Ruidos incendian la morfología de concreto
enjambre que exorciza el albor de la mañana
alfabeto afilado que contradice los relojes de la tarde.
El territorio donde se agigantan las voces
donde la costumbre tiñe serpentinas de colores
y comparte el gozo simbiótico de la existencia.
La esquizofrenia de pies en la sinfonía del trajín:
el asombro de malabarismos corporales
los sudores fletados al delirio de la rutina.
En la oferta de los deseos se subvierten miradas
inundan el juego insaciable de los estantes.
Fantasías ciclópeas irrigan el crisol de olores
entre regocijos que inhalan el hervor de los sabores.
Las cicatrices trascriben el frenesí de los espíritus
en los párrafos de una epopeya refulgente
donde los números rasgan el caparazón del tiempo
y el verbo existir se conjuga con el “yotúélnosotros”.
Arturo Hernández