Llegaba al restaurante y todos se preguntaban que quién se la estaría cochando. Una señora de muy buen ver. Muy buen culito redondo y respingón. Bonita. Una gabacha que parece un durazno maduro pero firme al que provoca meterle el diente. Y ella lo sabe sin lugar a dudas. Empleada bancaria. Muy elegante. Y no hablaba. Se la pasaba muchas horas en el banco pequeño. Puesto que los bancos crean dinero y deuda, ella es una importante empleada en la economía de ese pueblo americano. Ganar dinero es su objetivo supremo. Los gabachos trabajan mucho, marcando más horas que cualquier otro país industrializado. Parte de esta norma es la idea del sueño americano y que se puede lograr cualquier cosa si se trabaja lo suficiente. La empleada bancaria llegaba y se parqueaba en el estacionamiento. El medio de transporte preferido de los gabachos es el coche particular. No iba mucho al restaurante pero cuando iba se robaba los comentarios y las vistas lujuriosas de los trabajadores del restaurante mexicano. Siempre pidiendo comida baja en grasa. No por nada su excelente cuerpo.
Era el día de su cumpleaños. El gato festejaba su cumpleaños. Fueron tiempos de mucho trabajo en el restaurante, ya sea como administrador, mesero o hasta como empresario, y la mayor parte de las veces borracho. Chupando como un loco. Era su sueño americano. El sueño americano de drogas, alcohol, teiboleras, una vida muy promiscua. La lista de asistentes es larga. Todos estiman al gato. Un festejo más en el gabacho.
El ambiente tenía algo de locura, desenfreno y estridente. Muchos se movían en el restaurante de un lugar a otro. Cada vez llegaban más personas a la fiesta. Uno más en su vida. Uno más en el país más rico del mundo. No tiene pesadumbres ni quejas. Vive el sueño americano. En el restaurante mexicano no podría irle mejor. Gana muy bien. En ocasiones gana mucho mejor que todos los meseros juntos. Es muy solicitado. Y él se deja querer. Cuando llegan los clientes solicitan de él, y él los complace. Se ha ganado el cariño, admiración y aprecio de los gabachos. Ya pasaba de tres décadas. Y el gato parece gabacho. Es mexicano. Pero como si fuera gabacho. De esos gueros. Es güero. Muy güero. Lo heredo de su mamá, quien a su vez lo heredo de su mamá.
El gato bailaba con una morrita gabacha que lo quería mucho. Cuando llegó a ese país ni siquiera sabía hablar inglés. Muy feliz estaba bailando. Y llegó la empleada bancaria interrumpiendo el momento con su corta minifalda entallada e insinuante que le asentaba muy bien y se metió a bailar mirando al festejado con una sonrisa. Su sonrisa era una mezcla de vanidad y coquetería. Un video particularmente viral en las redes sociales muestra como el gato baila con las dos gabachas. Y las baila bien.
—Happy Birthay
—Thank you.
Es hermosa, pensó el gato, cuando la vio llegar a ellos. Llevaba su cabellera rubia recogida, pero escabullidos caían unos largos rizos por detrás de sus orejas, donde lucia unos pendientes color negro. El gato estaba con las dos bailando. Con la morrita a quien el gato le llevaba 20 y con la empleada bancaria que al gato le llevaba 20 años. Para los ojos de los gabachos el gato contaba con 15 años menos. El gato tiene humor con una pizca de ingenio. Tiene mucha fiesta. Tanta fiesta une mucho.
Al dueño del restaurante le gusta su disponibilidad y por eso no dudo en ofrecerle y llevárselo a trabajar. Dijo que le gustaba su disposición para complacer a los clientes y que ese sería su aporte para el nuevo restaurante mexicano. Y dicho y hecho. El gato siempre le procurado ser dueño absoluto de sus días y emplearlos en lo que le dé la gana. Le es muy fácil hablar. Le es grato ver cómo sonríen con su verbo. A los pocos días de inaugurado se veía la disponibilidad del gato. Siempre alegre, siempre positivo. Su cabello corto, su rostro bien afeitado, su olor, su manera de vestir, sus palabras. Todo un galán.
El restaurante iba viento en popa contando con un buen número de clientes gabachos.
En una de esas la empleada bancaria se llevó al gato para atrás del restaurante. El restaurante es amplio, con paredes pintadas de rojo, muebles de imitación piel, gran variedad de cuadros y flores. Quería cochar se lo dijo de una manera natural. Y para allá los siguieron dos compañeros del gato. Entonces caminaron a un sitio donde pensó el gato que no los iban a molestar. Y los fueron a importunar.
La señora quería cochar. Se lo dijo esbozando una maravillosa sonrisa como una forma de integración social. Y los otros querían ver que se la cochara. Entonces pasaron a otro lugar con idénticos resultados. Entonces el gato la paso al baño del personal del restaurante donde entraron con sigilo. No había nadie. Le quitó la ropa donde descubre un tatuaje de media luna en su hombro izquierdo. Goza besando su cuello. La colocó en la bañera. Debían actuar rápido y cochar. Estuvieron horas y horas cochando. Él eyaculaba y ella seguía adelante. Muy golosa. Muy caliente pedía más y más.
El gato se aventaba de vez en cuando un sorbo de tequila cosa que no sería de extrañar. Otra botella más. Es una costumbre que tiene desde morro. Y a cochar con esa señora de muy buen cuerpo porque la erección regresaba. Señora cochalona que ya después no se la podía quitar de encima. Pasadas las horas uno de los empleados del restaurante los encontró. Le comunico al gato que la morrita se retiró con sus padres. Ni pedo dijo al gato para seguir cochando con la señora que al final le confesó que estaba casada y que su marido le llevaba diez años y que nada de nada y lo beso en la boca para cochar otra vez. Augusto Sebastián [email protected]
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