jueves, noviembre 21, 2024

Ser maestro y no morir en el intento #VerdadesqueacomodaneincomodandeLorena

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Lunes diez de enero de dos mil veintidós, suena el despertador, las 5:00 am, mis ojos se abren, mi cerebro sigue adormilado, sin embargo, recordar que hoy es el ansiado día hace que se despabile emocionado, me apresura, empieza a darme órdenes, ¡Un baño! tan necesario para conectar las neuronas, ¡No tardes!, ¡El uniforme!, la imprescindible taza de café no puede olvidarse con un bolillo relleno de lo que encontré en el refrigerador, maquillo un poco mi rostro, peino mi cabello, un poco de perfume, tomo la mochila con todo lo que necesito para recibir a mis alumnos después de un año y meses de pandemia, salgo a la calle, me recibe una fría mañana, eso no frena mi alegría, tomo un autobús, miro a la gente que va con cara de sueño, algunos fastidiados de iniciar una jornada de trabajo, otros impávidos, algunos más indiferentes, una conocida me saluda y me pregunta que a dónde me dirijo tan temprano, 6:50 am, le digo jubilosa que voy a mi escuelita, “hoy regreso a clases presenciales” respondo ufana, la preguntona me mira con cara de asombro y me dice que si no tengo miedo, que hay una nueva ola de covid-19, ¡Pobres niños! Dice preocupada, otro pasajero me dice que ya era hora que los maestros regresen a dar clases, que es muy necesario y concuerdo con él, otros pasajeros me dan un aplauso, esto me motiva más para llegar con todo a la escuela.
Arribo a la comunidad y lo primero que observo es a una mamá con sus tres hijos bien uniformados, peinaditos, con una enorme sonrisa que podía apreciarse a través del cubre bocas, el brillo y la ilusión en los ojitos de volver a clases presenciales, le digo que la entrada es a las ocho treinta, son las 7:40 am es horario de invierno y responde que lo sabe, pero los niños estaban impacientes por llegar. Entro a la escuela, me llega ese aire que solo quien es maestra sabe a qué huele, saco mi letrero de bienvenida, inflo globos para decorar la entrada, coloco una mesa con los termómetros digitales, el sanitizador, el gel, el tapete para que limpien sus zapatos y espero como soldado esperando a su tropa, así uno a uno llegan los alumnos citados para ese día tan importante, se incorporan las maestras, el maestro de educación física, todos con la emoción de estar nuevamente de cara a los alumnos, los padres nerviosos, pero con la confianza de observar que se están siguiendo los protocolos de seguridad, se dan las indicaciones a los alumnos y como hormiguitas avanzan a su salón, algunos no habían pisado una escuela, otros, nuevos en esta institución, se veían tímidos pero seguros de saberse nuevamente en la escuela.
Es cierto, estamos viviendo una situación incierta, cada día las noticias de nuevas variantes del virus nos alarman, quisiera saber quién pone los nombres a las mutaciones de este virus mortal, más y más gente está contagiada, contagiada ya no del virus sino del miedo, de la depresión, de la pobreza, de la soledad, del pesimismo, como docentes no estamos exentos de contagiarnos, tampoco le estamos jugando al héroe, no somos inmortales, sin embargo también es prioritario el regreso, encontramos alumnos que están desertando de las diversas escuelas, el aprendizaje está estancado, en un retroceso, aunque digan las autoridades educativas que los alumnos están logrando los aprendizajes esperados, la realidad es otra, tampoco es decisión mía como directora este regreso a clases, viene de un censo realizado, de las condiciones de cada escuela, aunque las condiciones de todas las escuelas son las mismas, carecemos de lo elemental, con muchas necesidades, pero también es una certeza que el regreso a clases tiene que darse, por salud mental, física y emocional de padres y alumnos.
Recuerdo la palabra de la señora del autobús ¡Pobres niños! Como docentes hemos sido olvidados de una sociedad que reclama, que dice que están haciendo nuestro trabajo, que ellos son padres y no maestros de sus hijos, que no nos paguen un salario que no merecemos, algunos se hicieron los desentendidos y no enviaron las evidencias del plan de trabajo que enviamos puntualmente cada semana, padres de familia que en lo que va de la pandemia no entregan trabajos y que todavía reclaman el porqué de las bajas calificaciones de sus niños, la incongruencia de las autoridades educativas de pedir al docente no reprobar a ningún alumno y si exigir a los maestros una carga burocrática impresionante, no preocuparse si su personal está bien, si ha tenido pérdidas, para ellos es un número más, poner números a disposición de los padres de familia para reportar quejas, no hay empatía, no hay solidaridad con el personal, también debo reconocer que existen docentes que se han olvidado de su profesión y envían verdaderos alteros de copias para que los papás impriman sin dar seguimiento al aprendizaje de los niños, no soy quien para juzgarlos y cada quien sabe lo que ha hecho y ha dejado de hacer.
Mi escuela está trabajando con pocos alumnos por día, cuidando en todo momento su integridad y la de nosotros, carecemos de muchas cosas pero nos sobra entusiasmo, empatía, respeto a la profesión y mucho amor hacia los alumnos, han transcurrido cuatro días, todo se ha desarrollado de la mejor manera la felicidad de los alumnos compensa todo, deseamos de corazón que no exista ningún contagio, ningún incidente que nos haga cerrar las puertas de la escuela, seguimos de pie, y con la fe de seguir con una escuela viva, con las puertas abiertas a todos los que deseen continuar su aprendizaje.
Maestra Lorena Reséndiz

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