Qué difícil es tener en casa a un ser querido que poco a poco se consume, que nada de lo que hagamos, recemos o pidamos le devolverá la salud. La impotencia de ver como se va apagando lentamente la luz de su vida, nos lleva a veces a renegar, a sentir coraje, miedo, tristeza, dolor infinito, frustración.
En nuestro país, en lista de espera en el CENATRA (Centro Nacional de Trasplantes) existen aproximadamente 22 mil 874 pacientes esperando la donación de un órgano o tejido, de ellos, dieciséis mil trecientos uno, están inscritos en el IMSS. Los órganos más solicitados son: riñones y córneas. Basta darse una vuelta en la mañana por los pasillos del hospital del IMSS, es impresionante la cantidad de personas que acuden por las bolsas de diálisis, la eritropoyetina que habrán de inyectarse, por medicamento, mirar esos rostros de niños, mujeres, adultos, lacera el alma.
La ciencia ha avanzado mucho, sin embargo, en cuestiones de salud, las enfermedades rebasan a la ciencia, se apuesta por los milagros, la fe mueve montañas, pero no es suficiente. No tenemos la cultura de la donación de órganos, a veces la ideología de religiones no permite que las personas que mueren y son posibles donantes lo hagan. En vida también es posible ser donante, y donar en vida a un ser querido es el más grande acto de amor que se puede hacer, es un regalo de vida. En mi caso, puedo decirles queridos lectores que viví una situación así, mi hermana más pequeña, de la noche a la mañana, enferma de gripe, la llevo al médico, éste le ordena realizarse unos análisis y de un día para otro, nos cambia la vidas, nos dice que prácticamente está muriendo, es necesario realizar una diálisis para salvar su vida; en la familia, nadie sabía que significaba esa palabra, cuando me dijeron que sus riñones habían colapsado y necesitaba de un trasplante, sentí que el mundo se derrumbaba.
Platicarles lo que se vino después es narrar la vida en el purgatorio, mi hermana tenía veinte años, una chica sana, sin vicios, trabajadora, alegre, hermosa, se fue transformando en una joven que se acababa día a día, dependiendo de las diálisis tres veces al día, de grandes cantidades de medicamento para controlar la presión arterial que se elevaba mortalmente, de la inyección cada semana, dejó de brillar, de salir, en el trabajo la despidieron y no es nada económico surtir de manera independiente el tratamiento, mucha gente no tiene la economía para solventar los gastos que esta enfermedad provoca, además, acondicionar un cuarto de la casa totalmente limpio, sin muebles más que su cama y las bolsas que harían la función del riñón, las visitas al médico, buscar el dinero necesario para que no se pasara ningún día sin dializarse, ver como se extinguía de a poco, el color de la piel, la sonrisa apagada, las ganas de seguir viviendo se escapaban, pedir apoyo por todos lados y encontrar la indiferencia de quien no ha vivido esta situación.
Después de varios años en los cuales pasó de todo, murió mi padre de manera inesperada visitándola en el hospital porque a ella le dió peritonitis, ver a mi madre acabarse por la pena, también se fue, con el dolor de ver a su hija en esas condiciones, por fin nos llegó un rayito de esperanza, si alguien de la familia se ofrecía como voluntario a ser donador.
Se hizo un consenso con los hermanos, somos cuatro mujeres y cinco hombres, de los varones, nadie aceptó, pensando en su familia, de las mujeres dos no podíamos ser donantes por ser hipertensas, una de las hermanas aceptó y después decidió declinar, dejándome endeudada hasta el tope porque todos los estudios y demás los pagué porque no tenía servicio médico, esta decisión casi acaba con la vida de mi hermana que mantenía la esperanza de vivir. Sin dudar, la penúltima hermana dijo que ella donaría, así volvimos a empezar con todos los estudios, análisis, médicos, y por fin después de tantos días de pruebas y demás, se recibe la llamada, ambas hermanas son compatibles al 99.99%, se someten a la operación de trasplante en el hospital del IMSS Siglo XXI en la ciudad de México.
Debo decir que mi reconocimiento a los médicos del hospital, la atención fue de excelencia, las manos de los cirujanos hicieron el milagro de vida, hoy puedo decir que a ocho años de ese trasplante, mis dos hermanas están en perfectas condiciones. Es por ello que espero que este relato mueva los corazones y los sentimientos de quienes tienen un familiar que necesita de un órgano para vivir, pregunten, infórmense si pueden donar, regalen vida, un acto de amor, y promover la donación de órganos, se puede donar hueso, piel, tejidos, pulmones, intestino y corazón, aún cuando son las operaciones más difíciles, lo que no se ha logrado es trasplantar un cerebro.
A todos esos jóvenes que se destruyen con adicciones, ojalá recapaciten en sus acciones, mucha gente luchando por vivir, dependiendo de una máquina, muriendo lentamente cada día, y ellos que tienen la vida por delante, solo la destruyen. Hagamos difusión a la donación de órganos, no sabemos quién de nosotros nos veamos en la misma situación.
Escribe: Lorena Reséndiz Mendoza