Aquí se disfraza el eco
de una postal
cuando el sigilo del reloj deslava las rendijas
ruboriza la piel oscura que funde las campanas.
En esta atmósfera
las pupilas del agua seducen los tallos
de las lavandas.
La luz se adelgaza
en suspiros de algodón grisáceo.
El carnaval de las palomas
desgaja las horas en blasfemias ambarinas
que apolillan la anatomía de los maceteros.
Se revela el mutismo acre
de la familia ataviada de óxido verde.
Aquí la melancolía se delinea
en la arquitectura de las sombras
y en los trinos de pájaros heridos
*Arturo Hernández*