Cuántas veces hemos pasado por diversas situaciones que nos llevan a abandonarnos a nosotros mismos y caemos en la deplorable situación de dejar de ser lo que somos, lo que nos hace únicos y nos olvidamos de la persona más importante de este universo: YO Si se pasa por un divorcio, la primera sensación es de coraje, impotencia, frustración y después de dolor, y se cae la más de las veces en pensar en el desquite, agarrarse a hijazos y se inicia una batalla que parece interminable en una lucha de poder que no siempre termina bien, y los más afectados: los hijos, que no saben hacia cuál contendiente favorecer, si para ellos, el amor a los dos es el mismo, es aquí el momento de no perder la dignidad, entender que si la relación de pareja se termina por los motivos, cuales quieran que sean, aceptar que es mejor y no terminar odiando a la persona que una vez se amó, que se evolucionó con ella, que si ese amor llegó a su fin no solo es culpa de uno, son dos, no decir “¿en qué fallé o me equivoqué? Más bien pensar que no hicimos bien que nos llevó a estas consecuencias y tener la capacidad de resolver de la mejor manera para todos, no se le quita el papel de padre o madre a quien decidió tomar otro sendero, y buscar la forma de seguir con la mirada al frente, el garbo de ser la persona que sé es con y sin el otro. Era común ver salir a las mujeres que dieron a luz, (debo aclarar que no entiendo el término, ¿Alumbrar, dar a luz?) salir del hospital en una imagen que no se sabe si están entrando o saliendo, es cierto, parir un hijo no es cosa fácil, es el momento de dolor físico más inimaginable de un mujer, pero también el de mayor alegría, ¿Por qué salir como si se emergiera de un campo de concentración? La imagen que recordará tu hijo por el resto de su vida tiene que ser la de una madre bella, por ello, el esmero para llevarlo nueve meses en el vientre, debe serlo también para la madre, entre las cosas que se llevan para recibir al hijo se debe incluir un set de arreglo personal para ella y ayudarle a salir con dignidad, el suceso lo amerita. Estamos viviendo un momento sin precedente en la historia, un virus que llegó para hacernos conscientes de lo insignificante que somos en este universo, nos llevó a encerrarnos, a vivir con miedo, con tristeza y dolor al saber cuánta gente cercana y conocida ha muerto, muchos más con la enfermedad, se ocultan como si fuera un pecado, nos estamos olvidando de vivir. Las noticias cada vez más alarmantes, nos hablan de hospitales saturados, lo mismo con hornos de cremación, cementerios y la psicosis aumenta, según fuentes nacionales e internacionales, quiénes están en factor de riesgo somos los del siglo pasado, parece que se requiere una limpia de antigüedades. Por ello, debemos pensar con claridad y ser objetivos, nada para después; es común que al saber lo que ocurre a nivel mundial nos invada el pesimismo, la indolencia, la desesperanza y nos acometa el miedo ¿Miedo a qué? ¿A contagiarme? ¿A llegar a un hospital y no salir viva porque me tengan que entubar? Que no pueda despedirme de mi familia, a no tener un funeral como lo dicta la tradición, es el peor escenario que podemos imaginar, por ello, hoy decido como quiero vivir. Me pondré esa ropa que guardé para una ocasión especial, los zapatos que tengo en espera del mejor momento, mis mejores joyas, aunque no sean preciosas, la mejor ropa interior, desechar mi ropa de vagabunda y usar a partir de hoy mis mejores galas, arreglar mis pies, cosa que pocas veces les pongo atención y son mi pasaporte para ir y venir en este universo, hacer que mis manos que todo lo hacen, se vean impecables, maquillar mi rostro con esmero y delicadeza, arreglar mi pelo, usar el perfume que me gusta, todos los días como una rutina, dejar de compadecerme y parecer difunta antes de serlo, si me llego a contagiar y para mi mala suerte dejo este planeta, quiero irme sin perder la dignidad, con una sonrisa, porque viví los años que se dispusieron para mí como yo lo deseé, hubo cosas buenas y maravillosas, otras no tan buenas y de las cuáles no puedo sentirme orgullosa, pero tampoco me arrepiento, son parte de mi historia. Tampoco quiero ser recordada con alguna etiqueta, hoy por hoy, estar vivo es la mejor maravilla del mundo, así que viviré el tiempo que me reste, con toda la intensidad, ganas y voluntad. Los invito a reflexionar sobre este escrito, espero no incomodar a nadie con mis palabras y que esto nos lleve a dejar atrás el miedo, a cuidarnos como si fuésemos recién nacidos, a arreglarnos como si hoy y cada día que pase, asistiéramos a la mejor fiesta de la vida, con las mejores galas, y el mejor banquete, y si nos despedimos para siempre, que sea así, como los mejores anfitriones, ante la muerte, jamás perder la dignidad. Maestra Lorena Resendiz
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