Es inevitable no evadir el tema durante las dos últimas semanas de la desaparición y muerte de la joven de dieciocho años en la ciudad de Monterrey, los medios de comunicación han hablado demasiado del tema, se ha dicho tanto y se sabe poco del caso, se ha manoseado por diversos actores el hecho, autoridades, conocidos, adivinos, ciudadanía, que no voy a ahondar en el tema, la verdad, si hay justicia, saldrá a la luz, de caso contrario, se fabricará un culpable o se dejará en una estadística más.
Esta ocasión hablaré de algo que es un tema poco hablado, ¿Dónde están los papás cuando sus hijas están fuera de casa? Dejamos de conocer a nuestras hijas, a veces, no sabemos quiénes son sus amigas, que lugares frecuentan, con quienes se relacionan, hoy día, es común ver a adolescentes ebrias, comprando pastillas del “otro día” como quien compra una aspirina, niñas de secundaria. Afirmo es con conocimiento de causa; no tengo auto, por lo tanto utilizo el transporte público todos los días, es inevitable escuchar las pláticas de las jóvenes que abordan el autobús, relatan con toda naturalidad como llegan a casa con unas copas de más y los padres, dónde los hay, no se dan cuenta. Una jovencita de unos dieciséis años, relataba a otra que como su mamá trabaja por turnos, cuando tiene la noche libre, invita a sus amigas, hacen retos y también chicos con los cuáles tiene relaciones, para ella, narrarlo era como si fuera una aventura épica.
Hace no muchos años, cuando era joven, ni pensar en hacer todas las cosas que la juventud actual hace, los padres estaban muy presentes en las cosas que hacíamos, salir con amigas era conocerlas muy bien, a veces acompañadas del hermanito, la tía. El tiempo era fijado por los padres, ni un minuto más, ni un minuto menos, salir a dar la vuelta al jardín, al kiosco, mirar furtivamente a los chicos, sonrojarse si la mirada era devuelta. Si los papás decían no a un permiso solicitado era un no rotundo, sin negociar. No crecimos traumadas por esas decisiones, existía algo que poco se practica ahora, el respeto, el cuidarnos, la autoridad del padre y de la madre.
Actualmente vemos a más jóvenes sin identidad, sin rumbo, inmersos en adicciones, y me vuelvo a preguntar ¿Dónde están los padres? Me comentó un chofer de un taxi que ahora la modalidad para que se diviertan los chicos es que a “alguien” se le ocurrió la idea de rentar espacios cerrados como salones de fiestas, casas, con jardín, llevan un sonido, hacen invitaciones con palabras claves en las redes sociales y convocan a jóvenes por una módica cantidad de entrada y dentro les venden bebidas alcohólicas, sustancias prohibidas y diversión sin límite, lo malo es que también permiten la entrada a hombres mayores que van en busca de niñas que están alcoholizadas y salen con ellas; escuché decir que le pidieron recoger a una persona a las tres de la mañana, su sorpresa fue que era una chica de unos catorce años, los amigos la subieron al auto y le pidieron la llevara a su domicilio, la niña completamente perdida, diciendo tonterías en el trayecto, al llegar a la dirección, salió el papá y lo único que dijo es algo así como “esta niña no entiende”, vuelvo a preguntar ¿Dónde están los papás? ¿Cómo pueden estar en su cama sin saber dónde está su hija?
Es tiempo de mirar a nuestras hijas, conocerlas, escucharlas pero sobre todo ejercer el cuidado que requieren, poner límites a las conductas, a los excesos, a la libertad que se convirtió en libertinaje, a no permitir que les hagan daño. Vivimos una etapa de mucha permisividad, de apatía, de indolencia y también de violencia, demasiadas mujeres desaparecidas, algunas no regresarán. Es tiempo de hacerles ver que el mundo no es color de rosa, y no llevarles rosas a una tumba.
Como padres es importante conocer quiénes son nuestras hijas cuando no están dentro de la casa, quienes son sus amigas, el novio, los amigos, a qué fiestas acuden, realizarles exámenes toxicológicos, sobre todo si son menores de edad, no es violentar su libertad ni sus derechos, es cuidar de ellas para no llorar su desaparición.
NI UNA MUJER MÁS DESAPARECIDA, SI SABEMOS DONDE ESTÁN LOS PAPÁS.
Escribe Lorena Reséndiz
Esta ocasión hablaré de algo que es un tema poco hablado, ¿Dónde están los papás cuando sus hijas están fuera de casa? Dejamos de conocer a nuestras hijas, a veces, no sabemos quiénes son sus amigas, que lugares frecuentan, con quienes se relacionan, hoy día, es común ver a adolescentes ebrias, comprando pastillas del “otro día” como quien compra una aspirina, niñas de secundaria. Afirmo es con conocimiento de causa; no tengo auto, por lo tanto utilizo el transporte público todos los días, es inevitable escuchar las pláticas de las jóvenes que abordan el autobús, relatan con toda naturalidad como llegan a casa con unas copas de más y los padres, dónde los hay, no se dan cuenta. Una jovencita de unos dieciséis años, relataba a otra que como su mamá trabaja por turnos, cuando tiene la noche libre, invita a sus amigas, hacen retos y también chicos con los cuáles tiene relaciones, para ella, narrarlo era como si fuera una aventura épica.
Hace no muchos años, cuando era joven, ni pensar en hacer todas las cosas que la juventud actual hace, los padres estaban muy presentes en las cosas que hacíamos, salir con amigas era conocerlas muy bien, a veces acompañadas del hermanito, la tía. El tiempo era fijado por los padres, ni un minuto más, ni un minuto menos, salir a dar la vuelta al jardín, al kiosco, mirar furtivamente a los chicos, sonrojarse si la mirada era devuelta. Si los papás decían no a un permiso solicitado era un no rotundo, sin negociar. No crecimos traumadas por esas decisiones, existía algo que poco se practica ahora, el respeto, el cuidarnos, la autoridad del padre y de la madre.
Actualmente vemos a más jóvenes sin identidad, sin rumbo, inmersos en adicciones, y me vuelvo a preguntar ¿Dónde están los padres? Me comentó un chofer de un taxi que ahora la modalidad para que se diviertan los chicos es que a “alguien” se le ocurrió la idea de rentar espacios cerrados como salones de fiestas, casas, con jardín, llevan un sonido, hacen invitaciones con palabras claves en las redes sociales y convocan a jóvenes por una módica cantidad de entrada y dentro les venden bebidas alcohólicas, sustancias prohibidas y diversión sin límite, lo malo es que también permiten la entrada a hombres mayores que van en busca de niñas que están alcoholizadas y salen con ellas; escuché decir que le pidieron recoger a una persona a las tres de la mañana, su sorpresa fue que era una chica de unos catorce años, los amigos la subieron al auto y le pidieron la llevara a su domicilio, la niña completamente perdida, diciendo tonterías en el trayecto, al llegar a la dirección, salió el papá y lo único que dijo es algo así como “esta niña no entiende”, vuelvo a preguntar ¿Dónde están los papás? ¿Cómo pueden estar en su cama sin saber dónde está su hija?
Es tiempo de mirar a nuestras hijas, conocerlas, escucharlas pero sobre todo ejercer el cuidado que requieren, poner límites a las conductas, a los excesos, a la libertad que se convirtió en libertinaje, a no permitir que les hagan daño. Vivimos una etapa de mucha permisividad, de apatía, de indolencia y también de violencia, demasiadas mujeres desaparecidas, algunas no regresarán. Es tiempo de hacerles ver que el mundo no es color de rosa, y no llevarles rosas a una tumba.
Como padres es importante conocer quiénes son nuestras hijas cuando no están dentro de la casa, quienes son sus amigas, el novio, los amigos, a qué fiestas acuden, realizarles exámenes toxicológicos, sobre todo si son menores de edad, no es violentar su libertad ni sus derechos, es cuidar de ellas para no llorar su desaparición.
NI UNA MUJER MÁS DESAPARECIDA, SI SABEMOS DONDE ESTÁN LOS PAPÁS.
Escribe Lorena Reséndiz