Ahogados en cuchillos
en el certamen de las máscaras
entre lenguas humedecidas de fango
con los colmillos malgastados en la podredumbre.
Desnudos frente al festín de espejismos
husmean con sus ojos torvos
las esporas que propagan rebeldía
bajo un apetito insaciable de deseos:
estrangular los sueños con su subyugante collar
inocular los derechos con la miel de su veneno
y así anidar las cenizas de la sangre.
Esqueletos alargados de mentiras
con su vestido de escamas exudado de odio
el chillante rojiazulamarillo de sus entrañas
y el tufo facho que esputa sus fauces.
En la expectativa de los pulmones grises
del santificado clamor carnívoro
y de los mares de escombros de rabia
donde plañen los viejos saurópsidos.
Las miradas térmicas acechan
aprenden a oler su sangre fría.
Los siseos hilan su armonía
se promulga la extinción de las libertades.
Por: Arturo Hernández
en el certamen de las máscaras
entre lenguas humedecidas de fango
con los colmillos malgastados en la podredumbre.
Desnudos frente al festín de espejismos
husmean con sus ojos torvos
las esporas que propagan rebeldía
bajo un apetito insaciable de deseos:
estrangular los sueños con su subyugante collar
inocular los derechos con la miel de su veneno
y así anidar las cenizas de la sangre.
Esqueletos alargados de mentiras
con su vestido de escamas exudado de odio
el chillante rojiazulamarillo de sus entrañas
y el tufo facho que esputa sus fauces.
En la expectativa de los pulmones grises
del santificado clamor carnívoro
y de los mares de escombros de rabia
donde plañen los viejos saurópsidos.
Las miradas térmicas acechan
aprenden a oler su sangre fría.
Los siseos hilan su armonía
se promulga la extinción de las libertades.
Por: Arturo Hernández