Se dice que los hechos a enfrentar ponen en la balanza el peso moral y ético del individuo y, en ellos, se ve qué valores pesan más o sobre cuáles disvalores son los que prevalecen a la hora de tomar una decisión; si esto es verdad en un ciudadano común como somos usted y yo, imagínese el alcance de los resultados de una toma de decisiones en la gerencia de una gran empresa; los mismos desde el escritorio de una Secretaría de Estado, sus consecuencias generales. Pero cuando esas variantes ocurren en la persona que dirige a una nación adquieren la mayor importancia, porque los resultados pueden llevar a ese país a la gloria, o al infierno, como dirían los trágicos.
Napoleón, el emperador de Francia, solía decir “ Soy yo y mi circunstancia”, queriendo dar a entender que no todas sus decisiones eran él de cuerpo, alma y conciencia, sino que los acontecimientos externos hacían de cuña para que obrara la diferencia y de él saliera el militar, la Ley o el hombre simple que era enamorado y/o buen hijo.
Vamos a pensar que la circunstancia de una persona es nada menos que una campaña política. O sea, el fin es convencer a la mayoría para alcanzar el voto y dentro de un sistema democrático, como es el nuestro, ganar la mayoría y el puesto. Obviamente que la persona en cuestión estudiaría a fondo cuáles son las necesidades sociales, económicas, educativas, alimenticias, etc. Lo siguiente sería encontrar el o los medios efectivos para comunicarse con el electorado en general, para hacer de su conocimiento que el candidato sabe qué les aqueja y cuáles serían las soluciones… Y aquí es donde la “puerca tuerce el rabo”, porque como electores nos hemos quedado a medio camino: nos conformamos con promesas, y eso nos ha fastidiado. Ya se ve: lo más fácil es NO cumplir y dejarnos con un palmo de narices. Pero, piense usted, ¿no nos cumplen ni una sola promesa y nos quedamos así, quietos, pasmados y con los brazos caídos? Y sí, ya lo aprendimos: “El poder los hace iguales”, porque la vocación para dedicarse a la política requiere de un tipo de personalidad que agradezco al cielo no poseer. El político (no todos, pero sí) no necesita: utiliza. No olvida agravios y todos se los cobra (véase a Rosario Robles); no quiere a la gente, la usa y olvida. Para ellos la gente no es fin, sino medio. Y si nos prometen ayuda de tercera edad, pues tras el trabajo de una vida es lo mínimo que un gobierno decente podría hacer por nosotros, al menos darnos asistencia médica y cuidar de que los más necesitados puedan completar, mediante ayuda efectiva, el sustento y un sitio digno para vivir. En EEUU las personas pagan muchos impuestos, pero tienen su vejez asegurada, y la salud durante toda su vida, seguro de desempleo, asistencia efectiva.
Pero, ¿cuáles son las circunstancias que aquí privan? Los feminicidios van en aumento y el gobierno, su titular, dice (de lengua me como un plato) que las manifestaciones anti-violencia surgieron apenas él alcanzó la presidencia. La UNAM no se inmiscuye en política (recuérdese el liderazgo efímero de Carlos Imaz, ex marido de Claudia Sheinbaum, “La Corcholata” mayor), e imagínese que el presidente los quisiera en la calle lanzando vítores. Bueno, ya criticó hasta al doctor Juan Ramón de la Fuente, hombre probo e inteligentísimo. Los universitarios están en lo que deben: estudiando y más vale que no quiera meter las manos en la sucesión del Rector. Las clases medias pensantes y lectoras están en lo suyo: sobreviviendo a un gobierno que los desprecia de palabra y obra. Si una institución hace por ayudar a quienes este gobierno no auxilia ni apoya, hay que acotarle el campo de acción poniendo límite al dinero que reciben. ¡Qué mal estamos algunos! Los que votamos por dejarle hacer al gobierno, y los ciudadanos que no alzamos la cabeza ni la mano para protestar ante nuestros diputados y senadores que, casi sin mirar, aprobaron la Miscelánea Fiscal. ¡Qué pena! Todos estos políticos de la 4T ven hacia otra parte: habemos 103 mil asesinatos este año: “la UNAM es fifí”. Matan más mujeres que nunca: “qué terribles son los videojuegos”. Venden o cambian niñas en Guerrero por ganado, dinero o alcohol: “yo vine a otra cosa”. Que la violencia está desatada en algunos estados, a punto de sucumbir ante la presencia del crimen organizado: “Vamos a hacerle justicia a Aburto” ¿A cuál de los tres que presentaron en su momento? Que la economía está en el suelo: “Es culpa del neoliberalismo y los demonios del pasado”. Oiga, que salió más caro su aeropuerto que hacer el de Texcoco, que hay un cerro en medio de la pista; es una zona de mamuts que hay que preservar; que hay propiedades privadas que no fueron contempladas para unir Santa Lucía con el Estado de México y hacer la carretera: “Esos son mis enemigos que quieren que fracasemos”. ¿Ya se dio usted cuenta que son puros platos de lengua mientras la realidad nos aplasta?
Guadalupe Elizalde Gallegos
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