Mariana clavaba las uñas en la espalda de Miguel, el placer que le causaba sentir su musculoso cuerpo, desnudo envolviendo al suyo, la enloquecía, esos besos la hacían llegar a la gloria. Él conocía cada parte de su ser, cada pliegue de su cuerpo, sus ávidas manos lo recorrían de pies a cabeza con un deseo casi salvaje. A punto de llegar ambos al clímax de su apasionado encuentro, Miguel dijo con entrecortada voz: ___ Patricia ¡Mi vida! Furiosa, aventó a Miguel, que desconcertado no sabía que decir. ___ Amor ¡Perdón! No sé qué diablos pasó, en que estaba pensando… ___ Eres un maldito, estabas pensando en ella ¿verdad? Le hacías el amor a esa zorra, no a mí. Mariana sabía, por comentarios de las compañeras de trabajo que Patricia, quién trabajaba en la misma oficina que Miguel le coqueteaba, se jactaba de traerlo loco por ella. Miguel negaba todo, aunque admitía que la mujer le coqueteaba a todos, incluso a él, pero que no le hacía caso, solo tenía ojos para Mariana, el gran amor de su vida. Mariana, ciega de ira, no escuchaba nada de lo que Miguel decía, éste intentó abrazarla, dos fuertes bofetadas lo hicieron retroceder, la joven se encerró en el baño, dentro, mojó su rostro tratando de controlar la rabia que momento a momento aumentaba, escuchaba la voz de Miguel pidiendo perdón, su exaltada razón la llevaba a imaginarse a Miguel poseyendo a Patricia como lo hacía con ella. Miguel no alcanzaba a entender como se le salió decir el nombre de Patricia, conocía a Mariana, sabía que esta equivocación no la perdonaría, en los años de relación, los celos de ella los habían llevado a tener discusiones épicas, interiormente le daba la razón, era muy asediado por las mujeres, su galanura, su forma de ser, daba pie a situaciones comprometedoras, Mariana no era tonta y más de una ocasión detuvo algo más que un flirteo ocasional. ___ Abre la puerta amor, hablemos por favor, no vayas a cometer una locura. ____ ¡Déjame explicarte! Las cosas no son como las piensas, esa mujer no es nada, ni siquiera una aventura, fue algo sin importancia, sabes que te amo solo a ti… Presa de la furia Mariana miró su rostro en el espejo, su mente desquiciada le hizo ver el rostro de Patricia riéndose de ella, de un puñetazo, rompió el espejo. Miguel, al escuchar el ruido, le urgió que abriera la puerta, lentamente esta se abrió, al mirarle las manos llenas de sangre, quiso abrazarla, en un rápido movimiento, con un afilado pedazo de espejo, Mariana lo clavó sin piedad en la garganta de Miguel que cayó a sus pies sangrando profusamente. ____¡Te lo advertí Miguel! ____ Te dije que si me engañabas, te mataría ____ ¿Por qué no me creíste? Mariana cubrió su desnudez, lavó con cuidado sus manos, arregló su desordenado cabello, retocó su maquillaje. Indiferente, observó el cuerpo de Miguel, rodeado por el charco de sangre. Buscó en el pantalón, el teléfono de él, encontró el número de Patricia, escribió un lacónico mensaje: “Hola mi amor, ven que necesito verte, estoy solo en el departamento, te espero, no tardes” Sin prisa, calzó las zapatillas, tomó su bolso, dirigió una última mirada al cuerpo del hombre que amaba, no sabía si estaba muerto. Aun así, dijo sin mostrar dolor alguno: ____ Adiós Miguel, te amé más que a ningún hombre, ahora te odio de la misma manera, espero te vayas al infierno. Con la mirada perdida, riendo como una loca, salió sin prisa, la noche fresca le acarició el rostro, un ligero viento alborotó su cabello, sacó de su bolsa su perfume favorito, colocó un poco en sus manos, caminó por las iluminadas calles, perdiéndose entre la gente. Maestra Lorena Reséndiz
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