¿Cuántas veces se han marchado personas de nuestras vidas? Algunas por un breve tiempo, otras, por un plazo más largo y algunas más definitivamente, no volveremos a verlas quizá porque la decisión es romper todo lazo, toda comunicación, por los motivos cuales quieran que sean, y existen otras que han dejado esta vida, y con todas ellas se han quedado palabras por decir, cosas por hacer, por aclarar, por reclamar, por pedir, se forma un nudo en la garganta y nos quedamos con esas frases atoradas y nos lastiman, nos duelen, nos dañan. Hemos dejado pendientes con esas personas que se fueron y no hay manera de regresar el tiempo y saldar esas pequeñas cuentas que dejaron un capital de ellos en nosotros, no encontramos de qué manera pagar la deuda, por eso título a este escrito 24 horas, y les pegunto queridos lectores que siguen mis escritos, los leen y los comentan ¿Qué harían ustedes en 24 horas con esa o esas personas con las que dejaron una cuenta por pagar o por cobrar? Si pudiera pedir un último deseo, este sería pasar 24 horas con la gente que no estará más conmigo. Me gustaría que la primera persona con la que quiero encontrarme sería con mi padre, verlo como ese Atlante, sereno, comiendo cacahuates sentado a la entrada de la casa, mirando el atardecer, contando anécdotas de su juventud, o quizá, cambiando el escenario, estar a su lado mientras cortaba el fierro, armando una puerta o una ventana, echando madres, maldiciones y un lenguaje muy florido, así trabajaba, no ofendía a nadie, quizá solo a sus fierros, pero estos se volvían como plastilina en sus manos, verlo con la careta de soldar tratando de asustarme, quizá me agradaría más verlo descansar, fumando su cigarrillo mientras leía con interés su periódico, entonces, me sentaría a su lado, le daría un largo abrazo, le pediría perdón por las veces que le fallé como hija, le diría que lo amare todos los días, que me hace falta y que cuando yo deje esta vida, me espere allá, como cuando era niña y me ofrezca la seguridad de su mano para guiarme a donde tenga que llegar. Otra persona con la cual me gustaría reencontrarme 24 horas sería mi madre, verla caminar con esos pasos menudos, sin prisa, preparando ese café que tenía un toque mágico, un olor indescriptible, esos frijoles refritos, esos tamales de hoja de plátano que no he probado con ese sazón en ningún otro lado, preparaba un atole de maíz de teja y una capirotada, que eran una delicia, mi madre, como todas las madres, tienen magia en las manos a la hora de cocinar. Me gustaría encontrarme con ella regañando a sus plantas, platicando con los pájaros, o quizá, sentada junto a la ventana, bordando sus servilletas, canturreando las canciones de Agustín Lara o los tangos de Gardel. La sorprendería una mañana, esas en que solitaria, suspiraba al recordar a sus hijos ausentes y elevando una oración porque todos estuvieran bien, le contaría un buen chiste, me gustaba tanto verla reír, con esa risa de niña, a veces pícara, maliciosa, inocente, le pediría un favor, que me diera una beso, me cantara esa canción de cuna, que espantaba mis miedos, que me hacía dormir, con la seguridad de que mi madre era súper valiente y con una cuchara de palo espantaría a todo monstruo, fantasma o espíritu chocarrero que osara interrumpir mi sueño, solo 24 horas a su lado y yo podría morir en paz. En 24 horas junto a mi hermana que se fue sin decirme un adiós, le reclamaría por qué así, porque tuvo que dejar la vida de esa manera tan inesperada, que me causo un dolor inimaginable, le diría que aunque no se lo dijera, algunas veces me hizo enojar con sus malos comentarios, con lo chillona que era, con sus críticas feroces, que le envidiaba su colección de muñequitos, su actitud ante la adversidad, lo atrevida que era, ese miedo que no tenía y yo sí. Le pediría que me enseñará como se vive tan bien, siendo chaparra y broncuda, terca como una mula y la mejor hermana que pude tener, ella era la luna yo a su lado el sol. 24 horas pido para tomarla de la mano y llevarla a Miramar, ver esa mirada triste, llenarse de la inmensidad del mar, mirarla jugar en las olas, buscando conchas y caracolas, pidiendo que tomara fotos de todo lo que llamaba su atención, la sentaría conmigo, a la orilla del malecón, le contaría tantos secretos que me guardé, los viajes que planeamos ya los recorrí, me hizo falta su compañía, su cuidado, su espíritu aventurero, quiero despedirla, con un te amo hermana, decirle que algún día la volveré a encontrar y juntas volveremos a vagar. Si tuviera esas 24 horas y estar con las personas amadas, no dudaría en pedir perdón, hablar de las cosas que no dijimos, abrazaría y besaría más, dejaría que a su vez, me dijeran que me equivoqué, que no supe entender que cada uno somos diferentes y que no debemos cambiar a nadie, ni juzgar por lo que se cree que es. ¿Qué harían ustedes si tuvieran 24 horas con aquellas personas que se fueron? Piensen, solo 24 horas con ella, con él, ¿Has pensado que le dirías para saldar o perdonar la deuda? Espero en tus comentarios esa reflexión. Maestra Lorena Reséndiz
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