Uno de los regidores pidió la voz y dio lectura a un documento oficial: “El grupo de los regidores es deferente frente a la propuesta del ejecutivo municipal aquí presente; como en muchas otras ocasiones, este grupo de regidores no le niega al presidente municipal absolutamente ninguna decisión”. Firmado por cada uno de los regidores allí presentes.
Para entonces el mero mero de los decomisos etílicos agarro el diablo y se llevó de lo mejor porque al presidente, quien había sido su mejor amigo en la primaria y en la secundaria, no puede andar chupando de esas cosas que a uno dejan todo ciego y pendejo.
Monto cajas y cajas de guíscacho, con tres hospitalarias bolsas de cacahuates salados y papitas respectivamente mientras se ajustaba las gafas y las llevo al lugar indicado en cumplimiento de su deber tomando por el camino más corto porque el Presidente le había hablado al chile, efectivamente, así había recibido la instrucción, fuera de broma a esas alturas de tan pedo que andaba cuando debía usar la “e” usaba la “a” y cuando quería decir algo con “g” terminaba diciéndolo con “b”, con la b de borracho, es que los borrachos y los niños siempre dicen la pura neta.
Solo seis cajas. No más. Tal vez si fuera necesario refaccionarse, regresaba. Sin embargo, existen indicios de que ese número de guiscachos y botana pudo ser mayor. La cantidad exacta y perfecta para un cóctel de los siete pecados capitales. ¿Cómo chingados no? O tal vez otros más para no pecar de pichicatos. Que no se diga que esa administración era pichicatera. Porque ese presidentucho no era pichicato. Era todo menos pichicato.
El director de decomisos está muy feliz. Contento porque había encontrado suficiente botana y bebidas para atravesar sin sobresaltos al menos las siguientes horas laborales obligadas. Y es que se dio un buen consejo: guarda pan para mayo, matojo para tu caballo.
Previo a llegar al lugar indicado se detuvo a contar las cajas del guiscacho para verificar que no se le había caído una en el trayecto, o para cerciorarse de no haber sido víctima de robo, en estos tiempos, ¿quién no es desconfiado? Vivimos en estado de alarma permanente, donde el Presidente municipal no era ningún niño, pero si un cabrón muy borracho, pero eso sí muy honrado, escucho el jefe de la dirección de inspección municipal, que dijo a los presentes en la sala principal llamada como aquel que promovió la constitución que nos rige, y zas que le pregunta, ¿a poco no soy honrado, Aniceto? con voz áspera y conminatoria porque le estaba invitando una copa de vino tinto sin más protocolos y solemnidades más que levantar la copa e invitar a los demás a tomar mientras unos cantaban cucurrucucu paloma no llores y otros el cielito lindo con su engolada voz acompañados de tambor y platillos golpeados con demasiado énfasis pues como el jefe es el jefe de ese pueblo bicicletero cuyas casas están banderitas, guirnaldas y cenefas de papel de China con los rostros de los Niños Héroes, no pudo decirle que no, y mucho menos si el jefe jefe se encontraba con sus cuates empresarios que lo habían apoyado desinteresadamente antes y durante la campaña política con toda la parafernalia que ustedes los lectores y yo sabemos que se cuecen en nuestra democracia, donde a la prole hay que regalarle playeras, paraguas, plumas y gorras mientras tocan unos pinches grupos bien gacho canciones bien chacalozas.
Aniceto escucho su nombre de la boca del presidente con absoluta naturalidad en voz alta para que sus convidados lo escucharan. Convidados y presidente municipal que no volverán temprano a sus casas. Contra el discurso presidencial, la concurrencia luce más interesada en cotorrear que en escuchar discursos presidenciales. Algo común. Escuchar su nombre de la boca del presidente era una experiencia liberadora que lo elevaba al cielo. El presidente respiro profundo al verle. Fumo y lo miro orgulloso.
Allí justamente cuando se entra a esa sala lo primero que ve uno, si uno es buen observador, está la foto del presidente municipal y sus convidados, velando por la estabilidad social, económica, jurídica, publica de la sociedad de ese municipio.
Aniceto, el director de inspección municipal también respiro profundo. Estaba entregando buenas cuentas. Sonrió igual que su jefe.
El presidente volvió a fumar. No había poder humano que parara la fiesta que más que fiesta era una fiestesotota como aquella que se verificó cuando ganó en las urnas porque la democracia se decide en las urnas dijo cuando festejaba aquel día en uno más de sus discursos políticos y que todos los presentes ciudadanos aplaudieron de poca madre.
Ese día fue diferente. Se verificaba la jornada electoral. Saltó ligeramente en calzoncillos y se persignó parado ante la Virgencita de Guadalupe , de calendario que está en la pared alumbrada por focos navideños, arriba de un armatoste que parece mueble, cubierto de un platico transparente que hace las veces de mantel . “Por mi mamacita que Dios la tiene en su gloria, por Dios, que hoy gane que hoy gane, que se haga la democracia en este jodido municipio y que yo gane, que yo gane “repetía a gritos, llorando, arrastrado en el piso gris de ese cuartucho, llorando. “ Cállate pendejo” escucho desde el cielo. “Cállate pendejo” volvió a escuchar pero no era desde allá, era su pinche abuela quien estaba allí para pendejearlo como diario o casi diario. Era su abuela que no lo bajaba de pendejo con todo y la tristeza y los estertores que la tienen preocupada. “Cállate pendejo, lárgate a la calle”. Una abuela como ninguna que con el cansancio en su espalda y hombros, sintiendo que la piel le colgaba y que el esqueleto no le respondía le dijo todavía claramente: “a chingar a su madre para otro lado candidato pendejo”. Siempre lo pendejeaba. Así se movía su vida. Así era el cobijo amoroso de su madre que en paz descansaba y de su abuela. Las dos como lo pendejeaban. El hoy mero mero no sabía el porqué , pero su abuela siempre lo pendejeaba como a ustedes lo han corroborado tanto que llegó a pensar que así había sido bautizado en la santa iglesia católica porque desde que era un mocoso su abuelo lo pendejeaba , y otro tantito su madre. Y no me dejarán mentir, ustedes lectores, pues esas cosas se sienten en el alma. ¡Qué poca madre! ¡Qué poca abuela! Y en atención a la abuela se salió a la calle donde ya era esperado por su equipo de trabajo y por su esposa quien vivía en la casa de sus padres, y que lo recibió con la mano que le testereo la bragueta. El candidato municipal se chiveo todito. La calle, que era un tapiz de tierra suelta y un trozo empinado, esperaba la suela de esos zapatos tenis Nique que había comprado en el tianguis de la Alameda Hidalgo un día antes en la capital del estado. La esposa y equipo de campaña se rieron, que eran más o menos de su misma edad, se fueron por la calle de La Tuna y doblaron por El Nopal donde en la primaria Solidaridad emitieron su voto esos que se la partieron con él, con él y ella y a esperar los resultados más tarde. Justo al momento de entrar el candidato y esposa que le acompañaba vieron de reojo que a la entrada de esa escuela una parejita estaba dándole duro y macizo solidariamente al besuqueo, en la puerta escolar. Por supuesto que el chavo ya sentía cosquillitas en la entrepierna y la chava cosquilleo en el itacate que si sumamos las cosquillitas del novio y las cosquillitas de la novia nos dan la suma de que esa parejita tenía unas ganas de valerles madre toda.
Y ya con los datos arrojados el candidato festejo y festejo y festejo para ya no volver a la casa que compartía con su abuela. Nunca volvió. Ya si se acordó de su abuela. Bueno, ni le mentó su madre. Ya no regreso ni en sentido reversa a ese cuchitril donde nada más lo pendejeaba su abuela y festejo junto a los suyos. Festejo para encontrar su lugar en el mundo de la política y la democracia. Abrazo a su esposa. Se abrazaron. A ella le dio mucho gusto el resultado tanto que le tanteo la bragueta con mucha fuerza. Algo grande y poderoso estaba por suceder en su vida matrimonial y presidencial por delante, por detrás, por arriba, y por abajo por diosito que les estoy diciendo la pura verdad.
Versiones extraoficiales señalan que el que quedó en segundo lugar ante el resultado democrático hizo una mueca de desgano, de vendedor fracasado. Que si lo era, vendedor fracasado.
De acuerdo con versiones expresadas por vecinos de la abuela, pasado el tiempo volvió a la casa de la abuela. Su abuela era un olor de la chingada, y para colmo el calor estaba como a treinta grados a la sombra. Su abuela ya había chupado faros. De su madre ni sus luces porque ya tenía años que se la había cargado la chingada. Una madre que en nada se parecía a la abuela del hoy presidente municipal. Una madre que lo educó a punta de madrazos, sutilmente acompañados de improperios y groserías mayúsculas. Su reverenda madre apostólica y católica tenía un repertorio gigantesco dentro de su boquita y que además le pegaba por todo y por nada a diario. No si la madre no era en nada parecida a la abuela. No se parecían en nada. ¡Qué poca madre! ¡Qué poca abuela! ¡Qué poca suerte! Para su madre, el hoy mero mero municipal era un niño cochino, flojo y perezoso como esos de la política. Para su abuela ídem, pero además pendejo como los presidentes municipales. Por ahí deben existir algunas fotos de los tres. Es decir, hubo fotos de su mamá y de su abuela. Pero no del hoy presidente municipal. Por eso busco a Dios en diferentes religiones. Leía la Biblia, el Nuevo Testamento; no para aprender sus pasajes sino para encontrar respuestas a esas palabras: “Cállate pendejo”. En la iglesia católica se aprendió los diez mandamientos, el “yo pecador”, el “padre nuestro “, el “Ave María “, pero todos le resultaban una pendejada porque siempre se sentía un pendejo ya ni se diga cuando llegaba a casa donde no lo bajaba de pendejo esa abuela. Todo lo que hacía en su cotidianidad era por pendejo. Todo era cállate pendejo. Y de verdad no regreso. Se puso una pedota democrática. No había motivos para regresar si la abuela muy seguramente lo iba a llamar “presidente municipal pendejo”. Por eso nunca regreso nunca, nunca, nunca, ni de visita porque eso de que estén pendejeandolo a uno a cualquiera cala en el alma. Era como estar en la boca del lobo. Pero no. Estaba en la boca de su madre y abuela. Entonces la primera iniciativa que promovió vía uno de los regidores para disfrazar el pedo de su alma que lo atormentaba y acomplejaba, fue una iniciativa para prohibir que en los hogares de ese jodido municipio se iba a eliminar la expresión de aquella abuela que no tenía madre y que con una frialdad que escarchaba las oquedades ópticas del en esos días candidato a presidente : “ Cállate pendejo “ que fue aprobada por unanimidad pero antes de su aprobación tuvo que haber una discusión por una observación a la propuesta original que decía” Cállate pendejo Presidente Municipal”. Subsanado la discusión los regidores aprobaron por unanimidad la propuesta de ese regidor que bajita la mano recibió la propuesta del presidente municipal que con eso se quitaba de encima ese pinche dolor que le atormentaba el alma. Pasado el tiempo se paró a la casa de la abuela. Fue a tomar posesión del inmueble como todo un emprendedor.
Pero volviendo a la fiesta les contaba que el humo ascendió lánguidamente hacia el techo y el presidente lo contempla triunfal. Triunfo al que se suma Aniceto. Sea como fuere les une una poderosa amistad.
– Moción de orden, por favor. Quiero presentarles a Aniceto, mi amigo – El presidente municipal alzo la voz y alzo la copa con la mitad de la barrigota metida dentro de una camisa muy chingona y la otra mitad, peluda y grasienta, a la vista pública.
Cuando el presidente le llama por su nombre la cosa cambia. Hasta le gusta su nombre. Por su nombre solo lo llama su señora esposa y el presidente, en importancia y por derecho de antigüedad, en primero el presidente municipal su amigo y ya después quien ustedes leyeron arriba. En esos momentos se acuerda de que son amigos desde atrás tiempo. Que llevan más de 15 años juntos en la política, codo a codo, hombro con hombro. Solo al presidente le permitía que lo llamara por su nombre, no a otro, ni a otros, hasta que apareció la mujer de sus quincenas.
– Tú eres mi mejor especialista en esto, Aniceto, eres el mejor, pero sobre todas las cosas habidas y por haber, eres mi amigo. Amigos y amigas, aquí les presento a Aniceto, mi gran hermano que digo hermano, es mi brother quien contribuyó con su trabajo y práctica política al triunfo de este su amigo de ustedes. Augusto Sebastián [email protected]
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