miércoles, abril 24, 2024

#MotelGarage No había de otra

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Para aprender las lecciones más importantes de la vida, uno debe superar un miedo cada día. Ralph Waldo Emerson
A veces Dios nos lleva por aguas turbulentas, no para ahogarnos, sino para purificarnos. Anónimo
Le bajamos de guevos a nuestro desmadre. Ya no nos cagabamos de la risa. De nuevo estaba yo al frente de la negociación, y aunque el sol se alzaba amenazante y su malhumor se hacía sentir, todavía había una temperatura agradable y el viento abrasaba juguetón. No había de otra. Yo confiado. Ruben y el Dany iguanas ranas pero callados. CDMX otrora de efe. Patrulla atrás y adelante. Vehículo oficial, que no transitaba ese día, nuevo o casi nuevo recién estrenado por nosotros. No hay nada más arrullador que el ruido sedoso de un coche recién salido de la concesionaria. El modo en que las llantas se deslizan sobre el pavimento no se compara con caricia alguna de mujer. Si por azar pasamos sobre un bache, nunca se sacudía. Estos cabrones me pelan la verga, pensé en voz alta como siempre o casi siempre para enfrentar apuros y salir airoso. Era y es mi frase favorita. Así mande a la verga con rápida fluidez verbal con la misma rapidez que caracterizaba a una de las secretarias de la cual no quiero dar datos y señales para regar las noticias en la secretaría, a un coordinador y a un director que estaba sentado bien acá porque tal parece que esa silla de la dirección tiende a pontificar y a crearse un trono. A los dos les dije que me pelaban la verga. Cierto. Expuse mentalmente la primera grosería que se me vino. Ningún ruido. Ningún sobresalto. Solo la grosería. Claramente audible. El director me caía como una patada de mula queretana. Era un cabron bizco. Yo no puedo ver a los bizcos. Me pelaban la verga. El otro se las daba de muy verga nada más porque le hacía la barba a aquel que abrió un cajón del escritorio, y sacó un encendedor y una cajetilla aplastada de cigarros Viceroy aplastada. Había cuatro cigarros aplastados, cada uno más que el otro. Escogió uno y lo fue alisando con esos dedos flaculenchos hasta casi devolverle la forma cilíndrica. Lo encendió y aspiro y expiró y una neblina gris azul quedó suspendida a ras del techo. Los dos me la pelaron. Pero esa es otra historia. Los dos me la pelaron. Mi encomienda religiosa frente a esos dos y su petatazo de alcohol. Mi encomienda de actitud positiva.
Al día siguiente el director me echó una mirada de rata furibunda ante mi actitud grosera porque al fin y al cabo me pelo la verga. No pudo conmigo. Pero les contaba que esa es otra historia.
Pero les contaba que se acercaron los policías del CDMX otrora DF, pero que para muchos si no es que para todos será siempre el de efe, y que chinguen a su madre, quienes le cambiaron el nombre, que portaban armas de grueso calibre, al parecer fusiles de asalto AK 47, conocidos como cuernos de chivo. Policías del DeFectuoso. Los copilotos. Había llegado otra unidad como ave de rapiña que obstruyó un segundo carril. Parecíamos delincuentes. Olvidándose de los verdaderos malandros. Exactamente para muchos éramos delincuentes. Es la verdad. Piensa uno lo peor. Estábamos copados. Les dije que como nos arreglábamos. Que trabajábamos para el gobierno federal. Así sin miedo. Ellos sabían lo que significaba “arreglar”. Así al chile. Sin excusas. Pero eso sí aclaré que íbamos a Palacio Nacional. Que íbamos a un operativo. Que teníamos el tiempo encima. Nos alegaron que la unidad no transitaba ese día. Les volví a lanzar la pregunta que como nos arreglábamos. Pusieron su cara de no se. Corrían los minutos. Estábamos rodeados. Teníamos el tiempo encima. Uno camino a la patrulla trasera. Que sin duda no era clonada. O quien sabe porque hay grupos crimínales que clonan patrullas. Conversó. Regreso otro oficial cara de aguacate podrido. El otro me había dicho que le iba a decir al comandante. Me presente con una frialdad que escarcha las oquedades oticas por mi nombre y clave pa’no andar luego con prisas. Se quedó de a seis el policía alto y gordo, que apenas cabía en la unidad. Tan de a seis se quedó ese oficial cercano a los cuarenta que sólo pidió para los chascos y “ai muere”. Les estoy diciendo la verdad. Una nube gris arropaba su rostro y parecía envolver su existencia. Nomas querían bajarnos una lana. Lo juro por mi mamacita. Y agregó que no había problema. Pinches policías ineptos dije cuando emprendimos de nuevo al operativo. Se conformaron con mi actitud. No nos sacaron ni para los chescos. Se la pelaron. Me la pelaron. Nos la pelaron. Me la Pèrez prado. Nos la Pèrez Prado. Se abrieron a la verga. Así que aunque a veces no hay comida, otra veces hasta tres, comentó el Dany y su sabiduría común, para cerrar con broche de oro, porque hay veces en que la vida te quita las manos del pescuezo y te da una de jamón por tantas otras que te ha dado de queso de puerco.
Cubrimos operativo en el de efe que seguirá siendo de efe el Distrito Federal porque tal vez se les hacía bien pinche largo decirle Distrito Federal y bien chido decirle de efe además de efe combina con defectuoso pero el de efe será de efe por los siglos de los siglos. Nos cagabamos de la risa. Regresamos a la delegación. Nos cagabamos de la risa. Lo comentamos al delegado, subdelegado y otros compañeros. Se cagaban de la risa. Los acompañábamos. Lo hicimos muchas veces, durante varios días. Todo por traer vehículos cuyas placas no circulaban ese día. Ese y otros días nos cagamos de la risa como locos porque la risa cura, ilumina, alumbra lo oscuro, para purificarnos.
Augusto Sebastián [email protected]

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