El Presidente López Obrador “es diestro en lo siniestro”. Reconocido como el gobernante más mentiroso del mundo, tiene la habilidad de decir una que otra verdad para que le sigamos creyendo. La más grande de sus verdades: que Lady Anticarisma sería su corcholata. Por años así lo sugirió y pocos creyeron que cumpliera su amenaza.
En las últimas semanas ha repetido cerca de doscientas veces, que se prepara un “golpe de Estado técnico”. El Presidente, quizás por la cercanía étnica, le da por hablar en forma críptica, como Estela Maya. Recuerde el lector cuando habló de “pautar” las relaciones con Perú. Ningún especialista de derecho internacional sabía lo que eso significaba, como ahora tampoco se tiene claro con eso del golpe de Estado Técnico, últimamente ha aclarado que los conspiradores serían el Poder Judicial y las autoridades electorales.
Su reiterado anuncia ha alarmado especialmente porque hemos estado observando en Guerrero lo que sería vivir bajo una especie de golpe de Estado, en este caso de la delincuencia organizada. Es decir, destruir el marco jurídico y el orden, lo que nos puede llevar a la “Guerrerización” del país. La advertencia de López Obrador, es parecida a la que se hace con quien se encuentran semejanzas, su “amigo Donald Trump”, el pelos de estropajo ha dicho que si no triunfa en las elecciones: “habrá un baño de sangre”.
Algunos analistas han tratado de calmarnos afirmando que no debemos preocuparnos, que el Presidente tiene esa manía, de Anita la Huerfanita, de asumirse como víctima, o en modo “light” de su victimización, hay un “compló” contra su gobierno. Citan como ejemplo el “compló” de los niños con cáncer que demandan servicios médicos. Vale señalar que los amigos del Presidente: Ortega, Maduro y recientemente, ante las manifestaciones, López Gatel en Cuba, también alertan sobre una amenaza golpista contra sus gobiernos.
El anuncio puede ser una de sus presidenciales maromas distractoras, ahora para encubrir su intervención cada vez más descarada en la elección. El golpe de Estado, según el Presidente, lo tendría que dar el Poder Judicial de la Federación y las autoridades electorales. Los suspicaces, entre los que me inscribo, consideran que el Presidente ya los acusa de Golpistas, cuando sería él mismo quien su “autogolpeara”. De lo que se trataría es de crear un ambiente social de opinión, para justificar su intervención y tener la posibilidad de anular un resultado desfavorable. El viejo truco de con las urnas bajo las guayberas, grita: “Al ladrón, al ladrón”, Apuntando con el índice al horizonte en sentido contrario a donde pega su carrera.
Independientemente de cuál sea la causa verdadera de su vehemente insistencia con lo del golpe de Estado, la realidad es pocos creen que el Presidente reconocerá la derrota de su desangelada corcholata. Incluso cuando quiso hacer alarde de su imparcialidad y dijo: “Respetaré el triunfo de Xóchitl”. Agregó socarronamente, recordando la canción de Chava Flores: “¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?”. Imposible quedarse tranquilo ante esta aclaración.
Creo que el Presidente no está ya seguro del triunfo de su corcholata heredera, como todo amante del poder, cuando siente la posibilidad de perderlo, recurre a la estrategia maquiavélica: provocar el miedo. Estaba como becario y fui testigo cuando De Gaulle en Francia, el electorado le dio la espalda, él apareció ante los medios de comunicación e inició así su discurso: “Yo…, o el caos”. Estaba viendo la transmisión desde una televisión de la calle, los jóvenes gritaron eufóricos y risueños: “El caos, el caos”.
El riesgo que puede correr López Obrador es que cuando en cadena nacional amenace: “Mi heredera Sheinbaum… o un Golpe de Estado”, salgamos a la calle gritando: “El Golpe, el Golpe”.
López Obrador está en la agonía de su mandato y nunca ha calibrado la trascendencia de sus palabras, ahora que la hace de futurólogo, pasa de mesías a profeta; sus advertencias, promesas o amenazas son, además de truculentas, de consecuencias imprevisibles para el país.
Esvribe: Edmundo González Llaca
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