jueves, noviembre 21, 2024

#MotelGarage Operativo Hamburguesa

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Les cuento. Otra historia de mi vida laboral. Otra historia que debería de avergonzarme pero no. Me causa risa. Escribo en el iPhone y me estoy cagando de la risa. De un tiempo para acá este medio de comunicación es el medio para escribir. Para que más que la verdad. Esto es la pura verdad. Yo no estoy para mentirte. El iPhone no tiene madre. No por trabajar en la administración pública es uno mentiroso o corrupto o ratero. No. Ni ratero ni corrupto ni mentiroso. Pero para la mayoría de la gente los que trabajamos en el gobierno somos mentirosos, corruptos y rateros, y es que en administración pública de los tres ámbitos hay historia de funcionarios públicos que han sido mentirosos, corruptos y rateros, pero verdaderos rateros como esos de la élite salinista o calderonista o foxista o peñista porque no son rateros modestos. Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes. La corrupción es lo que ha dado al traste con todo y es la causa principal de la desigualdad económica, de la desigualdad social. Pero bueno les contaba que lo que van a conocer me causa mucha risa. Es la verdad. La risa y lo que estás por leer es la verdad. De entrada el trabajo me emocionaba. Me emociona. Siempre he creído que si algo no te emociona no es tuyo. Emocionado estaba en la plaza de Armas. No había ningún manifestante. Todo estaba tan tranquilo. No había a quien monitorear o dar seguimiento. Tranquilo y todo yo estaba emocionado. Cuando me marcaron al celular del trabajo.
Era Chucho. Era un jueves. No un jueves cualquiera. Era Chucho marcándome en un jueves no cualquiera. Compañero de trabajo. Un gran compañero. Había que escuchar sus historias. Un compañero que se irritaba bien cabron cuando recibía instrucciones del jefe inmediato. No le gustaba trabajar. Otro más que no le gustaba trabajar. Decía que el trabajo era una mala broma de Dios, porque como buen panista a Dios lo traía para todos lados, en cada instante, en todo lugar y en cualquier circunstancia. Es respetable la creencia. A Dios lo traía como autoridad, como justicia, como redención de tantos males y agravios cómo comporta la realidad. Lo inadmisible consiste cuando se hace uso del nombre de Dios para engañar, embaucar y sacar provecho económico, político, social y sexual. Estaba allí ocupando una plaza porque había sido líder juvenil del Partido Acción Nacional ( PAN), pero no por su pasión al trabajo ni mucho menos por su gusto por el trabajo. Inteligente no lo dudo para otras cosas. Éramos del mismo nivel económico y social.
Pues les decía que era Chucho. Entonces, con una voz grave, dijo que le gustaría una hamburguesa de Carls Jr. Me cague de la risa. Él no. Con su voz ronca me pregunto que porque me cagaba de la risa. Y argumento muy serenamente que no era ninguna broma. Y yo estaba de verdad cagandome de la risa. La risa franca. Mi risa franca. No habían pasado ni tres días cuando habíamos comido hamburguesas, cocas bien frías y unas malteadas. No habían pasado ni tres días. No habían pasado ni tres días y ya estábamos comiendo otras hamburguesas en el Carls Jr del DF, alias defectuoso hoy CDMX. Y estábamos en el defectuoso porque trasladarnos al Carls Jr de Monterrey era una distancia muy larga más sin embargo la del DF nos resultaba relativamente cerca: tres horas. Tres horas que tuve que aguantar a ese Chucho que hablaba y hablaba extrañas historias de espantos y fantasmas. Era lo suyo. Porque lo suyo tampoco era la profesión de licenciado en derecho. Su petición no era una mala broma de Dios. Unas chingonas hamburguesas y malteadas. Había que darle mantenimiento a ese voluminoso cuerpo.
Chucho estaba gordo. Una masa de grasa y músculos contenida en su escaso metro con sesenta y cinco de estatura. Al propio Chucho le gustaba decir que era un fortachón con una buena dosis de panza. Pidió dos hamburguesas, dos refrescos de cola y una malteada.
Yo solo una hamburguesa, una coca y una malteada.
Caras pero valen la pena.
PD. Chucho antes de salir del lugar solicito al empleado con la frialdad de ser empleado del Gobierno con una mirada a la vez sucia y lírica otra hamburguesa, coca y malteada para llevar. Eran pasadas las cinco de la tarde y todavía teníamos por delante todavía un largo trayecto de tres horas.
Augusto Sebastián [email protected]

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