* Q*ue suerte tuve de ser mujer, de nacer en este universo, en esta vida y con estos seres llamados padres. Ignoró como estuvo el asunto, si ellos me eligieron a mí, si yo los elegí a ellos, si fui su karma o su bendición, lo importante es que llegué en esta envoltura, que es de creación divina. Soy mujer y no solo por tener, en vez de pene, vagina; soy un cúmulo de adjetivos, de sustantivos, de puntos y comas, de puntos suspensivos, de interrogaciones, la faltan letras al alfabeto para definir estas cinco letras que me dan identidad. Eva, mi ancestro directo, se le dio al varón para que no estuviese solo, para que juntos poblaran el mundo, ella, la revolucionaria, que si hoy tuviera el derecho a réplica, contaría una versión de su historia.
Adán vivía solo en el paraíso, no hay paraíso sin mujer, ¿Que lo obligó a comer el fruto prohibido? ¡Pamplinas! En ese tiempo de la historia no creo que ella hubiese tomado la decisión de engañar al pobre hombre. Citaré unos versos de Sor Juana Inés de la Cruz “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” Es más fácil culpar que admitir que para pecar se necesitan dos. Eva, quizá invitó a Adán a comer el fruto, pero no lo obligó, a razón de ese evento, a través de los siglos, de los siglos, la mujer es castigada, señalada, como muestra del pecado del mundo, por ese acto sufrirá los dolores del parto, será subordinada, será la culpable de todo lo que resulte. Si pudiera escuchar a Eva, la historia sería otra historia.
Hoy, el mundo está lleno de esas mujeres, de esa Eva que trascendió en el tiempo. Es cierto que hay de todo en esta vastedad de féminas, las que sucumben al encanto de los hombres, las que siguen cargando cadenas, las que lloran en silencio, las que callan y ahogan sus gritos, las que venden y compran, las que sueñan, las que resurgen, las que se inventan un vida, las que fingen, las que aman, las que no aman, las que pecan, las que oran, pero todas MUJERES.
No imagino ser lo que soy en otro cuerpo, soy orgullosamente mujer, la que sufre en cada menstruación, la que carga nueve meses una vida, la que nunca será luna llena, la que vistió un vestido blanco, la que se oculta en la penumbra, la que camina entre espinos, la que grita y no es escuchada, la que se mira al espejo y sabe que cada día se va gastando en el calendario.
Soy mujer y mi padre me otorgó ese derecho, no soy más ni menos que el varón, no soy su complemento, ni su media naranja, ni su mitad, ni parte de su costilla, soy mujer porque así fui destinada, porque he caminado de muchos milenios atrás, porque tengo mucho que decir, porque puedo construir y destruir, porque la mujer es lo más bello de la humanidad, no se concibe la caricia, el amor, la ternura, la fe, la confianza, el amor si no proviene de la mujer.
Que suerte he tenido de nacer y de ser MUJER, amanecer y ocaso, luz y sombra, ira y calma, sentimiento y vanidad. Madre, hermana, amiga, amante, esposa, calma y tormenta, distintas personalidades en una, MUJER sin más palabras.
Escribe Lorena Reséndiz
Adán vivía solo en el paraíso, no hay paraíso sin mujer, ¿Que lo obligó a comer el fruto prohibido? ¡Pamplinas! En ese tiempo de la historia no creo que ella hubiese tomado la decisión de engañar al pobre hombre. Citaré unos versos de Sor Juana Inés de la Cruz “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” Es más fácil culpar que admitir que para pecar se necesitan dos. Eva, quizá invitó a Adán a comer el fruto, pero no lo obligó, a razón de ese evento, a través de los siglos, de los siglos, la mujer es castigada, señalada, como muestra del pecado del mundo, por ese acto sufrirá los dolores del parto, será subordinada, será la culpable de todo lo que resulte. Si pudiera escuchar a Eva, la historia sería otra historia.
Hoy, el mundo está lleno de esas mujeres, de esa Eva que trascendió en el tiempo. Es cierto que hay de todo en esta vastedad de féminas, las que sucumben al encanto de los hombres, las que siguen cargando cadenas, las que lloran en silencio, las que callan y ahogan sus gritos, las que venden y compran, las que sueñan, las que resurgen, las que se inventan un vida, las que fingen, las que aman, las que no aman, las que pecan, las que oran, pero todas MUJERES.
No imagino ser lo que soy en otro cuerpo, soy orgullosamente mujer, la que sufre en cada menstruación, la que carga nueve meses una vida, la que nunca será luna llena, la que vistió un vestido blanco, la que se oculta en la penumbra, la que camina entre espinos, la que grita y no es escuchada, la que se mira al espejo y sabe que cada día se va gastando en el calendario.
Soy mujer y mi padre me otorgó ese derecho, no soy más ni menos que el varón, no soy su complemento, ni su media naranja, ni su mitad, ni parte de su costilla, soy mujer porque así fui destinada, porque he caminado de muchos milenios atrás, porque tengo mucho que decir, porque puedo construir y destruir, porque la mujer es lo más bello de la humanidad, no se concibe la caricia, el amor, la ternura, la fe, la confianza, el amor si no proviene de la mujer.
Que suerte he tenido de nacer y de ser MUJER, amanecer y ocaso, luz y sombra, ira y calma, sentimiento y vanidad. Madre, hermana, amiga, amante, esposa, calma y tormenta, distintas personalidades en una, MUJER sin más palabras.
Escribe Lorena Reséndiz