La reja de otoño presagia los pasos,
dicta bostezos de cemento,
teoremas para el engaño.
Suspiros flagelan ansiedades,
entre encomiendas y exhortos.
Huellas pálidas en el rectángulo,
disipan sus rastros en un tren de cristales,
abofetean palabras temblorosas.
Respiros cálidos de tinta,
maquillan con sudor cuadernos,
anclan manos en un laberinto
en horas de álgebra híbrida,
rasgan las sílabas de madera
en los abismos de la geometría.
En el pase de lista de los calendarios,
muere la tarde en ortografía,
en lecciones elásticas en pupitres,
y geografía extraviada en pizarrones.
Arturo Hernández