El ombligo donde se fraguaron los primeros acertijos
con fragmentos oníricos zurcidos de misterios
donde la memoria es un estribillo de magnos labios
y carcome la ecuación de los sentidos.
La utopía ancestral de batallas pueriles
empapadas de recreos inimaginables y bulliciosos
entre tumultos de agujas de luz incandescente
cuando las venas de la tarde enloquecen
y los alambres arbóreos asilan insectos.
La semántica de la risa mastica iconografías lúdicas
enmarañadas en la hondura de un sueño-niño
cuando la primavera desliga el vocablo de un latido
entre recuerdos con alas de cometa
que la trenza del fuego disimula en el olvido.
Aquí el sitio donde el asta bandera malcriaba al viento
interfecto yace en el cortejo de neumáticos indolentes
en la romería que sembró asfalto sobre las piedras
y excitó úlceras en los muslos de las banquetas.
Arturo Hernández