Buen miércoles tengan las y los lector@s de este espacio de opinión. Muchas gracias por sus notas, todas ilustrativas. México es diverso y adverso, y lo ha sido desde tiempos prehispánicos: un conjunto de Naciones todas ellas con sus creencias, valores diferentes, pero también disvalores o falencias. La sociedad mexicana, como todas, está en el eje de evolucionar o involucionar. Ir hacia arriba –suponiendo que arriba es mejor- demanda esfuerzo, constancia, voluntad, pero también esperanza. Por San Agustín, podemos entender que esta sociedad no sólo ha perdido la esperanza, sino que la cambió por la obtención de satisfacción inmediata. La electrónica ahondan esta brecha desde la niñez. La involución es lo contrario a lo esperanzador: es futurofóbica. ¿Cómo? Sólo interesa el momento, lo que se consigue ahora; no se piensa en el futuro porque supone perder lo obtenido, o la muerte. Entonces, la persona hace todo lo posible para mantener su estatus; consigue como sea su deseo, por ejemplo, dinero o poder; y sin más está dispuesto a matar a otra u otras personas para sacarlas de en medio y que no pongan en riesgo su futuro, al cual temen.
¡Qué lejos estamos de esa “Ciudad de Dios “ que escribió este Padre de la Iglesia. En la cual se partía de la idea de que todos tenemos un alma que hace sociedad con otras almas inmortales; cada persona con sus intereses y vocación, todos trabajando para buscar el bien social. Por cierto, uno de los defectos que detectó Agustín fue la creación de una “facción” que buscara prevalecer o hacer valer sus intereses por encima de los demás; hacerlo por medio de la violencia, o peor, mucho peor: hacerlo con la anuencia del gobierno constituido democráticamente; el mismo que tendría que combatirlo y –en su caso- abatirlo para reconquistar la paz.
Todo este viraje que doy en este espacio se debe a don Carlos Tizoc Mondragón, que ayer describió en su columna cómo ha ido permeando en la sociedad la frase “al diablo con las instituciones”; claro que Amli lo dijo peor: “sus instituciones”, como si él no hubiera tenido nada que ver con el México que entraba a gobernar.
Como él mismo dice que “hay que barrer desde arriba”. Pues desde arriba se dio petróleo a Cuba, catafixiándola por un lote de vacunas (Abdalá) de dudosa procedencia y más dudosa efectividad. Pero al diablo. Pemex está perdiendo como nunca y su deuda es un lastre para el país. No importa. Oiga, pero su tren Maya –idea romántica de unir a los pueblos mayas del Sureste mexicano- están oxidando las aguas limpísimas de los cenotes, y sus recubiertas, como usted dijo, se zafaron y todo se llenó de cemento. ¡Al diablo! Primero mi voluntad.
¿Qué sucede en los escalones de abajo? Sus burócratas que no habían sido tocados/as por millonarias cantidades, se han vuelto locos. Si los hijos del líder roban, ¿porqué los del camino no? Si fajos en efectivo van y vienen y hasta se organizan carruseles en el banco para depositarle 200 pesos al señor presidente y que no ande “a raíz”, ¿por qué no quedarse con un montoncito? Y si todos se están haciendo ricos, ¿por qué no la mafia hará su propio camino, si tanto les ha dado?
Porque una cosa es el desprecio que sale al doliente desde el Palacio Nacional. Pero ese mismo desprecio está presente en el Jefe de Gobierno, Martí Batres, que está subido en el ring electoral cual si fuera candidato. O sea, ya comenzó a lamer los pies de quien todavía no llega, con todo respeto sea dicho. Los dolientes mexicanos que cavan en busca de sus muertos, no se merecen un gesto de su parte, ¿por qué entonces el crimen organizado va a respetarlas? Si le estorban y les hacen ruido, ¡con matarlas se acaba el problema! Si se desprecia la lucha de las mujeres, porque no es su generación y por su formación el señor presidente no las entiende, se amuralla y se burla de ellas, ¿por qué no ser un feminicida más? ¡Están casi impunes!
Pero existe el otro lado, el del pueblo “bueno” pero muy tarugo, nada dado a leer y medio acostumbrado a vivir de alguien más sin trabajar (todos conocimos personas así, ¿o no?) Y este pueblo maiceado no está dispuesto a hacer nada por mejorar la situación de todos/as, mientras tenga el hoy asegurado. Si alguien les promete que nada cambiará en el futuro y hasta habrá más dinero, ni se mueven. Las hordas sin nombre son indolentes. Pero quienes trabajan de sol a sol son los que sí sufren: pago de piso, extorsión, golpizas; robos de tráileres;¡al diablo!. Total. Mañana quizá nos maten.
Escribe: Guadalupe Elizalde