Jesús Malverde es uno de los personajes más controversiales desde hace 100 años, se encuentra a un lado de Chucho “El Roto”, “El tigre de Santa Julia”, esta fue la razón que lo ha mantenido con vida en la memoria colectiva. Su muerte dio paso a la leyenda, para unos es el santo de los desamparados mientras que para otros es únicamente el santo de los narcotraficantes, su historia esta mezclada entre verdades y mentiras, pero ¿Quién fue Jesús Malverde?
Marlene Diveinz es una escritora que ha colaborado en varios medios, entre ellos La Jornada, El Sol de Toluca, creadora del taller “Niños Talento” durante la administración de Ebrard, diplomada en Creación Literaria por la Escuela de Escritores de la Sociedad General de México (SOGEM), actualmente da taller de creación literaria vía redes. También se dedica a la investigación, por esta razón tiene un libro aun no publicado en relación a la figura de Jesús Malverde, las razones son varias, por temor alguna de ellas como más adelante nos platicara.
– Felipe Cabello Zúñiga : ¿Cómo empezó la investigación a Jesús Malverde?
– Marlene Diveinz: Todo comenzó en 2008, me llamaron de Selector para escribir un libro, ya había publicado biografías anteriormente para Mexicanos Unidos en 2005. En Selectores más que una biografía de Jesús Malverde querían que fuera un libro de rezos, con todo el morbo del mundo. En ese momento tenían una línea exitosa con santos no reconocidos, entre ellos Jesús Malverde, El Niño Fidencio, La Santa Muerte, y la única información que tenían en esos momentos era una nota muy escueta, más informativa que otra cosa, sin fundamento, sin rigor de una investigación de lo que vino luego. Empecé a investigar, fue tremendo redactar en 2 o 3 meses, todo fue investigación documental y de campo, de gente que vivían en CDMX pero originarios de Culiacán, en ese tiempo ya había iniciado la guerra contra el narco, me fue imposible ir para Sinaloa.
FCZ : ¿Hubo alguien que te proporcionara más información de Malverde? – MD: Mira, encontré gente maravillosa que me dio información, cambio el sentido del personaje, una de las entrevistadas fue con María Romero que es artista plástica, tiene desde varios años realizando performance haciendo el papel de la novia de Culiacán y también de Jesús Malverde que era el ángel protector de los pobres y desamparados. María Romero tiene años haciendo un performance en la ciudad de Culiacán de donde es originaria, aunque radica a veces en la cdmx, ella me contó la historia, más como leyenda que en si como con documentos probatorios, de hecho, el acta de Jesús Malverde se descubrió en 2010 si no me equivoco. María Romero hace este performance porque es devota de la figura de Jesús Malverde, todo está en el libro aun inédito, ella lleva como 20 años haciendo este performance. Pero me parece que fue a través de un investigador del Colegio de la Frontera Norte, ella me guio hacia María.
FCZ: ¿Cómo es tomado en Sinaloa por los historiadores la figura de Malverde? -MD: Los historiadores no aceptaban la figura de Jesús Malverde como un asunto serio.
FCZ: ¿Qué más encontraste en esta investigación?
MD: Cuando termine de escribir con datos, con documentos desde la cultura popular, supe que se comía, quien era el gobernador, como era la tradición, la construcción de las primeras vías del ferrocarril donde participo Jesús Malverde, todos estos elementos fueron haciendo una construcción de ficción, con ciertos datos históricos que se pueden corroborar, aunque no precisamente hay antecedentes de que Jesús Malverde haya participado en ellos.
FCZ:¿Qué se tenía de Jesús Malverde? MD: Hasta ese momento solo había una hojita y un periodista de La Jornada que había escrito una obra de teatro y no había nada más. Jesús Malverde es un santo popular entre la gente, yo estaba trabajando en otros proyectos de museografía con una museógrafa experta en el arte popular, ella fue quien me proporciono muchos elementos para determinar por donde buscar, donde escribir, donde hacer la estructura de este libro,
FCZ: ¿Quién era Jesús Malverde? MD: Jesús Malverde entre la leyenda y la historia, realmente era un bandido, una especie de Robin Hood por su pobreza, las condiciones extremas que le toco vivir en ese tiempo en Sinaloa, que todavía tenía la figura de caciques, obviamente no es un personaje de ser investigado, encarado como si lo puede ser Pancho Villa o algún otro personaje contemporáneo.
FCZ: ¿Qué opinas de esta figura? MD: Cuando vi la figura de Malverde como el bandido bueno, generoso, me entusiasmo, además me pareció muy interesante esta necesidad no solo del pueblo mexicano, sino de todas las culturas de creer en santos, santones, vírgenes si es que es figura femenina a quienes se les adjudica una identidad más directa con sus penas, esperanzas, sueños que a los santos católicos. Mi posición con Jesús Malverde no ha cambiado, sigue siendo un personaje digno de estudiarse, de entenderlo, porque también forma parte de la historia mexicana, la otra historia, la que escribe la gente, como diría Elena Poniatowska – “La gente jodida”-, la que no tiene voz, y pues me entusiasma, soy partidaria de las ovejas negras.
-FCZ: Una vez que terminaste la investigación ¿Qué problemas has tenido para materializar la publicación de este libro? MD: Una vez que concluí la escritura del libro, decidí retirarlo de la editorial donde me encontraba, esto porque las condiciones de contratación y sucesión de derechos era realmente vergonzoso, no merecía un pago anticipado de regalías por todo el trabajo que hice. Desde entonces el libro ha sido presentado en editoriales como Grijalbo, Planeta, Alfaguara, hace un año murió el editor de esta última, un día me dijo que mejor lo hiciera novela, -Ponle una morra, una troca, la mota y haz una novela del narco-. Parece que este libro tiene un toque diabólico, una de las historias que te puedo contar es que se lo presenté a una editorial independiente, y bueno la editora me dijo que le había preguntado a sus gurús espirituales y que no lo iba a publicar porque se iba a meter en problemas, ese fue el último intento que hice en 2013. Intente hacerlo novela, pero lleva un proceso largo, así que si lo público será como trabajo de investigación.
Marlene proporciona a ustedes amigos lectores un fragmento de su investigación acerca de Jesús Malverde.
Introducción En la historia del país hay bandoleros sociales y santos milagrosos, pero solo un personaje, originario de Culiacán, Sinaloa reúne ambas cualidades: Jesús Malverde, quien de bandido social evolucionó a objeto de culto sincrético, mezcla de paganismo y rituales católicos. ¿Leyenda, mito, creencia o realidad? Ante todo la realidad histórica lo convirtió en un fenómeno social: el buen bandido. Como luchador social comparte el escenario junto a figuras míticas como el Tigre de Santa Julia, El Rayo de Sinaloa y Chucho el Roto, solo por mencionar algunos. Características comunes hay en todos ellos: robaban a los ricos y repartían el beneficio a los pobres, poseían buen corazón, corrigieron los abusos de los opresores y por lo tanto establecieron una solidaridad con la gente humilde que los convirtió en sus representantes formales. El bandido es revolucionario, se opone al sistema establecido y al gozar de la simpatía popular se convierte en un riesgo para la estabilidad social. Entonces la cabeza de Jesús Malverde tiene un precio: la muerte. Sin embargo, la figura encarnó en las acciones milagrosas convirtiéndolo en santo laico que protege y ayuda al pueblo, convirtiéndose en un culto de 99 años que ha traspasado fronteras, pues hay capillas en Los Ángeles, Cali, Colombia y en la Ciudad de México. Cada día gana advocaciones y se suman devotos: durante sesenta años fue el protector de los necesitados e inmigrantes y hace treinta años protege a los narcotraficantes. Este año se ha sumado la creencia como santo protector contra la violencia derivada del combate al narcotráfico. A pesar de todo, la Iglesia Católica se ha negado a conferirle el grado de santo, argumentando que no se tienen pruebas de su existencia y por tanto de sus milagros, aunque la verdadera justificación reside en la representación alternada entre la santidad y la criminalidad. Igual que el Niño Fidencio, la Santa Muerte o Juan Soldado. Es tan solo un “ánima”. A pesar de todo goza de tanta popularidad como San Judas Tadeo, la Virgen de Guadalupe o el Sagrado Corazón y es común encontrarlo en un altar siendo depositario de la devoción y una esperanza ante la necesidad.
Pasión y muerte de un bandolero La historia no se equivoca: toda reelección se convierte en dictadura. Y al general Francisco Cañedo, amigo de Porfirio Díaz, le gustó el poder. Tanto, que gobernó Sinaloa de 1877 a 1909 prolongando un periodo tras otro. Así, la entidad se convirtió en poderío económico, social y político, un ejemplo para el noroeste del país, tan lejos del centro, tan cerca de Estados Unidos. Fue una época marcada por el contraste, extremos de la balanza que más tarde un bandolero, hijo del pueblo, intentaría equilibrar. Cañedo, capitalista y ambicioso, favoreció los sectores agrícola, minero y de comunicaciones. Grandes extensiones de tierra fueron arrebatadas a los campesinos e indígenas para sembrar caña de azúcar. De las minas se extraían metales propicios para la construcción del las rutas ferrocarrileras que comunicaron al estado con Estados Unidos. En poco más de tres décadas Sinaloa estaba dividida por la línea del progreso, situada entre la planicie y el litoral, de mentalidad renovada y fuertemente ligada a los intereses de la economía estadounidense, y la zona serrana, cuyo pensamiento quedó anclado a la época colonial, incluyendo la marginación. La división no solo fue geográfica y económica, también social. La elite participó en las innovaciones y también en los beneficios económicos; los trabajadores tenían en sus manos una remuneración raquítica y eran víctimas constantes de la represión. Unos acumulaban riqueza y otros, rencor. Unos gozaban de los placeres terrenales y a otros no les quedaba más que aspirar al cielo. O la justicia por mano propia. Ante los oídos sordos del gobierno y de la iglesia, el pueblo engendró figuras populares: los bandidos generosos. Muy al estilo del Robin Hood inglés, tanto en proceder como en carácter: despojaban a los ricos para socorrer a los necesitados, poseían un carácter alegre y confiado, no temían a nada ni nadie y gozaban de la simpatía de los desprotegidos. Heraclio Bernal y Jesús Malverde son héroes a los que la memoria sinaloense rinde homenaje. En otras latitudes del país y en épocas distintas surgieron figuras como Chucho El Roto, José de Jesús Negrete, El Tigre de Santa Julia y hasta Emiliano Zapata o Francisco Villa. Heraclio Bernal, el Rayo de Sinaloa, fue un minero de Guadalupe de los Reyes que se rebeló contra las instituciones. Las tierras de Cosalá y el sur del estado todavía guardan el eco de sus hazañas, sucedidas entre 1879 y 1888. Bernal, a la cabeza de un grupo armado, sorprendía a comerciantes y hacendados para despojarlos de sus riquezas. El viento parecía avisar a los seguidores quienes los esperaban con ansias de compartir el botín y escuchar las humillaciones que el héroe infligía a ricos y poderosos hasta que fue apresado y muerto cuando preparaba una rebelión formal contra el gobierno porfirista. No quedaba más que enaltecer la memoria de este benefactor caído. Cuando la jornada de trabajo había concluido los hombres se reunían alrededor del fuego, guitarra en una mano y alcohol en la otra, en espera de la comida que preparaban las mujeres. La voz aguardentosa del más viejo de la hacienda refería que Bernal, de la nada aparecía ante la diligencia que transportaba los valores federales, y, veloz como el rayo los despojaba del dinero. Confundida, la comitiva conformada por soldados y empleados del gobierno retornaba a la ciudad para notificar el asalto. – Seguramente ya se enteró el gobernador. Los ojos le han de brillar como ascuas del infierno, dicen que muere de rabia ante el Rayo. Efectivamente, los dedos hábiles del telegrafista transmitían el comunicado a Cañedo quien estrujaba el papel exigiendo a sus subordinados la captura inmediata del bandido. Esos ojos trataban de descubrir al traidor de la ruta secreta. En la lógica de este hombre no cabían misterios ni suposiciones, alguien lo estaba delatando, pero ¿quién era? No importaba, no hay secretos bajo el cielo. Confiaba que un día su pistola cobraría todas las traiciones. Era más urgente atrapar al ladrón. Los molcajetes rebosantes de jitomate asado con chile eran llevados hasta la fogata, donde ya esperaba el chiquihuite con tortillas calientes e infladas y el guiso de rata de monte con verduras. Nadie atendía ya las historias del viejo que rasgaba la guitarra. Demasiadas manos callosas y llenas de tierra hacían a un lado la tosca servilleta de manta y llevaban a su boca hambrienta el único bocado del día. Un niño, hijo del pueblo, estaba atento a los labios del viejo, sin atender el gruñido de sus tripas pegadas al espinazo. Unos dicen que el Chucho era un huérfano cuyos padres habían muerto de pobreza. Otros dicen que fue hijo natural de una mujer abusada por el patrón, mismo que se negó a reconocerlo. Lo cierto es que con tan pocos años ya conocía el hambre de los jornaleros. Mientras todos festejaban los alimentos, Chucho le preguntaba al viejo si había algo más allá de las tierras que se perdían en el horizonte. El viejo abandonaba la guitarra y le hablaba de la capital donde se construían ferrocarriles y fábricas. El niño pensaba que podía dedicarse a algo más que ser peón el resto de su vida. La ciudad y sus oficios prometían cambiar esas noches de hambre e incertidumbre. Se dormía al calor de una diminuta esperanza que la realidad prolongaría en una noche sin fin. El niño se hizo hombre en las largas jornadas de la fábrica o en la fatigosa siembra de los durmientes del ferrocarril que germinaban en humo y ruido. Capataces había también, quizá más abusivos y explotadores que los de la hacienda. Jesús, el hombre, soñaba con las fogatas diminutas que guardaba su memoria. La voz del viejo seguía relatando las hazañas de El Rayo. Una mañana apareció en las calles de Culiacán un sujeto a caballo tirando pesos de oro en las casas de los pobres. Al poco rato la policía detenía a quien poseyera esas monedas. Después de unas horas la cárcel estaba llena. Al gobierno no le quedó más remedio que liberar a todos y devolverles la pequeña fortuna. Eran tantos los detenidos que amenazaban con convertirse en una fuenteovejuna furiosa e incontrolable. Mientras, en Palacio de Gobierno, una asustada y humillada comitiva refería que en el camino habían sido asaltados por una masa de hojas de plátano surgida de la vegetación. Cuando lograron reponerse del asalto sorpresivo, el viento mecía las ramas de los árboles. El Rayo estaba muerto, comenzaba la leyenda de Jesús Malverde. La fama del bandido corrió de boca en boca. Asaltaba a hacendados y familias adineradas de la región, entre ellos los Martínez de Castro, los Redo, los De la Rocha o los Fernández. El botín de inmediato era repartido entre la gente necesitada, que admiraba al hombre valiente y arriesgado, hábil y audaz mientras Malverde recreaba para ellos, con humor y fantasía, la humillación que sufrían los poderosos, con el consecuente rosario de amenazas y maldiciones. Empezaron a llamarlo “El jinete de la Divina Providencia”. Unos más le decían “El bandido generoso”. Otros gustaban decirle “El ángel de los pobres”. Malverde parecía tener el don de la omnipresencia: sabía que en cierto jacal una madre estaba dando a luz y no tenía ropa para su hijo, allí estaba en el acto con ropa para la criatura y dinero. Que si la viuda amenazada por el agiotista, de la nada aparecían unas monedas en su delantal, suficientes para saldar la deuda y hasta sobraba. Si un acusado no podía pagar la fianza y era conducido a la cárcel, allí estaba Malverde, liberándolo. Donde faltara algo, rápidamente buscaba en donde sobraba, y lo ponía a disposición. Para los de su clase era un ángel salvador, para los ricos era el diablo en persona. Cierto día el gobernador Cañedo retó a Malverde: “Te concedo el indulto si te animas a robarme”. El héroe aceptó el reto. Una noche bastó para robar nada más ni nada menos que la espada del general. Todavía se dio tiempo para escribir en la pared: “Aquí estuvo Jesús M”. El pueblo estaba sorprendido. ¡Eso de robarle la espada al general Cañedo! Exclamaban en las esquinas, en las iglesias, en las cantinas. No se hablaba de otra cosa. El albur jugó su parte, también. El general Cañedo, burlado, ofreció cincuenta pesos oro de recompensa a quien lo entregara vivo o muerto. …. Por: Felipe Cabello Zúñiga
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