Esta vez queridos lectores, hablaré de esos hombres y mujeres que poco se ven en el paisaje cotidiano o que ya no se ven. Caminando bajo el sol abrasador iba un hombre, de esos que han acumulado años en el rostro y en el alma empujando un carrito de nieve, su mirada buscaba a esa horda de chiquillos que al escuchar la palabra mágica “Hay nieves de limón, de piña, de tamarindo, hayyyyyyy nieeeeeeves” salían de sus casas con la moneda presta para comprar un barquillo. Hoy por muchas situaciones, sobre todo de higiene, son pocos los que aún se permiten darse ese gusto. El progreso y la tecnología han provocado que una serie de oficios cotidianos en mi niñez se extinguieran. Dicen que recordar es volver a vivir, así que le compré una nieve de limón, en un barquillo y todavía me dijo que no desconfiara, que era un hombre limpio, y así lo noté, usaba unos guantes para despachar la nieve, cosa que no ocurría con el hombre de las nieves de mi infancia.
Mientras saboreaba la multimillonaria nieve de limón, y lo digo así porque ya saben que el limón vale ahora más que el petróleo, bueno después del chascarrillo recordé esos oficios que existían hace años y nombraré algunos que seguramente muchos tienen presentes y otros ya no los conocieron:
Reparador de paraguas: aunque usted no lo crea, los paraguas no eran desechables, había personas que se dedicaban a repararlos y los dejaban como nuevos, también estas personas se dedicaban a afilar cuchillos.
El Sereno: persona que se dedicaba a vigilar las calles, con un farol en mano, recorría las calles arriba abajo, con su clásico grito de “Las doce y todo sereeeeeeeeno” a veces el grito era parecido al de un alma en pena, pero se sentía esa seguridad de saber que había alguien que cuidaba la seguridad de las calles.
Médico ambulante: Sí, había médicos ambulantes que pasaban por las calles ofreciendo sus servicios y vendiendo medicinas y pastillas milagrosas, muy apreciados por la gente mayor, que confiaba ciegamente en estos galenos vestidos con propiedad y cargando un gran maletín de frascos que curaban todo mal.
Lechero: pasaban muy temprano, puntual como un reloj, dejando las botellas de vidrio llenas de espumosa leche en las puertas de las casas, y aunque parezca increíble no había quién se atreviese a robarlas, también cargaba sus botes rebozantes de leche, y también podría llevar huevos y mantequilla. De ahí viene la frase de “es el hijo del lechero, ya que este podía entrar hasta la cocina.
Aldabonero: esta persona se dedicaba a tocar las ventanas para despertar a los trabajadores y evitar que se quedaran dormidos, no existían despertadores.
Recolector de sanguijuelas: estas personas recolectaban sanguijuelas que llevaban a los médicos, antes estos animalitos se consideraban milagrosos.
Plañideras: Estas mujeres se contrataban para llorar en los velorios, era tan real su papel que conmovían hasta las piedras con su llanto.
Aguador: estos personajes se encargaban de abastecer el agua a las casas, lo único que se les pedía era que fueron recomendados por otro aguador reconocido y acreditar que conocían el oficio.
Leñador: se encargaban de llevar leña ya sea cargada en la espalda o en burros, a las casas de las personas que podían darse el lujo de comprar brazadas de leña para las cocineras.
Pregoneros. Estos personajes se anunciaban con una corneta, en los pueblos daban a manera de periódico viviente las noticias y los acontecimientos más importantes que surgían.
Ropavejero: quién no fue atemorizado con la sentencia de que si no se portaba bien nos llevaría el ropavejero, compraban todo tipo de cosas que las amas de casa sacaban, también hacían intercambios, su aspecto, cargando un costal lleno de cosas era
Fotógrafo ambulante. Era común encontrarlos en los parques, con una vieja cámara, sacaba retratos en blanco y negro, sobre todo para los enamorados que buscaban inmortalizar a su amado y llevar su retratito en la cartera.
Ascensorista: su trabajo se enfocaba en trasladar a los usuarios de un piso a otro, en sí, era un modo elegante de brindar un servicio al interior de un hotel o un centro comercial.
Y así podría enumerar más oficios que desaparecieron del México antiguo y que formaban parte del paisaje tradicional. Si usted fue quien conoció a estos personajes sabrá que su trabajo era parte importante de la vida de las personas, que solo son parte de otro siglo, del mismo México, en otro tiempo. Quizá a su memoria vengan otros oficios que forman parte de la historia.
Comenten, ¿Qué otros oficios se han quedado en el olvido y en la memoria?
Escribe Lorena Reséndiz