El Presidente dice unas mafufadas que me dejan sin aliento y hasta con náusea. Sólo puedo proporcionar dos hipótesis: el Presidente es un falsario contumaz o definitivamente ya lo perdimos y en las brumas de sus neuronas, confunde el arte de gobernar con su gusto por echar relajo. Ha perdido su capacidad empática que tantas simpatías despertó. Cuando fue el accidente del Metro, en lugar de solidarizarse con los heridos y los familiares de la joven muerta, dedicó el tiempo a defender a su Súper corcholata.
López Obrador está colérico y sin ningún control, ya no le basta decir mentiras y tener “otros datos”, ahora se dedica a injuriar y calumniar a sus críticos. No puede evitar el terrible desasosiego que le producen las marchas que no organiza él; la calle es su patrimonio y declaró Ya chole con el INE” y tomando a la realidad por los cabellos, dijo que la causa de la reunión en la defensa del INE podría ser la de defender a Genaro García Luna. Increíble la infamia. Eso es tanto como acusar al Presidente de que impulsa el perdón de la deuda de PEMEX porque cuando deje la Presidencia se va a dedicar al Huachicoleo.
Convertido en una máquina de ocurrencias, paralelamente aumentan las dudas sobre el verdadero estado de salud de López Obrador. No guardemos la ilusión de que el gobierno nos informe sobre el cómo se encuentra el Presidente, hace unos meses sufrió, según fue el rumor, de un desvanecimiento y trasladado al hospital militar; las explicaciones oficiales fueron ridículamente contradictorias. Según declararon era una revisión de rutina, pero curiosamente no se informó previamente, a pesar de que ya se sabía. Me parece hasta pueril afirmar que una revisión de rutina incluye un cateterismo. La pregunta es ¿Cómo podemos los ciudadanos vacunarnos contra ese engaño? ¿Cómo podemos detectar cuando el gobernante empieza a caer en lo que llamaba Bertrand Russell: “La borrachera del poder”? Y, lo peor, después será México el que pague la cruda.
La capacidad mental es quizá el aspecto más difícil de valorar y sería cuestión de que el Congreso legislara al respecto en el caso de que los gobernantes den señales que han perdido el sentido de la realidad y viven en un mundo raro. Estudiosos del derecho internacional han analizado la posibilidad de que el Congreso del país vote sobre la necesidad de revisar al gobernante que se considere se le han aflojado los pernos o definitivamente ha perdido la chaveta. El mismo Congreso, convocaría a expertos en valoración sicológica, para que médicos independientes evaluaran los medicamentos que ya está consumiendo y los posibles efectos en su conducta. Incluso se podría pedir asesoría, a la ONU, concretamente el Consejo de Seguridad, apoyados por la Organización Mundial de la Salud, a hacer un diagnóstico sobre la posible enfermedad y la curación correspondiente. Por el bien del enfermito y del país.
Confieso que no tengo una respuesta clara al problema, pero no me resigno a observar como el Presidente realiza actos, digamos lo menos, totalmente incomprensibles y contradictorios, incluso con sus políticas anteriores. La pregunta permanece ¿Cómo podemos ejercer nuestro derecho a la información en un tema tan importante como es la salud del Presidente?
Ya lo del Rey del Cash pasa a segundo plano, lo importante es saber por qué las mañaneras se prolongan en una verborrea escapista y de baja estofa y, al final, cuando horas después regresa a la vida pública, ve un micrófono y lo primero que se le ocurre es que lo entrevisten. El Rey del Cash se ha convertido también en el Rey del monólogo.
Escribe: Edmundo González Llaca