confiado a tal gobierno!”.
Este pensador puntual nos recuerda que el gobierno cuyas arbitrariedades ha roto la esperanza de la mayoría de los ciudadanos o de algunos grupos ofendidos, va gestando dentro de él un puñal que podrá blandir la mano más débil, es decir, gestará en sus propias filas la traición. Ay Montesquieu, cuánto nos ayudaría entenderte y hacer caso de tus advertencias, lo siento cuando ya no se puede escribir lo que se piensa, cuando la oposición es no sólo ignorada sino agredida; cuando los asilados tienen que padecer, además de la pérdida de la patria, ser pateados por algún gorilesco policía, mientras sostiene a su hijo entre sus brazos. ¿En dónde quedaron tus principios, Javier Encinas? ¿Fiscalía? ¿asesores políticos y legales? Y, a ver, cómo se desenvuelve Adán, no el de La Biblia, sino el de Gobernación.
Guadalupe Elizalde
Periodista
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