jueves, noviembre 21, 2024

¿DÓNDEESTÁN? #verdadesqueacomodaneincomodandelorena

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*E*sta semana mi columna está dedicada a todas esas madres que buscan justicia, que buscan a sus hijas DESAPARECIDAS. En una reunión de mujeres a la cuál fui invitada a leer algunos textos, escuché las voces de varias madres de familia contándome sobre la desaparición de sus hijas, víctimas de la violencia, y a su vez, las madres víctimas de la justicia, de la indolencia, de la indiferencia de las autoridades, así que dediqué un tiempo a platicar con estas personas que abrieron su corazón, que mostraron esa herida que no cierra, ese dolor que no se va, que cargan y cargarán a cuestas todos los días de su vida.
En nuestro país, después del narcotráfico, la trata de blancas es el negocio más productivo y poco penalizado que existe, no voy a remitirme a números, es escalofriante hablar de ellos, solo hablaré de lo que me contaron estas madres de chicas muertas y desaparecidas, del peregrinar ante las autoridades y encontrarse con la apatía, con trámites burocráticos, insensibles ante el llanto, las súplicas, el tormento que viven. No pude permanecer estoica, en sus miradas encontré los ojos de tantas mujeres invisibles ante los encargados de impartir justicia. Una joven se acercó y me narró su historia, me pidió que escriba sobre ella, que sirva a las demás chicas que piensan que las prohibiciones de la familia son para fastidiarlas y no dimensionan el peligro que corren.
Esta joven me platicó que es una sobreviviente de un feminicidio, la invitaron unas amigas a una fiesta, como su madre no le otorgó el permiso, se le hizo fácil inventar una mentira e irse, ella y sus amigas la pasaron muy bien, al salir tenían que caminar unas cuadras para llegar a su domicilio, jamás imaginó despertar en un tráiler, a kilómetros de su hogar abusada por dos tipos, ella, una niña de trece años, a merced de dos bestias y perdón a las bestias, hombres que podrían ser su padre o quizá su abuelo, una de sus amigas yacía a su lado, muerta, gritó hasta quedarse sin voz, nadie podía escucharla, no supo cuántas veces fue violentada, cuando cansados de sus gritos, de haber saciado sus instintos, fue arrojada de la máquina en marcha. Estuvo varios días tirada en medio de la nada, con una pierna, la pelvis, las costillas, un brazo rotos, nadie pasaba por ese lugar, no podía levantarse, no tenía voz para pedir ayuda, escuchaba el ruido de los motores que pasaban y ella moría de a poco, con los ojos cerrados ya no pedía ayuda a Dios, pensaba en que quizá era un castigo por no hacer caso de no ir a la fiesta.
Refiere que los dolores que sentía eran inimaginables, deseaba volver a ver a su madre, decirle cuanto la amaba, a la luz del día pudo ver el cuerpo a unos metros de ella de su mejor amiga, una niña, con solo trece años no volvió a ver la luz del sol. Cuando creyó que nada podía salvarla, un trailero que bajó a orinar la miró, ella dice que fue su ángel de la guarda, fue lo último que vieron sus ojos, despertó en un hospital de Durango, a muchos kilómetros de su ciudad natal, estaba en calidad de desconocida, no podía hablar, se daba cuenta que era observada con morbo, con curiosidad, con lástima, pasaron semanas para que pudiera hablar y decir sus datos, cuando su madre llegó a verla, fue tanta la impresión de ver el estado en el cual se encontraba que perdió el sentido. El médico legista que certificó sus heridas, el abuso, le dijo que tuvo mucha suerte de estar viva, que realmente no iba a pasar nada, las carpetas de investigación se archivan y no se busca a los culpables, se convierten en un número más, los padres de su amiga con los datos que dio la persona que la encontró recuperaron su cuerpo. Hoy día, esta jovencita tiene quince años, no quiere una fiesta, tardará mucho tiempo en el que el alma regrese a su cuerpo, me pidió que le leyera uno de mis poemas, la vi llorar, la abrace y lloré con ella, pudo haber sido mi hermana, mi amiga, mi vecina a la que abusaran.
Así fui escuchando historias que desgarran el corazón, que me llenaban de impotencia, madres cuyas hijas no tuvieron la fortuna de seguir vivas, muertas a manos del novio, del esposo, del amigo, otras, desaparecidas, sin saber que fue de ellas, la pregunta en el aire sin respuestas de nadie ¿*Dónde están?* Las autoridades coludidas con algunos violadores, una justicia que no llega, pareciera que ahora con la pandemia se olvidaron muchos temas que estaban puestos sobre la mesa, pero las desapariciones siguen, sin embargo hay madres de familia que siguen buscando, que gritan el nombre de sus hijas, quizá alguien las escuche, no seamos indiferentes a estas madres, hombres que tienen hijas, piensen antes de participar en un acto como el que aquí narro, no existiera la trata de blancas si no hay cómplices que lo permitan. Mi solidaridad y mi apoyo a estas mujeres que me confiaron su dolor, que me piden que por medio de mis letras alce la voz, por ello les pido a quienes sepan algo, escuchen algo no se queden callados, la vida de una niña, de una mujer está en peligro. No más madres víctimas de un sistema corrupto, no más niñas desaparecidas, ¡*No más!*
*Maestra Lorena Resendiz*

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