Esta reflexión será dedicada a los padres de familia, que en México se celebra el tercer domingo de junio y lo haré recordando las palabras de un gran ser humano, viajero incansable que recorrió la República mexicana de sur a norte y viceversa. Físicamente no está en este mundo terrenal, pero estoy segura que ahora recorrerá el cielo para saber cómo es y observará cada uno de sus rincones para hacer una ruta de viajero y una Guía Roja para ubicar los lugares exactos y llegar con facilidad a donde se le ocurra. Este es uno de sus consejos que recordaremos en su memoria, José Vicente Vitte Solís, a tu memoria. Él decía, “para hacer feliz a una mujer, no se necesita mucho esfuerzo, se necesita mucha pasión, el dinero y las cosas materiales nunca van a conquistar a una mujer inteligente, con ánimos de superarse, que no depende de nadie, que si quiere la luna, va por ella. Para conquistar a una mujer es necesario poner atención a los pequeños detalles y poner atención a las pequeñas cosas, ese es el punto clave. Llevarla a pasear, a mirar lo que nadie ve, un domingo por la tarde dar una vuelta por el jardín, mirar a los jóvenes de corazón bailar un danzón, disfrutar un helado, tomar su mano al cruzar una calle, llevarla del brazo con ese orgullo que da lo más preciado, lo más bello, escuchar con atención su plática, admirar no solo lo estético, sino el brillo de sus ojos, la magia que sale de su sonrisa, el vaivén de su pelo, el olor que emana de su piel. Caminar, solo caminar, las caminatas ayudan a enamorarse demás, porque cuando se camina junto a la mujer que se ama, los pensamientos fluyen, solo queda la belleza del día y los dos. Después, llevarla a comer, tomar un aperitivo, descansar de la caminata, reírse, reírse mucho porque es la oportunidad de guardarse las sonrisas que son el mejor detalle que puede existir en la vida, si después de una caminata más, vuelve a sentir hambre y dice ¿Vamos a cenar? Significa que esa mujer está bien contigo, porque una mujer cuando está plena a tu lado está feliz y enamorada.
DE UN PADRE A SU HIJO
El día que esté viejo Y ya no sea el mismo, Ten paciencia, compréndeme Si derramo comida sobre la camisa, Si olvido como atarme los zapatos, Recuerda las horas que pasé Enseñándote a hacer las mismas cosas. Si al conversar conmigo Repito una y otra vez la misma historia Que ya conoces y sabes cómo termina, No me interrumpas, solo escucha, Cuando eras pequeño, para que durmieras Te conté varias veces el mismo cuento Hasta que tus ojitos se cerraron. Mira cómo tiene prisa el tiempo Por robarme de la vida el diario abono, Cómo me vuelvo frágil rama Que sacude el viento, Y hace sucumbir mis fuerzas con la carga de mis años, Más la férrea voluntad me mantiene vivo, Para verte a ti, mi hijo Convertirte en un hombre que logró sus sueños. + José Vicente Vitte Solís.
Maestra Lorena Reséndiz