Buenos días y feliz miércoles para todos y todas las lectoras y lectores que nos siguen en este espacio. ¿Qué le parecen a usted los y las candidat@s que se están lanzando a la difícil aventura de gobernar la Cdmx? Creo, sin temor a equivocarme, que quien conozca a fondo la situación de esta magna capital del país haría lo que hace mi gato con uno de sus juguetes: el ratón de cuerda sale por un lado y el felino corre para el otro. Pero no, todos están apuntadísimos, como ocurrió cuando Morena andaba en busca de la coordinación nacional de la 4T, a sabiendas de que los platillos de la balanza estaban sobradamente cargados para un solo lado. Pero se entiende, una izquierda a-democrática necesita organizar la faramalla de que no lo es, y por ende tiene el peso de organizar una pasarela a la más tradicional usanza del PRI. La gran diferencia es que los postulantes del tricolor gastaban en propaganda a lo grande y sacaban a la palestra sus mejores discursos; piezas de oratoria de las que una podía sacar citas para hacer la nota… Ahora no. La propaganda es pareja, como si sólo una persona la fabricara, como si las cachuchas, banderines y camisetas fueran sacadas de un proveedor, de un mal y desgraciado (falto de gracia) gusto que adocena aún más mítines y discursos en los cuales puede oírse en play back – si usted cierra los ojos- la voz del presidente del país, o lo que del país quede.
Pues imagínese usted que uno de los primeros en alzar la mano fue el impresentable desgobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, quien jamás debió salir del Estadio Azteca; gracias a Dios lo echaron de la capital; y lo mismo le ocurrió a Mario Delgado, quien no se fijó en los hechos, o de plano no sabe leer las letras más grandes de un cartón de huevo Santa Clara. ¿No entienden que el ungido es García Harfuch, quien se contagió del síndrome Peña Nieto? Todas las mujeres lo aman, voy creyendo que dentro y fuera del gabinete del cual salió.
Unos y otros han hecho y dicho cosas que dan vergüenza, según tozudo análisis de mi abuelita: la primera pifia estuvo a cargo de Claudia Sheinbaum, quien tenía unos seis años cuando ocurrieron los tristísimos acontecimientos del 68, en cuyos días mi abuelita ya estaba en edad de merecer y de correr, con muy buena fortuna. Muchos de sus amigos aún se reúnen y hablan de ese día con voces entrecortadas y enjugándose los ojos. ¿A quién se le ocurre decir -en un mitin anticipado de campaña- que para honrar a los caídos de la Plaza de Tlatelolco había que ganar las elecciones del 2024? Preguntamos mi abuelita y yo -que también era menor de edad-, pero he leído lo que hay del tema y más, porque atesoro un catálogo de entrevistas con los sobrevivientes y otros que ya partieron; decía, le pregunto a la Coordinadora Nacional de la 4T ¿si recuerda las causas que defendían aquellos jóvenes y maestros?
Para comenzar peleaban en contra del autoritarismo vuelto a entronizar en el gobierno de la 4T por el líder de su movimiento Morena; combatían la presidencia imperial que, para colmo, ya colocaron en un palacio; lidiaban en contra la palabra de un presidente que desde que se colocaba la banda presidencial tenía la boca llena de verdad y NADIE podía ni se atrevía a contradecirlo, para no caer de su gracia. ¿Ya se dieron cuenta de que viven en la misma situación que el PRI en el 68?
Ya no se diga Gatell el tontín de la campaña por la Cdmx; también habló de los caídos en Tlatelolco 1968 y eso que ni siquiera había nacido, porque de estar a cargo de urgencias, hubieran muerto más. Se entiende que está en la contienda porque el presidente desea dejarle una pequeña herencia con fuero para medio cubrirlo por la pésima política implementada durante la pandemis de Covid, que nos costó aproximadamente 800 mil muertos. ¿En verdad cree que merece algo? Le exijo, en nombre de mi abue que no toque con su boca sin cubrebocas el acontecimiento de la brutal represión del 68. ¡Qué sabe él si no es de actores abyectos! Él fue el “clown de las bofetadas” como diría sabiamente el poeta León Felipe; entonces, que siga representando su papel como es: sin gracia y sumisamente, que es lo mejor que se le da. ¿Qué sabe López Gatell de la izquierda? Yo les diré: se asemejó a lo peor de la izquierda, que, tras la matanza, se mimetizó a lo peor del gobierno autoritario pensando que el fin justifica los medios y que vale la pena agacharse de vez en cuando para cobrar de guayabera y derechito. Qué vergüenza esta izquierda en el poder. ¿Quién de ellos recuerda sus sueños democráticos, la prevalencia de la acción social, la organización de instituciones ciudadanas (INEI e INE); pero sobre todo, su amor por la educación.
Escribe: Guadalupe Lizalde